La metapolítica de Eugeni D’ors I: Prolegómenos

La metapolítica de Eugeni D’ors I: Prolegómenos. José Alsina Calvés

Entendemos por Metapolítica[1] o Filosofía política el conjunto de ideas sobre el hombre, la sociedad política y el Estado que subyacen a la actividad política. En esta serie de artículos vamos a ocuparnos de las ideas metapolíticas de D’Ors y su relación con las diversas posiciones y actividades políticas que mantuvo al largo de su vida. La tesis que defenderemos es que estas ideas metapolíticas permanecen relativamente constantes a lo largo de su toda su vida, a pesar de que cambian sus altavoces y sus posicionamientos políticos.

En este sentido, hay que recordar que D’Ors tenía al periodismo como ocupación principal y, especialmente como fuente de ingresos, lo cual explicaría su necesidad de colaborar en medios escritos de muy variada tendencia. A pesar de ello, el contenido básico de sus mensajes escritos permanece invariable, a pesar de las diferencias ideológicas de los medios que lo acogen.

INTRODUCCIÓN: LA EMERGENCIA DE LOS “INTELECTUALES”

Para entender en su conjunto la obra de un autor es imprescindible situarlo en su ambiente y su época. Cuando Eugeni D’Ors amanece en la vida política y periodística en Cataluña se esta produciendo en toda Europa un fenómeno social nuevo: la emergencia de la figura del intelectual, y es muy sintomático que date de esta época (finales del XIX y principios del XX) la mutación que se produce del término “intelectual” de adjetivo a sustantivo.

Hay un consenso considerable de que este fenómeno tiene su origen en Francia, en torno al caso Dreyfus. El capitán del ejercito francés, de origen judío, Alfred Dreyfus, había sido acusado y condenado por espionaje. En 1897 se descubrió que el comandante D’Esterhazy, figura fundamental en el juicio de Dreyfus, había identificado falsamente el documento empleado para probar la culpabilidad del acusado. El Estado Mayor se negó a revisar el proceso, y, en diciembre del mismo año, el Parlamento francés exoneró, por votación a D’Esterhazy[2].

El tema se desplazó hacia la opinión pública con la publicación del célebre artículo de Emile Zola J’accuse (Yo acuso) en el periodico L’Aurore, al cual siguieron una serie de manifiestos y peticiones firmadas por Anatole France, Leon Blum, y Charles Peguy como figuras más destacadas. Clemenceau bautizo esta campaña como “manifestes des Intellectuels”, usando ya el término intelectual como sustantivo.

Según la Real Academia de la Lengua Española, se atribuye a Emilia Pardo Bazán la primera alusión a los intelectuales, refiriéndose al asunto Dreyfus, el año 1900, aunque es muy probable que el término sustantivado ya hubiera sido utilizado con anterioridad[3].

Ahora bien, hay que tener en cuenta que esta emergencia del intelectual como figura pública, se hace posible por unas condiciones sociales y económicas determinadas. En la última década del siglo XIX el periodismo, la extensión del mercado de la prensa y de los libros permitieron a los “trabajadores del intelecto” sobrevivir al margen de la tradicional actividad académica y profesoral[4].

Esta descripción nos da una imagen nítida de D’Ors: marginado de la Universidad por las fallidas oposiciones de 1914 a la cátedra de Psicología de la Universidad de Barcelona, tuvo que contar durante toda su vida para sobrevivir económicamente de su trabajo de la pluma, aunque en los últimos años de su vida fue recompensado por el ministro Ruiz Giménez con la Cátedra Extraordinaria de Ciencia de la Cultura de la Universidad de Madrid. Esta situación explica los supuestos vaivenes políticos de D’Ors, por la necesidad de encontrar medios de expresión, y de supervivencia económica, en publicaciones de índole muy diverso. A pesar de ello, intentaremos demostrar que los elementos fundamentales de su ideario metapolítico permanecieron constantes a lo largo de toda su vida.

En España esta emergencia del intelectual como figura pública viene ligada a la llamada “generación del 98” y a la “literatura del Desastre”, aludiendo a la derrota de España frente a Estados Unidos y a la perdida de las últimas posesiones ultramarinas. Los representantes más señeros de esta generación serían el primer Maeztu, Pio Baroja y Azorín[5]. Al margen de la Generación del 98 tenemos también la llamado literatura regeneracionista, cuyo representante más señero es Joaquín Costa.

Posteriormente irrumpirá la llamada Generación del 14, a la cual, por edad, pertenece D’Ors, con José Ortega y Gasset como figura más representativa. Hay que señalar que D’Ors, ya desde su etapa catalana, mantuvo una fluida relación con todos estos personajes, así como con Marcelino Menéndez Pelayo y con Francisco Giner de los Rios.

Ya desde su etapa catalana, D’Ors mantuvo muy buenas relaciones con la intelectualidad madrileña, y había sido asiduo de diversas tribunas, como la Residencia de Estudiantes.

CONSTANTES EN EL PENSAMIENTO DE D’ORS

Tal como hemos dicho, sostenemos que el pensamiento metapolítico de D’Ors manifiesta unas constantes que van a mantenerse, más allá de las formas de expresión e incluso de la adhesión a diferentes proyectos políticos. A diferencia de otros contemporáneos suyos, como Ramiro de Maeztu, no puede hablarse de “evolución” en el pensamiento de D’Ors. Aranguren[6] dice al respecto que no puede hablarse de historia del pensamiento de D’Ors, pues “historia significa evolución y contingencia, y ni lo uno ni lo otro convienen al estilo orsiano de pensar”. Para este autor, el pensamiento orsiano es comparado con el nacimiento de Palas Atenea, que surgió “completamente armada, blandiendo la lanza, de la cabeza de su autor”.

Félix Ortega, en un interesante trabajo sobre la generación del 98[7], propone un método muy interesante de aproximación a la figura y al trabajo de un intelectual, que vamos a utilizar en nuestro análisis de las constantes del pensamiento orsiano. Este método propone las siguientes líneas de análisis:

  1. Reglas propias de su ámbito, es decir, el tipo de conocimiento que elaboraron.
  2. Las imágenes que proyectaron sobre el individuo y la sociedad.
  3. Las relaciones con la política
  4. La valoración de la Modernidad

El ámbito de conocimiento orsiano

Tal como hemos ido sosteniendo[8], el ámbito desde el que trabaja D’Ors es el ámbito de la filosofía. D’Ors es un filósofo de pleno derecho, pues ha creado un sistema original, de raíces platónicas, desarrollado en obras como La Filosofía del hombre que trabaja y juega y, sobre todo, en El secreto de la Filosofía. Pero D’Ors, como un nuevo Sócrates, no quiere hacer filosofía desde una torre de marfil, sino que quiere descender al ágora, hacer “filosofía cotidiana”, con lo cual su filosofía deviene en pedagogía.

Este afán educador, este socratismo, esta presente en todo momento. Lo encontramos en sus primeras colaboraciones periodísticas en El Poble Català y en La Veu de Catalunya, en catalán, que se recogerán después en el Glosari, y en las posteriores, en español, en ABC, El Debate, Hermes o Arriba, que serán recogidas en el Nuevo Glosario y en el Novísimo Glosario. Cambian las plataformas periodísticas y cambia la lengua de expresión, pero no la voluntad educadora ni la “filosofía cotidiana”.

Este mismo espíritu de una filosofía que deviene pedagogía social lo encontramos en sus diversas realizaciones culturales desde plataformas políticas diversas. Su actuación como secretario del Institut d’Estudis Catalans, la fundación de la Biblioteca de Catalunya y de la Escuela de Bibliotecarias, así como de la red de bibliotecas populares se fundamente en las mismas ideas y en los mismos valores que cuando actúa de director general de Bellas artes a las ordenes del ministro Pedro Sainz Rodriguez, o como secretario del Instituto de España.

Imágenes del individuo y la sociedad

El término individuo casa muy mal con el pensamiento orsiano, siempre en las antípodas de cualquier planteamiento liberal e individualista. En D’Ors hay que hablar de persona o de ser humano. Se acoge a una idea tripartita del hombre, formado de cuerpo, alma y espíritu. Si cuerpo y alma forman una unidad psicofísica, el espíritu se identifica con el Ángel o sobrecosnciente.

Pero, además, y esto es muy importante, este ser humano es zoon politicon, ser social o político por naturaleza. Solo puede ser realmente humano viviendo en sociedad, en contacto con los otros, en ecclesia. No se da en D’Ors esta separación, netamente liberal, entre individuo y sociedad, y, en ningún momento, puede imaginar esta sociedad como resultado de una operación contractual entre los individuos. Al ser el hombre eminentemente social, y solamente poder existir como persona en comunidad, la idea de la persona humana y de la sociedad forman un todo.

¿Cómo seria, según D’Ors, esta sociedad en el seno de la cual va a desarrollarse la persona humana? Veamos sus características fundamentales:

En primer lugar, será una sociedad jerárquica. Monarquía, Unidad, Imperio, son términos habituales en D’Ors, contra todo lo que signifique dispersión o anarquía. Pero esta jerarquía está relacionada con la autoridad, y nos repite muchas veces que autoridad viene de autor. Solamente el que crea o produce tiene autentica autoridad.

Será una sociedad sindicalista. El interés de D’Ors por la vocación, los oficios y, en general, las profesiones, le lleva a imaginar una sociedad organizada corporativamente en profesiones, donde la principal integración de la persona se realice a través del trabajo. Esta idea del sindicalismo está en las antípodas de la lucha de clases, pero, a pesar de ello, D’Ors se interesó y aproximó al movimiento sindical, muy activo en la época en que vivió. Estas inquietudes sindicales fueron la principal causa de su defenestración, pues irritaron, y mucho, a los burgueses de la Lliga[9].

Finalmente diremos que será una sociedad socialista, entendiendo por tal el rechazo de todo individualismo, el afán totalizador y la realización pública de instituciones culturales para la educación e integración de las masas. De esta idea deviene su continua labor cultural como servicio “social”[10], que realizó desde tribunas políticas muy diversas.

Las relaciones con la política

Para D’Ors su militancia cultural, su Heliomáquia o “combate por la luz” debía tomar forma de una “revolución desde arriba”. Por ello su necesidad de actuar desde el Estado, o de un sucedáneo del mismo, como fue la Mancomunidad de Cataluña. Solo al final de su vida, después de ser cesado como director general de Bellas Artes, comienza a alumbrar iniciativas culturales independientes, en lo que hoy día llamaríamos la “sociedad civil».

Todo ello tuvo un coste, pues D’Ors nunca se adaptó a ningún tipo de disciplina partidaria. Como han puesto en manifiesto sus cartas, publicadas por Cacho Viu[11], y aunque pueda parecer paradójico, D’Ors sufrió mucho más la censura y el constreñimiento partidista en su etapa de redactor de La Veu de Catalunya, publicación partidaria de la Lliga, que cuando ocupó cargos en el régimen de Franco. Autores como Andreu Navarra han avalado esta tesis[12].

Las conflictivas relaciones de D’Ors con la política, o con los políticos profesionales, quedaron perfectamente reflejadas en su glosa El nou Prometeo encadenat, escrita poco después de su defenestración de la Mancomunidad por Puig i Cadafalch. Esta escrita en forma de diálogo entre Okeanos (Puig i Cadafalch), que representa al poder, y Prometeo (D’Ors), que es el autor, el creador, el que ha traído el “fuego” (la Cultura) a la Humanidad. En esta glosa puede leerse:

He dicho gobernar ¿Lo has entendido Okeanos? Te lo repito: gobernar ¿Te parece un término demasiado culto? ¿No has entendido que se trata de la principal cuestión, de la esencia de la cuestión sobre la autoridad? ¡Yo soy el Autor¡¡Yo soy quien inventó el fuego y quien lo manipula ¡En todas partes donde el fuego templa, cuece, funde, evapora, hasta allí se extiende mi autoridad de obrero…..Y aquí me tienes encadenado. Y aquí me tienes todavía más profundamente desposeído. Las cosas son mías, y me las has quitado[13].

En este párrafo se refleja perfectamente la tensión entre la misión que se atribuye D’Ors, de Autor, y el poder político. En su concepción de la sociedad, la función del intelectual adquiere un relieve especialísimo, análogo a la misión del Filósofo en la Republica de Platón. La otra cara del espejo quedo reflejada en el dibujo de Xavier Nogués, en el que unos hombrecillos grotescos apedrean con gestos furibundos la silueta clásica de la Ben Plantada.

Valoración de la Modernidad

En multitud de ocasiones D’Ors se reivindica como “moderno”. El movimiento cultural que abandera, el Noucentisme, nace con el siglo XX, en oposición a los propios del XIX, Modernismo y Romanticismo. Pero para D’Ors, que no tiene una visión progresista ni evolucionista, “moderno” significa únicamente “actual”. Si el siglo XIX ha estado dominado por el eon Barroco, el XX lo será por el eon Clásico, del cual el Noucentisme no será más que una variedad temporal.

D’Ors nunca se plantea la Modernidad como un periodo concreto de la historia de la civilización, cuyos orígenes hay que buscarlos en el intervalo de los siglos XVII y XVIII, que se desarrolla a lo largo de los siglos XIX y XX, con una sucesión de ideologías aparentemente opuestas entre sí (liberalismo, comunismo, fascismos), pero con muchos valores comunes, y que entra en crisis profunda en el siglo XXI, con la llamada Posmodernidad.

La valoración de D’Ors del siglo XVIII es altamente positiva, pero tomando algunos aspectos y rechazando otros. Así admira el absolutismo, el despotismo ilustrado y el supuesto clasicismo, pero rechaza el naturalismo, el contractualismo social y la idea de “buen salvaje”. En otras palabras, admira a Voltaire y rechaza a Rousseau.

En diversas ocasiones reclama una “Ilustración católica”, quizá sin darse cuenta del profundo oxímoron que encierra esta frase, al menos si entendemos por Ilustración el movimiento intelectual que lleva de Descartes a Kant, y de Kant a Hegel, filósofo que fue calificado por Maeztu de “heresiarca máximo”.

Pensamos que Ortega y Gasset entendió mejor el significado de la Modernidad, cuando se definió a si mismo como “nada moderno y muy siglo XX”.


[1] Ver Buela, A. (2022) Epítome de Metapolítica. Tarragona, Ediciones Fides.

[2] Inman Fox, E. (1988) Ideología y política en las letras del fin de siglo (1898). Madrid, Espasa Calpe, p. 15.

[3] Inman Fox, obra citada, p. 17.

[4] González Alcantud, J.A., y Robles Egea, A. (2000) El intelectual entre dos siglos: profetismo, compromiso, profesionalidad. En José Antonio González Alcantud y Antonio Robles Egea (Ed.) Intelectuales y ciencias sociales en la Crisis de Fin de Siglo. Barcelona, Anthropos Editorial y Diputación provincial de Granada, pp. 7-14.

[5] Sobre el tema de la Generación del 98 ver Alsina Calvés, j. (2010) Pedro Laín Entralgo, el político, el pensador, el científico. Barcelona, Ediciones Nueva República, pp. 127-130. (2013) Ramiro de Maeztu, del regeneracionismo a la contrarrevolución. Tarragona, Ediciones Fides, pp. 29-36. Ver también Fernandez de la Mora, G. (1979) Ortega y el 98. Madrid, Ediciones Rialp.

[6] Aranguren, J.L. (1945) La Filosofía de Eugenio D’Ors. Ediciones y Publicaciones españolas, p. 14.

[7] Ortega, F. (2000)” Intelectuales y Modernidad: en torno al 98”, en J.A. González Alcantud y A. Robles Egea (eds.) Intelectuales y ciencias sociales en la Crisis del Fin de Siglo. Barcelona, Editorial Anthropos y Diputación Provincial de Granada, pp. 43- 56.

[8] Véase la serie de artículos Filosofía de D’Ors.

[9] Diaz-Plaja, G. (1967) La defenestración de Xénius. Andorra la Vella, Andorra. Fuentes Cordera, M. (2012) La defenestració de Xènius: una qüestió política i ideológica. Cercles. Revista d’Història Cultural, 15, pp. 137-164.

[10] Diaz-Plaja, G. (1982) Lo social en Eugenio D’Ors y otros estudios. Barcelona, Ediciones del Cotal, p. 71.

[11] Cacho Viu, V. (1997) Revisión de Eugenio D’Ors. Barcelona, Quaderns Crema, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes.

[12] Navarra, A. (2018) La escritura y el poder. Vida y ambiciones de Eugenio D’Ors. Barcelona, Tusquets editores.

[13] En Diaz-Plaja, obra citada, p. 90.

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