Entre la Teología Política y el Demiurgo Artificial

Entre la Teología Política y el Demiurgo Artificial. Santiago Mondejar

La segunda década del siglo XXI se está caracterizando por la creciente centralidad de la biopolítica[1] (entendida ésta como el uso político del conocimiento biomédico para controlar y condicionar los procesos vitales) en el discurso público, abarcando tanto el inicio y el fin de la vida, como la suspensión de la libertad personal por razones sanitarias.

El alcance de los elementos biopolíticos en la sociedad actual da la razón al Papa Francisco cuando, en su esfuerzo por rehabilitar la política, sostiene que todo cuanto acontece en la polis atañe al bien común, tiene significado político. Sin embargo, la aparición de la biopolítica -unida a la inclinación a terapizar[2] la política- ha sido posible merced al advenimiento de una relativamente nueva clase dirigente, los tecnócratas, que se colocan por encima de la política, y hacen bueno el dicho de Paul Valery de que la política consiste en «impedir que la gente se inmiscuya en lo que le concierne». Y en efecto, la tecnocracia es por definición -y ante todo- la despolitización de los asuntos públicos, a costa de que los juicios morales pierdan su primacía para dar paso gradualmente a la generalización de una actitud acrítica y pasiva hacia la realidad del poder, tal y como ha señalado repetidamente Dalmacio Negro[3].

Esta desecación moral de lo político refleja, en definitiva, el triunfo del capitalismo estructural, en el sentido de que uno de sus pilares es que la función primordial del Derecho (y por consiguiente del legislador) es independiente de los de los juicios de valor y cualquier aspiración teleológica, y se limita a la regulación de las realidades, de manera que éstas puedan ser expresadas como libres relaciones contractuales, cuyo cumplimiento mercantil queda garantizando por las instituciones estatales.

La importancia que esta concepción del Derecho tiene para el florecimiento del capitalismo protestante fue apuntada por Max Weber[4], al señalar que fueron precisamente los intereses de las clases capitalistas inglesas y los gremios de letrados las que impidieron el desarrollo de un sistema legal codificado e incardinado en la burocracia de una administración de justicia, creando las condiciones legales adecuadas -primero en Inglaterra y más tarde en los Estados Unidos de América- para que el exitoso desarrollo estructural del capitalismo dentro de un marco jurídico basado en un «derecho empírico amorfo, ligado a precedentes» que permitió a los profesionales jurídicos dar forma legal a los negocios capitalistas[5] de tal suerte que el eje de lo político se desplazó a la economía industrializada, haciendo de la técnica el fundamento último de la moderna politeia.

Las implicaciones políticas de esta divergencia de la tradición jurídica continental fueron ampliamente estudiadas por Carl Schmitt en sus escritos sobre el concepto de Teología Política[6], que le sirve para trazar una serie de analogías sociológicas entre el Estado moderno y la Iglesia Católica, en cuanto que legítima heredera de la tradición jurídica romana y representante ininterrumpida de su fundador. Sin embargo, y a pesar de que el propio Schmitt denominase estos estudios en términos weberianos como una sociología de los conceptos jurídicos, lo cierto es que la teología política de Carl Schmitt es más que una sociología o una historia de las ideas, y constituye más bien una metodología[7] para establecer una correlación entre conceptos de naturaleza jurídico-política y conceptos de tipo teológico-metafísico.

Nota bene: a través de su obra, Schmitt despliega cuatro dimensiones teológico-políticas; una centrada en la soberanía, otras sobre la representación, y una tercera sobre el katejón[8], cada una de las cuales empareja a una determinada categoría teológica-política. Así, Schmitt establece una correlación entre el poder soberano y la omnipotencia divina, otra acerca de la capacidad mediadora entre lo divino y lo humano de la Iglesia y la representación política; una tercera entre la idea del katejón y el poder político real.

El camino seguido por Schmitt transcurre por los procesos históricos de los que emergieron las estructuras comunes a lo teológico y a lo político, caracterizadas por la ocupación sucesiva del polo político central por una tendencia social correspondiente a un periodo epocal dado, de la que cabe derivar una correlación entre las esferas de lo teológico y de lo político. Las tres fases principales fueron el desplazamiento de lo teológico a lo metafísico, de lo metafísico a lo moral, y de lo moral a lo económico, sirviendo cada una de ellas para racionalizar una determinada cosmovisión que valió como legitimación de la ostentación del poder político por unos determinados grupos y no otros. En términos más concretos, el proceso descrito por Schmitt abarca el tránsito del par absolutismo monárquico/teísmo[9], al par constitucionalismo/deísmo[10] que desembocó en el par democracia liberal/laicismo, y, de acuerdo con Carl Schmitt, se mueve en la dirección de la anarquía/ateísmo.

Es fácilmente apreciable que el elemento constante en esta transición es la progresiva secularización de la soberanía, o, dicho de otro modo, un proceso de paulatina negación del principio de soberanía bajo el imperio del par economía-técnica, cuya lógica (que se pretende inevitable e inmutable) de mercado[11] le otorga la hegemonía cultural y política, fenómeno este que podemos caracterizar como un proceso-progreso autopoiético[12], que amén de reproducirse a sí mismo recrea todas las condiciones necesarias para renovarse y expandirse sostenidamente en función de un determinismo tecnológico que requiere cada vez menor intervención humana. Naturalmente, un sistema como el descrito opera sin necesitar la hipótesis de Dios, porque renuncia a toda perspectiva trascendente, de manera que ni la religión, ni aun la política, son en modo alguno el vértice del todo. A la vez que esto sucede, la percepción subjetiva de un diferencial entre lo temporal y lo espacial va quedando disuelta en el encogimiento la geografía, que por mor de la instantaneidad tecnológica, está a punto de lograr que antes de llegar al fin de la historia se produzca el fin del espacio. Y si este sistema es, además de autorreferencial, ateológico, por prescindir de Dios, prescinde también del hombre, porque desde el prisma sistémico, el sentido de una concepción de la naturaleza humana es tan redundante como el de lo trascendente: una persona es sólo un vector, un punto focal en torno al cual se materializa una estructura de expectativas productivas que se derivan de los procesos económicos.

Como dijo Carl Schmitt, el nuevo ser humano que se hace a sí mismo no es un nuevo Dios. Antes bien, lo que tiene lugar es la deshumanización de la sociedad, y con ella, su despolitización, porque la historia, en sentido político, termina cuando arriba el eschatón[13], pero, según señaló Walter Benjamin[14], se trata de una escatología huera, que no brinda redención ni apunta a un más allá; antes al contrario, por ser inmanente a una situación concreta, sólo puede llevar a la entropía social. De esta suerte, la política (en la ya mencionada clave de eticidad a la que alude Francisco en su afán por rehabilitar la política[15]), se da por terminada cuando la expectativa del eschatón en su tematización schmittiana se abre, acelerándose el vaciamiento de lo político cuanto lucha por la justicia social y defensa de la dignidad humana. Este vacío pasa entonces a ser ocupado por la tecnocracia y el culto a la tecnológica, que, tal y como sostiene Habermas[16] tienden a imponer una racionalidad instrumental insoslayable cuyo resultado es que, más que el poder de los técnicos, la tecnocracia sea el conjunto de técnicas al servicio del poder. Esto es; la crisis actual de la política, bajo los parámetros aquí expuestos, obedece a una idolatría que refleja el dominio de la economía y la tecnología en el mundo actual, donde la política se ve reducida al desempeño de una función meramente gestora, subordinada a la economía y subalterna de la tecnología que homogeneiza el pensamiento y lamina el conflicto político propio del pluralismo de voluntades, arrogándose la representación única de los intereses objetivos de la mayoría.


[1] Llevadot, L (2021) Michel Foucault: Biopolítica y gubernamentalidad. GEDISA, Barcelona.

[2] Espai en Blanc (2007) La sociedad terapéutica revista nº 3–4

[3] Negro , D (2013)Ley de hierro de la oligarquía. Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Nº 90

[4] Weber, M (2001) Sociología del Derecho. Editorial Comares, Granada.

[5] Ewing, S (1987) Formal Justice and the Spirt of Capitalism: Max Weber’s Sociology of Law. (Law & Society Review, vol.21, N° 3, 1987, pp 487-511).

[6] Fijalkowski, J (2022) Los componentes ideológicos en la filosofía política de Carl Schmitt. Editorial Tecnos, Madrid.

[7] «Método» proviene del griego μέθοδος («camino a seguir para ir más allá»), por Meta (μετα, más allá), y Hodos (ὁδός, camino).

[8] En el contexto de la literatura apocalíptica, la función del katejón es atemperar el entusiasmo escatológico de la iglesia cristiana primitiva que espera ansiosamente el regreso de Cristo al tiempo que trata de evitar el desorden y la anarquía propio de los últimos días. Schmitt usa este conceptpo en clave de Derecho Político, para abogar que es imperativo que el caos no alcance (nach oben kommt) el nivel del Estado; para lo cual son necesarias unas riendas (katejón) que refrenen (niederhält) la anarquía. Por lo tanto, la figura del katejón según la usa Schmitt ha de entenderse como alegoría de Estado fuerte.

[9] https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Te%C3%ADsmo | Editorial Herder

[10] https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/De%C3%ADsmo | Editorial Herder

[11] En términos éticos, sistema financiero modernos es esencialmente amoral, al aceptar la subordinación de los procesos de producción a la acumulación de capital sin que de ello se desprenda responsabilidad social alguna.

[12] De acuerdo con la interpretación de Niklas Luhmann (Autopoiesis, Handlung und kommunikative Vertändigung. Zeitschrift fur Soziologie. Heft 4, 366-379) del concepto de autopoiesis aplicado a la sociología, un sistema autopoiético está dotado de un carácter auto-referencial no limitado al plano de sus estructuras, sino que tiene la capacidad de construir él mismo los elementos que lo constituyen, que se desarrollan por tener no sólo un significado para sí mismo, sino de disponer también de la capacidad de tener un sentido.

[13] https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Escatolog%C3%ADa |Editorial Herder

[14] Benjamin, W. (1996) Selected writings, Harvard University Press, Boston. pp. 289

[15] https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html | Exhortación Apostólica Evangelii Gaudiu.

[16] Habermas, J. (1986) Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid.

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