La abolición de la Asamblea Constituyente (I)

Los liberales rusos pensaban en la Asamblea Constituyente como la garantía para la formación de un parlamento perfecto. A la Asamblea Constituyente se le asignaba la tarea de determinar en forma parlamentaria democrática el futuro gobierno de Rusia. La Asamblea Constituyente era el procedimiento democrático habitual para que se redactase una nueva constitución, o al menos así había sido en las democracias occidentales. «La Asamblea Constituyente -dijo el príncipe Gueorgui Lvov al Consejo Especial- debe coronar la gran Revolución rusa. Debe poner todos los cimientos vitales para el futuro orden del libre Estado democrático. Sobre ella recaerá la responsabilidad de todo el futuro de Rusia. Debe ser la esencia de todas las fuerzas espirituales y mentales del pueblo» (citado por Figes, 2000: 409).

Antes de la Revolución de Octubre los bolcheviques reivindican enérgicamente la convocatoria de la Asamblea Constituyente. En su folleto De la revolución de octubre al tratado de paz de Brest, Trotski afirmó que el golpe de Estado de octubre supuso la salvación de la Asamblea Constituyente y de la revolución en general. Pero a pocos meses de llegar al poder, los bolcheviques no tuvieron ningún reparo en abolir la asamblea constituyente, tras obtener solamente un cuarto de los votos en las elecciones de noviembre de 1917. Tras la derrota en dicha elecciones y el aplastante triunfo del partido socialista revolucionario, Lenin decidió pactar con el ala izquierda de los eseritas, con lo cual se aseguró la mayoría en el Congreso y así el principio de soberanía parlamentaria no fuese superior al poder soviético.

Las votaciones a la Asamblea Constituyente se pusieron en marcha el 12 (25) de noviembre y se prolongaron durante dos semanas, pues se llevaron a cabo de modo escalonado dado el vasto territorio del país. Todos los hombres y mujeres mayores de 20 años tenían derecho a voto (aunque Lenin quiso rebajar la edad a 18 años, pero no tuvo éxito). Dada las circunstancias la participación electoral fue alta. La mayoría del país tuvo la sensación de que lo que se disputaba en las votaciones era un referéndum nacional sobre la perseverancia o caída de los bolcheviques en el gobierno tras la «Gran Revolución Socialista de Octubre». Los eseristas consiguieron un total de dieciséis millones de votos, lo que suponía un 38% del total, que en escaños se traducía en 419. El voto eserista estuvo concentrado en la zona agrícola central y de Siberia. Pero en las papeletas que se introdujeron en las urnas no se distinguió entre eseristas de izquierda, que apoyaban a los bolcheviques, y eseristas de derecha, que abominaban de los bolcheviques. De modo que no había forma de distinguir unos votos de otros puesto que la escisión del partido era reciente. Lo único que podemos saber es que los eseristas de izquierda tenían el apoyo de los campesinos más jóvenes y los de derechas el apoyo de los de mayor edad. Posiblemente los eseristas de derecha recabaron más apoyos dado que tenían bajo su dirección el núcleo de las organizaciones provinciales del partido, lo que los situaba en mejores condiciones de afrontar la campaña electoral. Lenin argumentó que la victoria de los eseristas era engañosa al asistir a las urnas como partido único cuando en realidad se trataba de un partido totalmente escindido; por tanto el electorado no estaba bien informado sobre los entresijos y disputas del partido eserista. «El pueblo -decía Lenin- votó a un partido que ya no existía» (citado por Carr, 1972a: 128).

Por su parte, los bolcheviques obtuvieron diez millones de votos, el 24% del total, que suponía 208 escaños (sumando los 40 escaños de los socialistas revolucionarios de izquierda que terminarían aliándose con los bolcheviques). Estos votos procedían mayoritariamente de los soldados y obreros del norte industrial. En Petrogrado y Moscú los bolcheviques obtuvieron la mayoría (un 45% y un 48% de los votos respectivamente); pero en el sur agrícola, dada la debilidad de la organización del partido por aquella zona, apenas consiguieron votos.

En un «Informe sobre el derecho de revocación» pronunciado en la reunión del Comité Ejecutivo Central de Rusia el 21 de noviembre (4 de diciembre) de 1917, Lenin argumentaba lo siguiente: «El pueblo no vota a las personas, sino a los partidos. En Rusia hay muchos partidos, y cada partido tiene ante el pueblo una fisonomía política bien definida. Por ello, toda escisión en un partido crea una situación caótica, si no existe el derecho de revocación. El partido de los socialistas-revolucionarios gozaba de gran influencia. Pero después de presentadas las listas de candidatos, se produjo en él una escisión. Era imposible modificar las listas, tampoco se podía aplazar las elecciones a la Asamblea Constituyente. Y de hecho, el pueblo votó por un partido que ya no existía. Así lo ha demostrado el II Congreso Campesino, que ha sido un congreso de izquierda. El campesinado no se ha visto engañado por determinados individuos, sino por la escisión en el partido. Tal situación requiere ser remediada. Es preciso implantar inmediatamente y de manera directa un principio democrático consecuente: establecer el derecho de revocación» (Lenin, 1980: 94-95).

En un discurso que dio en el Congreso de ferroviarios en enero de 1918, justo después de disolverse la Asamblea Constituyente, Lenin atribuyó el resultado de las elecciones «primero y principalmente» a que éstas se hubiesen realizado «de acuerdo con las listas confeccionadas antes de la Revolución de Octubre» (citado por Carr, 1972a: 128). En 1920 Lenin argumentará que el voto bolchevique fue casi siempre mayoritario en las grandes ciudades industriales y había obtenido una mayoría absoluta en Petrogrado y Moscú, las dos ciudades fundamentales de Rusia. Los eseritas, en cambio, sólo consiguieron un tercio de los votos en las grandes ciudades, puesto que sus votos habían sido ganados en el campo. Y por tanto Lenin concluyó que «la ciudad arrastra inevitablemente tras sí al campo y el campo sigue necesariamente a la ciudad» (citado por Carr, 1972: 128).

De modo que las elecciones para la Asamblea Constituyente -como bien se ha comentado- «si bien no registraron la victoria de los bolcheviques, señalaron claramente el camino que a ella había de conducir para los ojos de todos los que supiesen mirar» (Carr, 1972: 128-129). Tras el resultado de las elecciones Lenin tachó a la Asamblea Constituyente de «broma liberal». Ya en las Tesis de abril había dejado claro que el poder de los soviets era una forma más elevada de democracia que la Asamblea Constituyente, y por ello no había lugar para «la burguesía» en los soviets como tampoco lo había en la revolución.

Como observó Trotski, las elecciones a la Asamblea Constituyente se celebran a las pocas semanas de la Revolución de Octubre y en el campo las noticias sobre lo ocurrido en Petrogrado y Moscú eran muy vagas. «Votaban por Tierra y Libertad en las representaciones de los comités agrarios, que, en su mayoría, seguían las banderas de los narodniki. Pero votaban también por Kerenski y Avsentiev, es decir, por los gobernantes que disolvían esos mismos comités agrarios y que hacían arrestar a sus miembros… Los hechos referidos demuestran que esa Asamblea Constituyente era un producto tardío extraño a la realidad de los conflictos de partido y a sus diferenciaciones» (citado por Luxemburg, 1975: 64).

El partido Kadete (que era el partido liberal) también obtuvo un buen resultado en las ciudades. Trotski advertía que si éstos obtenían una mayoría «entonces por supuesto la Asamblea Constituyente no recibirá el poder» (citado por Figes, 2000: 564). Los kadetes fueron acusados de organizar una manifestación «contrarrevolucionaria», y por ello docenas de sus dirigentes fueron detenidos, incluyendo a delegados de la Asamblea Constituyente como Shinganev, Kokoshkin, Dolgorukov, Panina, Astrov y Rodichev. La justicia revolucionaria no les reconoció inmunidad parlamentaria y la mayoría fueron encerrados en la fortaleza de San Pedro y San Pablo durante tres semanas. Algunos como Kokoshkin y Shinganev, que cayeron enfermos, fueron asesinados por un grupo de marines bolcheviques en el hospital de la prisión. Los eseristas de izquierda protestaron ante los arrestos, y Máximo Gorki los denunció como una «desgracia para la democracia» (citado por Figes, 2000: 565). Pero los bolcheviques fueron firmes en su decisión de destruir a los kadetes puesto que veían en ellos a la fuerza mejor organizada de la «contrarrevolución burguesa», cuyo Comité Central era denominado por Lenin como el «estado mayor político de la burguesía»; lo cual no suponía simplemente la supresión de un partido político sino la declaración de guerra a una clase social.

A los kadetes arrestados en la fortaleza de San Pedro y San Pablo se unieron algunos mencheviques y eseritas, así como varios dirigentes del soviet campesino. Incluso se ordenó la detención de gente importante como Irakli Tsereteli, Fiódor Dan y Viktor Chernov. En diciembre las prisiones se llenaron de «presos políticos», y por ello se soltaron a presos comunes para hallar hueco.

En la primera sesión de la Asamblea Constituyente Iákov Sverdlov leyó a los asistentes una declaración sobre los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado (que entró a formar parte de la ley fundamental de la República Soviética, y asimismo era la contrapartida bolchevique a la Declaración de Derechos Humanos y del Ciudadano que se promulgó en la asamblea de la Revolución Francesa), en la que exigía a la Asamblea que votara a favor de un texto que reconociese el poder de los soviets y la legalidad de sus decretos. Pero los asambleístas se negaron y por tanto, tras acordarse en el Segundo Congreso de los Soviets que en caso de que se impusiese una Asamblea que quisiese liquidar el poder de los soviets, fueron desalojados de la sala y por ello no hubo segunda sesión al ser disuelta por el Sovnarkom con la ayuda de la Guardia Roja. Según dijo Bujarin en plena sesión, en la Asamblea Constituyente había dos bandos irreconciliables: «a favor del socialismo o contra el socialismo» (citado por Carr, 2009: 19).

Cuando el dirigente de los marineros de Kronstadt, Fedor Raskolnikov, presentó su Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y ésta fue rechazada por 237 votos contra 146, los bolcheviques decidieron abandonar la sala porque interpretaron que la Asamblea Constituyente estaba en manos de los «contrarrevolucionarios». Entonces los bolcheviques decidieron disolver la Asamblea y el palacio fue clausurado, por lo tanto no se permitió la entrada a nadie al día siguiente. El bolchevique Pável Dybenko ordenó al jefe de los guardias rojos, un anarquista llamado A. G. Zhelezniakov, que clausurase la reunión, y a las cuatro de la madrugada Zhelezniakov subió a la tribuna y golpeando en el hombre a Viktor Chernov anunció que «todos los presentes deben abandonar el salón de asambleas porque la guardia está cansada» (citado por Figes, 2000: 572). Chernov contestó que ellos también estaban cansados peor que eso no les impedía «proclamar una ley esperada por toda Rusia» (citado por Figes, 2000: 572). Chernov continuó veinte minutos más pero finalmente decidió marcharse con la intención de continuar la tarde siguiente, pero tras volver esa tarde los diputados no pudieron entrar en el Palacio de Táuride y se les presentó el decreto por el que quedaba abolida la Asamblea Constituyente. Dicha abolición no produjo reacción de masas puesto que problemas más acuciantes, como aprovisionarse de pan y combustible, ocupaban a las masas. Como muy bien sabía Stalin, «El poder lo ejercitan no los que eligen y votan, sino los que gobiernan» (citado por Carr, 1974: 189).

El 3 (16) de enero de 1918 se presentó la «Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado» en donde al respecto se decía lo siguiente: «Elegida sobre la base de las candidaturas de los partidos propuestas antes de la Revolución de Octubre, cuando el pueblo no podía aún alzarse en su totalidad contra los explotadores, ni conocía toda la fuerza de la resistencia de éstos en la defensa de sus privilegios de clase ni había abordado en la práctica la creación de la sociedad socialista, la Asamblea Constituyente consideraría prudentemente erróneo, incluso desde el punto de vista formal, contraponerse al Poder de los Soviets… Al apoyar el Poder de los Soviets y los decretos del Consejo de Comisarios del Pueblo, la Asamblea Constituyente estima que sus funciones no van más allá de establecer las bases cardinales de la transformación socialista de la sociedad» (Lenin, 1980: 113). El día después puede leerse en las páginas de Izvestiya: «Sobre la base de los logros de la Revolución de Octubre y de acuerdo con la declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado adoptada en la sesión del Comité Ejecutivo Central del 3 de enero de 1918, todo el poder pertenece en la República rusa, a los soviets y a las instituciones del Soviet. Por consiguiente, cualquier intento de usurpar ésta u otra función del poder estatal, por parte de cualquier persona o institución, será considerada como acto contrarrevolucionario. Y cualquiera de estos intentos será aplastado por todos los medios a disposición del poder soviético, incluyendo el uso de las armas» (citado por Carr, 1972a: 134).

El 1 (14) de diciembre de 1917 en un discurso al Comité Ejecutivo de toda Rusia Lenin sostuvo lo siguiente: «Se nos pide que convoquemos la Asamblea Constituyente como fue concebida originariamente. No, gracias. Fue concebida contra el pueblo y realizamos nuestro alzamiento para asegurarnos de que no sería usada contra él… Cuando una clase social revolucionaria lucha contra las clases propietarias que ofrecen resistencia, la resistencia tiene que ser suprimida y la suprimiremos con los mismos métodos con que las clases propietarias suprimían al proletariado. No se han inventado aún nuevos métodos» (citado por Carr, 1972: 130).

Lenin postuló que si bien era cierto que la Asamblea Constituyente era la forma superior de la democracia burguesa, desde febrero de 1917 la socialdemocracia revolucionaria (es decir, el comunismo o quinta generación de izquierda definida) venía demostrando que la república de los soviets era una fase superior al principio democrático de la república burguesa con su Asamblea Constituyente, puesto que la república de los soviets era la única forma de asegurar la transición lo menos penosa posible al socialismo. De todos modos -como apuntaba con realismo político Lenin- el levantamiento contrarrevolucionario de Kaledin y de los kadetes había «suspendido toda posibilidad de resolver la cuestiones más graves de una manera formalmente democrática» (citado por Carr, 1972: 130-131). Por tanto, lo que había que hacer en relación a la Asamblea Constituyente era «una declaración incondicional de la aceptación del poder soviético, de la Revolución soviética» (citado por Carr, 1972: 131). De modo que se rompió completamente con el constitucionalismo burgués, y aquellos partidos que, aun siendo socialistas, compartían el punto de vista democrático fueron tachados como contrarrevolucionarios: ya fuese de manera meramente intencionada o realmente efectiva. (Ya Marx había dicho en El diociocho brumario de Luis Bonaparte que la Asamblea Constituyente de mayo de 1848 rebajó los resultados de la revolución a un patrón burgués, lo cual abrió el camino para la represión del general Jean-Baptiste Cavaignac).

Continuará.

   Bibliografía

   -Carr, E. H., La revolución bolchevique (1917-1923), Vol. 1, Traducción de Soledad Ortega, Alianza Editorial, Madrid 1972.

-Carr, E. H., El socialismo en un solo país 1924-1926 1, Traducción de Fernando de Diego de la Rosa, Alianza Editorial, Madrid 1974.

-Carr, E. H., La revolución rusa. De Lenin a Stalin (1917-1929), Traducción de Ludolfo Paramio, Alianza Editorial, Madrid 2009.

-Figes, O., La revolución rusa (1891-1924), Traducción de César Vidal, Edhasa, Barcelona 2000.

-Lenin, V.I., Acerca del aparato estatal soviético, Traducción al español Editorial Progreso, Editorial Progreso, Moscú 1980.

-Luxemburg, R., La revolución rusa, Traducción de José Aricó, Editorial Anagrama, Barcelona 1975.

 

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