Entre el 20 de abril y el 11 de mayo de 1846 Marx y Engels redactaron un texto crítico contra Hermann Kriege, uno de los llamados «socialistas verdaderos» contra los que tanto polemizaron Marx y Engels en la segunda mitad de la década de 1840. El texto se publicó como circular litográfica el mismo mes de mayo.
Aunque la Circular no sólo fue firmada por Marx y Engels sino también por Fil. Gigot, Louis Heilberg, Seiler, von Westphalen y Wolff. Wilhelm Weitling votó en contra de las resoluciones frente a Kriege.
Hermann Kriege fue enviado por Feuerbach a Bruselas en calidad de «magnífico agitador» para reunirse con Marx y Engels en la causa del comunismo. Pero Kriege no cumplió las expectativas, pese a transportar la propaganda comunista al otro lado de Atlántico, donde llevaría a cabo algunos trastornos en Nueva York, los cuales resonarían en Bruselas.
Kriege se autoproclamaba el representante del comunismo alemán en Estados Unidos, donde publicaba en Nueva York el semanario Der Volks-Tribune (El tribuno del pueblo), órgano que atizaba de manera fanática, fantástica, sentimental y pomposa principios ajenos a los del comunismo y que sólo servían para desmoralizar a la clase obrera, para lo cual pedía la ayuda de millonarios estadounidenses mendigándoles unos cuantos dólares para la financiación del periódico; y lo hacía haciéndose pasar por representante literario del comunismo alemán en Estados Unidos, lo que comprometía la situación de los auténticos comunistas.
Marx, Engels y compañía enviaron el texto que redactaron para que fuese publicado en el semanario de Kriege bajo el título de «Circular contra Kriege». «En calidad de auténtico apóstol del amor, Kriege se dirige, en primer lugar, a las mujeres, a las que no considera tan depravadas que puedan resistir un corazón palpitando de amor; luego, a los agitadores de última hornada, “con espíritu filial y voluntad de conciliación” -como “hijo”, “hermano” como “hermano carísimo”- y, finalmente, como hombre hablando de los ricos. Nada más llegar a Nueva York expide misivas a todos los ricos comerciantes alemanes, les pone en el pecho las pistolas del amor, guardándose bien de decir lo que espera de ellos; unas veces firma con “Un hombre”, otras con “Un filántropo”, o bien “Un loco”… y “¿Lo queréis creer, amigos míos?”. No hay quien se tome en serio todas estas sonadas majaderías. Lo que a nadie tiene que extrañar, salvo al mismo Kriege. Las conocidas expresiones de amor, ya citadas, van de vez en cuando sazonadas con exclamaciones, tales como (n. 12: “Respuesta a Koch”): “¡Hurra! ¡Viva la comunidad, viva la igualdad, viva el amor!”. Tiene que recurrir a la malicia deliberada y al endurecimiento de cerviz para poder explicarse los problemas prácticos y las indecisiones (cf. n. 14: “Respuesta a Conze”)» (https://marxists.architexturez.net/archive/marx/works/1846/05/11.htm).
En la circular se señala a Kriege como mixtificador del verdadero desarrollo histórico del comunismo en los diferentes países europeos al pensar sus orígenes y desarrollo de modo mitológico y romántico, como si se tratase sólo de intrigas inconscientes entre los miembros de la secta. De ahí que se dijese que la línea editorial del semanario de Kriege «no es comunista». Es más, con Kriege «el comunismo se volvió enfermo de amor»; de ahí que su semanario sólo sea una «Fanfarria filosófica [que sólo sirve] para ahogar la reflexión».
Para Marx y compañía es extravagante e indecente querer «abrazar a toda la humanidad con igual entrega», como escribía Kriege. E incluso éste llega a escribir cosas como: «Y entonces podremos enseñar a los hombres a vivir juntos en paz, para aligerar unos a otros la carga y el trabajo de su vida y construir las primeras moradas en la tierra para el amor celestial». Y también otro disparate extravagante como: «Todos nosotros y nuestras actividades particulares no somos más que síntomas del gran movimiento que está en marcha en las profundidades internas de la humanidad».
Y llega al colmo de la soberbia y de la estulticia sosteniendo: «Cualquier hombre que no apoye a tal partido puede ser tratado con justicia como enemigo de la humanidad». A lo que contesta la Circular: «Esta frase intolerante parece estar en contradicción con la “entrega a todos”, y la “religión del amor” hacia todos. Sin embargo, es una conclusión perfectamente coherente de esta nueva religión, que como todas las demás detesta y persigue mortalmente a todos sus enemigos. El enemigo del partido se convierte con bastante consistencia en hereje, transformándolo de enemigo del partido realmente existente que se combate, en pecador contra la humanidad -que sólo existe en la imaginación- que debe ser castigada»
Kriege transforma el espíritu revolucionario en espíritu santo, y al movimiento obrero en sagrada comunión. Como se dice en la Circular, las afirmaciones de Kriege son el producto de una mente inflada que «se ha absorbido total y completamente en la religión. Veremos cómo Kriege, que en Europa siempre pretendió ser ateo, aquí pretende endosar todas las infamias del cristianismo bajo el cartel del comunismo y termina, con toda coherencia, con la autoprofanación del hombre».
Dice Kriege: «Exigimos en nombre de esa religión de amor que a los hambrientos se les dé de comer, a los sedientos de beber y a los desnudos vestidos». A lo que responde la Circular: «Una demanda que se ha reiterado hasta la saciedad durante ya 1.800 años, sin el menor éxito».
«Kriege marcha a la batalla, entonces, para tomar en serio los deseos no del corazón real y secular, sino del corazón religioso, no los del corazón amargado por la necesidad real, sino los del corazón inflado por una fantasía de dicha. Inmediatamente da prueba de su “corazón religioso” marchando a la batalla como sacerdote, en nombre de los demás, es decir, en nombre de los “pobres”, y de manera que quede absolutamente claro que no necesita el comunismo para sí mismo, tendría que marchar a la batalla con un espíritu de sacrificio propio puro, generoso, dedicado y efusivo por los “pobres”».
Kriege podría clasificarse como un espécimen decimonónico que lo que Gustavo Bueno llama izquierda extravagante, pues parece que su reino no es de este mundo.
Weitling salió en defensa de Kriege afirmando que la posición de éste era la propia para el ambiente y las circunstancias de Estados Unidos. Weitling le escribió a Kriege informándole de que los que protestaban contra él eran unos «intrigantes redomados». «Todas las preocupaciones de la “Liga”, podrida de dinero y formada por unos doce a veinte individuos, están absorbidas por la lucha contra mí, pobre reaccionario. Después que me hayan decapitado a mí, decapitarán a otros, luego a sus amigos, y por último, cuando ya no tengan a quién matar, se cortarán el cuello ellos mismos… Para esta zarabanda no les falta dinero, disponen de sumas gigantescas; yo, en cambio, no encuentro editor. Me han dejado solo con Hess, a quien también niegan el agua y el fuego» (citado por Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, pág. 131).
Sin embargo, Moses Hess no tardaría en abandonar a este hombre ciego de pasión, el cual emigró a Estados Unidos al ser nombrado por la Asociación de Reformas Sociales, una organización de trabajadores alemanes en Estados Unidos, que tomó por órgano el semanario de Kriege, redactor del periódico.