En el siglo pasado se decía que en el orden de la cultura Francia estornuda y Europa se resfría. Eso se fue, paulatinamente, dejando de lado por la tremenda influencia del inglés y el desarrollo exponencial del español. Idioma este último, que en lo que va del siglo XXI creció más que ningún otro. Sin embargo, la capacidad de ocurrencia de los escritores franceses está siempre al día. Esto es: con un pedo hacen una orquesta. Aclaro para aquel que no le guste o le moleste mi soez vocabulario, que este artículo es escatológico: que versa sobre las heces. Que no es lo mismo que esjatológico; que versa sobre el final.
Nosotros, los de lengua maternal española, tenemos una terrible contra: los gallegos de mierda que se pasan la vida imitando a los franceses en lo que hacen o dicen. Esto de gallego no va contra todos los españoles sino solo contra los gallegos de mierda. Yo mismo tengo muchos amigos gallegos de Galicia y de las otras comunidades, españoles todos a pie firme, que tienen que soportar toda su vida a los gallegos de mierda. Uno de estos gallegos que pueden ser valencianos, andaluces, vascos, catalanes, asturianos, montañeses e incluso de Galicia, etc., según la acepción argentina de gallego, acaba de traducir al franchute Alain Badiou, presentándolo como el mayor filósofo francés junto con un charlatán llamado Jacques Ranciere, que dicho sea de paso ya estuvo robando por Buenos Aires hace unos años.
Luis Martínez se apresuró a traducir el libro de Badiou Sopa de Wuhan el 20 de marzo de 2020, donde este falso filósofo -presentado como discípulo del marxista Althuser- afirma entre otras boludeces: “La rivalidad de los imperialismos antiguos (Europa y Estados Unidos) y nuevos (China, Japón…) prohíbe todo proceso de un Estado capitalista mundial”. La misma pelotudez que afirmó Kant hace doscientos años y que repitió todo el Iluminismo y la Ilustración. Y que hoy sostienen los globalistas de toda laya.
Y concluye que el coronavirus es una peste mundial que solo puede ser combatida eficazmente si tuviéramos un Estado Mundial. Además los Estados Nacionales, al defenderse del virus, “promueven el nacionalismo fascista, obsoleto y repugnante”.
Hay que ser un verdadero imbécil para tomarse el trabajo de traducir semejante pelotudez. Pero no termina aquí el sinsentido, sino cuando concluye afirma: “En cuanto a nosotros, que deseamos un cambio real… en el proyecto de lugares políticos nuevos y en el progreso transnacional de una tercera etapa del comunismo”.
Badiou, como Zizek, como Agamben, como Chomsky, como el conjunto de tantos falsos filósofos progresistas, repite la tesis madre: después del coronavirus viene el nuevo comunismo.
Hay que ser un gil a la gurda= un requetepelotudo, para tomarse el trabajo de traducir un texto que no tiene ni una sola puta idea y que, además, repite los lugares comunes de la izquierda más recalcitrante. ¿Y quién realiza esta tarea? Un gallego de mierda; un imitador de todo lo que viene de Francia y del extranjero.
En mayo último, cuando visité a Pierre Aubenque en Versailles (acaba de morir en febrero), me comentó que había sido publicado más en España que en Francia y que no sabía por qué. A lo que le respondí, porque España tiene un número determinante de profesores (gallegos de mierda) que piensan mirando a Francia y en función de aquello que escriben los franceses.
Ni que hablar de las editoriales de gallegos de mierda, que son casi todas en cuyo listado de libros hay más franceses que españoles y nunca un americano, salvo que sea un americano de mierda.