Esbozo biográfico de Bakunin
Mijaíl Alexandrowitsch Bakunin nació el 30 de mayo de 1814 en la aldea de Pryamújino, en el distrito de Torzhok, provincia de Tver del Imperio Ruso. Era hijo de Alejandro Bakunin, un aristócrata y terrateniente ruso de ideas liberales moderadas que llegaría a ser diplomático del Imperio Ruso en París durante los días de la toma de la Bastilla. Al subir al trono Nicolás I en 1825 Alejandro se fue a vivir al campo poseyendo tierra y mil siervos. Mijaíl era el primogénito de 10 hijos (5 varones y 5 hembras). Ingresó con 15 años en la Academia de Artillería de San Petersburgo, donde pasó tres años bebiendo, endeudándose pero también empezando a escribir, y sería expulsado por comportamiento indisciplinado. Sería trasladado a la Guardia Imperial Rusa a Minsk y a Goradnia en calidad de oficial subalterno. Le escribía a su familia afirmando que se sentía completamente solo.
La revolución de 1830, una rebelión armada contra el dominio ruso de la llamada «Polonia del Congreso», despertó en Bakunin su posicionamiento contra el despotismo. En 1834 se instaló en Moscú donde estudió filosofía durante 6 años y se empapó de romanticismo europeo, de los enciclopedistas franceses, y de Fichte y Hegel. Allí conoció a Aleksandr Herzer y Nikolái Orgariov, que eran partidarios del socialista francés Henri de Saint-Simon y como Bakunin admiradores de Hegel. En 1840 viaja a Berlín, donde quedó impresionado por la industrialización y el proletariado industrial que todavía no era amenazante para el statu quo. En 1842 se instala en Dresde (capital de Sajonia), donde conocería a Arnold Ruge, que por entonces era director de la revista Deutsche Jahrbücher. Bakunin escribió un subversivo artículo con éxito en su Rusia natal bajo el seudónimo de Jules Elysand. En 1843 se traslada a Suiza, donde conoce a muchos disidentes políticos alemanes: Wilhelm Weitling, Karl Vogt, etc. En 1844, presionado por la policía suiza y la embajada rusa, se pasa por Bélgica y por París, donde conoce a Pierre-Joseph Proudhon, George Sand, a algunos exiliados polacos y también a unos alemanes llamados Karl Marx y Friedrich Engels. En 1849, tras el estallido en buena parte de Europa de la revolución de 1848 llamada «La Primavera de los Pueblos», Bakunin participa en la insurrección de Dresde, donde fue detenido y condenado a ejecución capital, aunque se le conmutó por cadena perpetua, pero finalmente en 1851 sería entregado a las autoridades rusas que lo encerraron en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, permaneciendo allí hasta 1857 cuando fue desterrado a Siberia. Pero en 1861 escaparía al puerto de Hakodate en Japón, donde desde Yokohima viajaría a San Francisco, y cruzando el estrecho de Panamá llegaría a Nueva York, siendo allí recibido por celebres personalidades, como el escritor Henry Longfellow. Se reunió con los movimientos obreros, pero te se trasladó a Inglaterra ese mismo año, para después de dar esta vuelta al mundo pasar buena parte del resto de su vida en el exilio en Suiza.
En los últimos años de su vida, Bakunin fue acusado de corrupción económica personal y sus últimos intentos revolucionarios no llegaron a ningún puerto y el anarquismo se extinguía a finales de siglo, aunque en España el anarquismo terrorista y sindical no quedaría finiquitado hasta 1939 con el fin de la Guerra Civil.
Bakunin, por cierto, era preso de la leyenda negra contra España; aunque, como buen antiestatista, era negrolegendario de la historia de cualquier Estado, pero frente a España sintetiza muy bien el método negrolegendario: «España, desviada de su vida normal por el fanatismo católico y por el despotismo de Carlos V y de Felipe II, y enriquecida repentinamente, no por el trabajo del pueblo, sino por la plata y el oro americano en los siglos XVI y XVII, intentó cargar sobre sus hombros el honor poco envidiable de la fundación, por la fuerza, de una monarquía mundial. Pagó cara su presunción. El período de su potencia fue precisamente el comienzo de su empobrecimiento intelectual, moral y material. Después de una corta tensión sobrenatural de sus fuerzas, que la ha hecho temible y odiosa en toda Europa, pero que logró detener por un momento, sólo por un momento, el movimiento progresivo de la sociedad europea, apareció de repente exhausta y cayó en un grado extremo de entorpecimiento, de debilitamiento y de apatía en que ha quedado, definitivamente, deshonrada por la administración monstruosa e idiota de los Borbones, hasta el instante en que Napoleón I, por su invasión rapaz en sus confines, la despertó de sus dos siglos de sueño» (Mijaíl Bakunin, Estatismo y anarquía, Utopía Libertaria, Buenos Aires, 2004, pág. 35).
Bakunin murió en Berna el 1 de julio de 1876. Su tumba está en el cementerio de Bramgarten-Friedlhof de Berna (Suiza). Sobre la lápida puede leerse: «Recuerda al que lo sacrifica todo por la libertad de su país».
Junto a Proudhon, el también ruso Piotr Kropotkin, y los italianos Carlo Cafiero y Errico Malatesta, fue uno de los anarquistas más famosos del siglo XIX. Fue el propagandista y organizador obrero y socialista utópico alemán Wilhelm Weitling el que en Suiza convirtió a Bakunin al colectivismo. Weitling era considerado por Bakunin «el primer socialista, o más bien comunista, alemán práctico» (Bakunin, Estatismo y anarquía, pág. 167). No obstante, Bakunin consideraba a Proudhon como «el maestro de todos nosotros, de todo revolucionario» (citado por Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio II, Espasa, Barcelona 2017, pág. 457). Curioso: un reformista era considerado como el maestro de todos los revolucionarios.