El “mataburro” –como llamaba mi madre al diccionario-, define la palabra “adulación” como “alabanza exagerada e interesada” y nos presenta un elenco de sinónimos muy sugerentes: lisonja, zalamería, lagotería, carantoña, o lambetada. Esta última es la más sugerente de todas.
En la Argentina, hemos aprendido con Perón (hoy nos lo recuerda Marcelo Gullo), que toda política es geopolítica y que ésta es algo serio. La visión integral de los actores en el tablero mundial y el posicionamiento propio dentro de ese marco, no puede devenir fruto de la adulación, del cipayismo ideológico y, mucho menos, del capricho personal.
El Primer Mandatario argentino, luego de recibir en los Estados Unidos la distinción de “Embajador de la luz” por la comunidad Jabad Lubavitch y de sacarse una foto con el magnate “trillonario” Elon Musk, regresó a la Argentina, suspendiendo su visita a Dinamarca porque se enteró que Irán atacó a Israel con una serie de drones que los técnicos llaman “suicidas”. El pasado domingo, a las 20 hs y sin tiempo para elaborar su duelo amoroso con una reconocida actriz, reunió bajo carácter de urgencia a todos sus ministros para la formación de un “Comité de crisis” ante el conflicto entre Irán e Israel. La pregunta que a todas luces se impone, es la siguiente: ¿Es realmente necesaria esta toma de posición del Estado Argentino? Creemos que no, por tres razones:
- Porque Argentina no se erige como actor estratégico de peso en ese conflicto.
- Porque la paz es la tranquilidad en el orden, y la Argentina, que siempre privilegió la paz como un bien, carece de paz y de orden en sus propias entrañas: ¿Qué tiene que hacer en un conflicto lejano que ponga en jaque, aún más su propia vida ordinaria? José Larralde, poeta gaucho escribió alguna vez:
“Nunca se meta ni pase
por juez de problema ajeno.
El rancho suyo está lleno
de cosas por arreglarse”.
- Porque la primera “crisis” que urge en la Argentina es la crisis interna. La crisis de los hijos que no comen, la crisis de la falta de trabajo que dignifica la existencia, la carencia de un epílogo de vida digna para nuestros mayores, en un país donde una compra diaria de pan, leche y carne se lleva el 10 % de una jubilación.
¿Y por qué ocurre esto, se preguntará usted? Porque la adolescencia espiritual es muy complicada, y porque este “libertarianismo” sui generis, vuelve a privilegiar las decisiones individuales por sobre el bien de la comunidad y su ethos cultural. El señor presidente manifestó hace unos días que “Israel es la frontera entre la civilización y la barbarie”. Esta frase, al español medio, quizás le suene a un simple apotegma civil, pero aquí en la Argentina constituye la piedra de toque, el núcleo fundacional, la “zoncera madre” –al decir de Arturo Jauretche-, de eso que llaman “grieta”. Esta “grieta” es tan rentable, que los hijos del dios Mammón no iban a perdérsela como elemento de poder y como factor de crispación.
En la reunión de gabinete de ministros, convocada de urgencia un domingo a la noche, participó el mismísimo embajador de Israel. ¿Y qué denota esto? La clara y directa injerencia de una potencia extranjera en el Estado Argentino. Con esta apuesta geopolítica, que tiene que ver con una condescendencia ante la OTAN (Organismo que apoyó y continúa apoyando la usurpación de nuestro territorio nacional en Malvinas), se filtran también elementos emocionales del Sr. Presidente: el deslumbramiento ante sus nuevos ídolos y un acné de conversión religiosa. Claro, en el medio está la Argentina, un país con hambre endémico que ahora va a tener que destinar parte de su presupuesto para reforzar la seguridad de más de 100 entidades israelíes en el territorio nacional, comprándose gratuitamente un nuevo problema.
Ayer por la tarde, en la red social “X, me detuve en una publicación de un usuario militante de VOX que pedía a gritos la represalia a Irán y su apoyo incondicional a Israel, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Me animé a responderle: “Muy bien, todos amigos históricos de España”; me trató de socialista y me bloqueó. Es un engendro raro eso que llaman “derecha liberal” y el poner a los toros, y a la España tradicional (a quien admiro por loco amor castellano), al lado de la Harley-Davidson y el culto al Liberalismo.
En fin, disculpas si en este breve artículo (casi a modo de columna) tuve que abortar mi irresistible tendencia al lirismo, pero el tema así lo requiere. Son complicados los muchachos que se llenan la boca hablando de libertad. Sobre ellos y otros parientes, a izquierdas y derechas, ya nos previno Dostoievski: “La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse que nunca sepa que está en prisión”. El problema es que donde hay barrotes, los libertarios argentinos ven alas.