Matar de miedo

Matar de miedo. Samuel Vázquez

El 29 de marzo de 2011 tres encapuchados pertenecientes a un grupo criminal asaltaron de madrugada la vivienda del policía local de Sevilla Casimiro Villegas. Él, que oyó ruidos en el salón, bajó en calzoncillos las escaleras para iniciar una pelea brutal contra los tres que acabó a mordiscos, mientras escuchaba los gritos de pánico de su mujer en la habitación.

En un momento dado, pudo zafarse, encerrar a su mujer en el baño por puro instinto de protección y acceder a su arma de fuego. Preso del pánico, con todas sus capacidades cognitivas afectadas, imposible de dominar su pensamiento consciente, la parte atávica del cerebro tomó las riendas y le predispuso a hacer lo que los seres humanos hemos hecho siempre durante siglos para sobrevivir: anular la amenaza. Así que disparó 11 proyectiles contra la furgoneta de los asaltantes cuando estos se iban, hiriendo a tres.

Le llegaron a pedir 20 años de cárcel y 300.000 euros, que después de un calvario judicial de más de una década, con intento de suicidio incluido, se redujeron a dos años y medio más 50.000 euros de indemnización. Sí, tendrá que pagar a los miembros del grupo criminal que asaltaron su casa en la oscuridad de la noche.

Dos de los cuatro condenados por el asalto (los tres que entraron y el que se quedó en la furgoneta), fueron condenados a la misma pena que el asaltado, y los otros dos a un año más por reincidencia criminal. Como indemnización a la mujer de Casimiro, pagaron menos dinero del que tuvo que pagar una de las dos víctimas del asalto: el propio Casimiro.

Nuestra política criminal no está dirigida a proteger corderos y perseguir lobos, está dirigida a intentar encontrar permanentemente una justificación a la conducta de los lobos, mientras se niega a escuchar cualquier explicación que pudieran dar los corderos.

Y nuestro sistema legal te hace un examen de derecho penal mientras tú te encuentras en una situación de estrés desbordado y miedo insuperable: ¿Has sido proporcional en tu respuesta? ¿Congruente? ¿Ha habido necesidad racional de emplear el medio que has utilizado para tu defensa?

Proporcionalidad, congruencia y necesidad racional del medio empleado. Los criminales no tienen reglas, tú sí. Y si no las cumples a rajatabla, acabarás en la misma cárcel que ellos.

Todo esto juzgado con tiempo y desde un despacho, mientras tú allí, jugándote la vida, escuchando los gritos de tu mujer, sintiéndote vulnerable en el último reducto de seguridad que tiene el ser humano: su hogar. Y ellos dale que dale, que por qué hiciste esto, que por qué no hiciste esto otro. El sistema acaba convenciéndote de que eres igual que ellos, incluso te pone la misma condena.

Si queremos sostener nuestra civilización, todo es mucho más básico: tú has decidido voluntariamente entra por la fuerza de madrugada en mi casa. Yo no. Tú. Así que, a partir de ahora, todo lo que pase dentro de la casa, lo debes asumir tú.

No hay otra manera, cualquier otra concepción de la supervivencia es poner inocentes en peligro y darle motivos al criminal para que reincida y escale en su comportamiento antisocial. Todas las civilizaciones se defendieron con violencia y quien no supo hacerlo así, desapareció del mapa: Si vis pacem, para bellum.

El estrés es una reacción de nuestro organismo que condiciona nuestra conducta, nos impide el comportamiento volitivo (voluntad) y nos somete al atávico (instinto). Juzgarnos en base a la racionalidad de nuestro comportamiento es peligroso, porque perdimos la racionalidad al principio del proceso que generó la tensión que derivó en el estrés. Los policías y soldados lo llamamos “estrés de combate”, tal y como dejó definido Dave Grossman en su ensayo: On Combat: The Psychology and Physiology of Deadly Conflict in War and in Peace; pero cualquiera entiende lo que es una fase de estrés agudo, sin más.

Una vez te encuentres ante una situación donde se vea amenazada tu vida o la de terceros, tu cuerpo experimentará una serie de reacciones automáticas que no podrás controlar. Esto es así porque en ese tipo de escenarios, la amígdala toma las riendas de los impulsos cerebrales y los adapta a una situación de riesgo vital, con un único fin: sobrevivir. Y como ya hemos expresado en anteriores líneas, la mejor manera de asegurar la supervivencia es anular la amenaza.

Las reacciones fisiológicas, aunque nuestro ordenamiento jurídico aún no lo entienda, no son dominadas por el sujeto, que obedece a impulsos cerebrales que no son emitidos por la parte consciente. El hipotálamo segrega cortisol, aumenta la presión arterial, y el torrente sanguíneo se llena de glucosa, lo que te aportará una capacidad de resistencia inexplicable hasta cinco minutos antes. El estrés también produce vasodilatación, y el cerebro envía más sangre a los músculos que utilizamos para huir o enfrentarnos: brazos y piernas. Nuestra fuerza, por lo tanto, aumenta y ni siquiera somos conscientes de una posible respuesta desproporcionada. Como tampoco sabemos desescalar en apenas segundos cambios orgánicos de esa magnitud, tampoco seremos conscientes de golpear la amenaza, incluso después de que ésta deje de ser una amenaza. Tardaremos un tiempo en volver a nuestro comportamiento volitivo y racional.

Cuando las pulsiones suben por encima de 150, se pierde la capacidad motora fina y se deteriora la capacidad auditiva hasta el punto de que puedes incluso no oír los disparos que se producen a pocos metros. A partir de 175 pulsaciones se pierde la visión periférica (efecto túnel). No es porque sí, es porque tu cerebro te está focalizando la amenaza para que la anules y no te distraigas del objetivo.

Bien, pues bajo todos estos condicionantes expuestos y otros más no descritos, nuestro sistema jurídico nos exige un comportamiento racional y nos condena si no lo obtiene.

No lo obtendrá, porque es imposible, así que somos una sociedad que condena permanentemente a los buenos mientras da todo tipo de facilidades a los malos. Quizá estas décadas pasadas de tranquilidad han nublado nuestra consciencia y nos han convertido a todos en seres muy pacíficos, mas la realidad es que tus ideales pueden ser pacíficos, pero la historia es muy violenta, y hay que entender los procesos de violencia para poder proteger a nuestra sociedad de los lobos.

Y tanto antes como después de Casimiro, ¿cuántos? El caso Ferrys, el caso Pepe Lomas, el Caso Pau Rigo… ¿Cuántos inocentes encarcelados o con la vida destrozada por un proceso judicial que se prolonga en el tiempo? ¿Por qué creemos que personas de 80 años que jamás han tenido ningún comportamiento antisocial en su vida, de repente, se vuelven asesinos justo cuando alguien asalta su casa de forma violenta? ¿Por qué no nos hacemos más preguntas? ¿Por qué hemos dejado la política criminal de las últimas décadas en manos de auténticos analfabetos??

Mañana podrías ser tú. ¿sabes cómo reaccionarías? No, no tienes ni idea. Sólo un soldado de élite o alguien muy entrenado en situaciones límite puede racionalizar conductas en escenarios de tensión aguda. Normalmente perdemos los papeles y hacemos y decimos cosas que no son normales por una simple discusión de tráfico, así que imagínate cómo respondería tu cuerpo ante una situación en la que la muerte ronda y acecha. No juzgues y no serás juzgado. Es una obligación moral cambiar toda la política criminal europea.

Huelga decir que si alguien entra por la fuerza de madrugada en la casa donde vivo con mi mujer y mis hijos y yo tengo acceso a mi arma de fuego, voy a vaciar el cargador. Una de las cosas más nobles que puede hacer un hombre, es defender a su familia en su casa.

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