Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), oriundo del condado libre de Borgoña que Luis XIV anexionó a Francia, pretendía demostrar que la economía política era la metafísica en acción, tomando la dialéctica hegeliana y poniendo en el horizonte la transformación social; pero lo hizo de forma caricaturesca y mistificada, con lo cual chocó con la posición más potente y rigurosa de Karl Marx. Partiendo de teorías políticas, Proudhon concluye con planteamientos utópicos.
Para Marx la doctrina de Proudhon no era una especie de socialismo, sino más bien una especie de idealización de su coetánea sociedad burguesa, y sus erróneos análisis económicos derivaron en una no menos errónea filosofía que además -como subraya Marx- era ridícula. Como se ha dicho, «Marx no combate al anarquismo porque este enfrenta al individuo con la sociedad, sino, al contrario, porque, al no acertar con la esencia del primero, tampoco acierta con la verdadera naturaleza de la segunda» (Jean Kessler, «Prólogo» a La miseria de la filosofía de Karl Marx, Traducción de Tomás Onaindia, Edaf, Madrid 2004, pág. 38).
Proudhon aconsejaba a los trabajadores que no se organizasen políticamente, porque de ese modo imitarían a la clase dominante y seguirían siendo prisioneros de ésta, porque al tener más experiencia en la organización política atraería en beneficio suyo a los líderes revolucionarios menos inteligentes tornando débil al movimiento revolucionario, y si la revolución triunfa a raíz de dicha organización política entonces una vez en el poder los revolucionarios pasarán a ser conservadores del poder autoritario continuando de este modo la contradicción que querían aniquilar. Es más, el autor de La filosofía de la miseria ni siquiera aconsejaba las huelgas, y procura armonizar socialismo y liberalismo, síntesis que le reprocha Marx en Miseria de la filosofía. De modo que el proudhonismo debía ser combatido porque no era la influencia más indicada para infundir organización, y menos aún organización revolucionaria en las filas del proletariado. Esto iba contra Blanqui y los violentos que no aceptaban los resultados de las elecciones democráticas.
Al principio Marx sentía una gran admiración por Proudhon. Nadie fue tan entusiasta como Marx con los primeros escritos de Proudhon (así como tenía en muy alta estima los quehaceres del propagandista y organizador alemán Wilhelm Weitling y la capacidad que tenía de reunir a revolucionarios). Los primeros escritos del socialista francés -pensaba Marx- confirmaban la realidad viviente que el sistema hegeliano sólo pudo expresar especulativamente. En la crítica de Proudhon a la propiedad privada como la causante de todos los males veía Marx la primera manifestación científica del proletariado moderno. Proudhon, como Weitling, fue de los primeros en tomar conciencia de que la clase obrera era lo suficientemente potente para emanciparse por sí misma (esto es, sin ayuda de la burguesía). Entre octubre de 1844 y febrero de 1845 Marx y Proudhon tuvieron largas discusiones nocturnas en las cuales el filósofo de Tréveris trataba de inyectarle la dialéctica hegeliana al filósofo y socialista francés. En 1845, en La sagrada familia, escrito junto a Engels, dijo del socialista francés que su obra ¿Qué es la propiedad? «tiene para la economía nacional la misma importancia que la obra de Sieyés ¿Qué es el tercer estado? para la política moderna» (Karl Marx y Friedrich Engels, La sagrada familia, Akal, Traducción de Carlos Liacho, Madrid 2013, pág. 48). Y añadía que «Proudhon no escribe simplemente en interés de los proletarios; él mismo es proletario, obrero. Su obra es un manifiesto científico del proletariado francés y presenta, en consecuencia, una importancia histórica completamente distinta que la elucubración literaria de un crítico cualquiera» (Ibid., pág. 60). Aunque ya en los manuscritos parisinos de 1844 Marx criticó el igualitarismo que postula Proudhon en ¿Qué es la propiedad?, y el hecho de ver la igualdad de salario como el fin de la revolución social era visto por Marx como un reformismo al por menor. A juicio de Marx, no es, pues, por el igualitarismo y la atenuación del antagonismo de clases, sino por la acentuación de la lucha de clases como se resuelve la contradicción de la propiedad privada. Y esto implicaba la guerra civil, algo que aterrorizaba a Proudhon.
Proudhon estaba influenciado por el periodista y teórico alemán Karl Grün, un hegeliano entusiasta de Feuerbach que era apodado Ernst von der Haid, del cual Marx le quiso apartar al ver en él a un «charlatán» que se cubría con frases «pomposas y arrogantes», y que por ello no dejaba de ser un parásito «peligroso». Para eso Marx le propuso a Proudhon que fuese el corresponsal francés del Comité de Correspondencia que Marx fundó en febrero de 1846 en Bruselas. Proudhon acepta pero con condiciones tales que venían a ser un rechazo de la propuesta. Proudhon debía a Grün, así como a su amigo Ewerneck, «el conocimiento de vuestros escritos, mi querido señor Marx, así como los de M. Engels y la obra tan importante de Feuerbach» (citado por Jean Guichard, El marxismo. Teoría y práctica de la revolución, Traducción de José María Llanos, Editorial Española Desclée de Brouwer, Bilbao 1975, pág. 241).
En 1846 Marx le pidió a Proudhon que se uniese a la Liga de los Justos (que por influencia de Marx y Engels se transformaría en la Liga de los Comunistas). El socialista francés le contestó el 17 de mayo mostrándose partidario de un «antidogmatismo casi absoluto» en cuestiones de economía política: «Demos al mundo un ejemplo de tolerancia culta y con visión de futuro, sin convertirnos en líderes de una nueva intolerancia […] Sólo en estas condiciones me uniré a su asociación». Le reprochaba al comunista de Tréveris su empeño en «adoctrinar al pueblo», y le exigía que no incurriese en la contradicción de Lutero, «que después de haber derribado la teología católica, inmediatamente se dedicó, a golpe de excomuniones y anatemas, a fundar una teología protestante… tengamos una buena y leal polémica; demos al mundo el ejemplo de una prudente y previsora tolerancia; pero no nos convirtamos por estar a la cabeza del movimiento, en los jefes de una nueva religión, aunque sea la religión de la lógica, la religión de la razón… También debo hacerle un comentario sobre una frase de su carta: En el momento de la acción. Tal vez usted sea aún de la opinión de que ninguna reforma es posible actualmente sin un golpe de mano, sin lo que antaño se llamaba una revolución, y que no es más que una simple sacudida. Esta opinión, que entiendo, que disculpo, que discutiría de buen grado puesto que yo mismo la defendí durante mucho tiempo, le confieso que mis últimos estudios me han llevado a revisarla completamente. Creo que no necesitamos algo así para triunfar; y que, en consecuencia no debemos en absoluto plantear la acción revolucionaria como método para la reforma social, porque este supuesto método sería simplemente un llamamiento a la fuerza, a la arbitrariedad, en resumen, una contradicción. Así es como me planteo el problema: insertar en la sociedad, mediante una combinación económica, las riquezas que salieron de la sociedad mediante otra económica. En otras palabras, convertir en Economía política la teoría de la Propiedad contra la Propiedad, de forma que se pueda engendrar lo que ustedes, los socialistas alemanes, llaman comunidad, y que yo, de momento, me limitaré a llamar libertad, igualdad. Ahora bien, creo conocer el medio para resolver, en breve plazo, este problema: de modo que prefiero abrasar a la Propiedad a fuego lento en vez de darle un nuevo impulso realizando un san Bartolomé con los propietarios… creo que la clase obrera de Francia está en la misma disposición que yo; nuestros proletarios están tan sedientos de ciencia que nos recibirían muy mal si solo les diésemos sangre de beber. En suma, opino que por nuestra parte, sería una mala política hablar como exterminadores; siempre hay tiempo para que aparezcan los medios rigurosos; para eso, el pueblo no necesita ninguna exhortación» (Pierre-Joseph Proudhon, «Carta de Proudhon a Marx», Traducción de Tomás Onaindia, Edaf, Madrid 2004, págs.62-63-64).
Además de condenar la revolución violenta, Proudhon también rechazaba la formación de sindicatos y las huelgas, y preconizaba la acción en el terreno económico, con lo cual una nueva organización social se alcanzaría a raíz de la asociación de artesanos, comerciantes, pequeños burgueses y obreros, y por mediación de estas asociaciones o sociedades cooperativas y la libre unión entre todas ellas, en donde se arreglaría el sistema monetario, se llevaría a cabo la extinción del Estado y en su lugar se implantaría una federación de comunas, en donde la tierra y los medios de producción estarían en manos de los trabajadores que se organizarían a través de cooperativas, con lo cual se fomentaría el comercio justo y se alcanzaría un sistema de préstamos sin intereses que serían ofrecidos por bancos populares, y los problemas de producción, consumo, seguros y créditos pasarían a mejor vida. A esta doctrina Proudhon lo llamaba «mutualismo».
Entre enero y junio de 1847, esta vez en solitario tras escribir un par de libros a la limón con Engels, Marx escribió La miseria de la filosofía, obra que publicó la editorial Guillaumin. Esta obra estaba pensada de cabo a rabo contra Pierre-Joseph Proudhon. Se trataba de un libro polémico y corrosivo que se enfrentó a La filosofía de la miseria del socialista francés, que se publicó en octubre 1846 y estaba dirigido fundamentalmente, por sus referencias a Hegel, a los exiliados alemanes en París (en realidad La filosofía de la miseria era el subtítulo correspondiente al título Sistema de las contradicciones económicas). En buena parte de la obra Proudhon pensó contra el socialismo y el comunismo alemán. Con lo cual Marx le respondió con vehemencia en Miseria de la filosofía, que se publicó en francés y en París (porque lo importante era desengañar a los socialistas franceses de las ideas de Proudhon).
Proudhon ya era una celebridad, cosa que no era Marx, por eso mismo Marx pensó contra el libro de Proudhon porque le pareció lo suficientemente elocuente como para llevar a las masas trabajadoras por el mal camino; pareciéndole también, como le confesó por correspondencia el 28 de diciembre de 1846 al periodista y crítico literario ruso Pavel Annenkov, un libro «malo, muy malo». Y afirmaba que Proudhon «no realiza una falsa crítica de la economía política porque posee una filosofía ridícula, sino que realiza una filosofía ridícula porque no ha comprendido el estado social actual en su engranaje, para utilizar una palabra que el señor Proudhon toma de Fourier al igual que otras muchas cosas» (Karl Marx y Friedrich Engels, Cartas sobre El capital, Traducción de Florentino Pérez, Edima, Barcelona 1968, págs.20-21).
Marx decidió escribir su «Anti-Prudhon» en francés para tener más éxito frente a su adversario, cosa que en principio no consiguió porque la influencia de Proudhon en los países latinos no sólo menguó sino que además aumentó, y la disputa contra el proudhonismo se alargó durante muchos años. Todavía el 1 de febrero de 1859 Marx le escribía a Joseph Weydemeyer que el «socialismo proudhoniano», el socialismo de moda en Francia, tenía que ser destruido: «El comunismo debe ante todo desembarazarse de ese “falso hermano”» (Marx y Engels, Cartas sobre El capital, pág. 85).
Esto desde luego no disminuye la importancia teórica e histórica que tuvo Miseria de la filosofía, en cuyas páginas se desarrollaron por primera vez los puntos fundamentales del materialismo histórico, que sólo fueron esbozados en las obras anteriores. La obra se divide en dos partes: en la primera Marx viene a ser una especie de Ricardo pasado por el socialismo, y en la segunda una especie de Hegel involucrado en el campo de la economía (que para Marx siempre es economía-política).
Para Proudhon, como buen reformista contrarrevolucionario, la solución estaba en conciliar trabajo y propiedad, lo que llamaba «La Mutualidad», y por ello no hay motivos para la revolución violenta o un «San Bartolomé contra los propietarios», pues simplemente se trata de conciliar los dos elementos de la antinomia. Podría decirse que Proudhon era un armonista. Y pese a todo, al crecer el número de sus seguidores, el gobierno de Luis Bonaparte consideró a Proudhon un elemento «subversivo», y sería arrestado desde 1849 a 1852.
De modo que, al no admitir el antagonismo de clases, Proudhon no pudo admitir la lucha de clases, y al querer suprimir el «lado malo» de la contradicción detuvo la historia, y por ello Marx le reprochaba que paralizase el presente eternizando las relaciones burguesas de producción. Para Proudhon la finalidad de la historia estaba preestablecida desde toda la eternidad para alcanzar la meta de la igualdad y la libertad (y suponemos que también la fraternidad), posición que Marx diagnosticaba como «providencialista». En cambio, Marx parte de las fuerzas productivas que generan los modos de producción que a su vez dan lugar a las relaciones sociales y como resultado de todo esto se dan las categorías y las ideas, las cuales no dejan de ser productos históricos y transitorios. Sin embargo Proudhon toma las cosas al revés y parte idealistamente de la Razón pura que genera las ideas y las categorías y éstas, a su vez, a las relaciones sociales. Marx le reprocha a Proudhon querer abolir la propiedad capitalista reivindicando al mismo tiempo las leyes eternas de propiedad correspondiente a la producción de mercancías. Vemos, que las tesis de Marx suponían una vuelta del revés a las de Proudhon.