Metapolítica de D’Ors v: D’Ors y la falange

Metapolítica de D’Ors v: D’Ors y la falange. José Alsina Calvés

Vamos a ocuparnos ahora de la las relaciones de D’Ors con Falange, antes y después de la unificación franquista. Partimos de la hipótesis ya expresada en artículos anteriores, según la cual podemos considerar a nuestro autor como un genuino representante de la Revolución Conservadora en España. Pero antes debemos plantearnos una serie de cuestiones, relativas al carácter ideológico del falangismo y a su posible adscripción, o no, a los movimientos fascistas. La cuestión más interesante es investigar como un revolucionario conservador como D’Ors pudo militar en Falange, e influir notablemente en ella, y a cuyas ideas permaneció fiel hasta su muerte, en contraste con las tensiones entre los revolucionarios conservadores alemanes con el nacional-socialismo.

¿Fue la Falange el fascismo español?

Antes de entrar a discutir las posibles respuestas a esta pregunta, debemos aclarar los términos, así como la evolución de los términos en los distintos momentos de la historia. Es cierto, como alegan algunos falangistas que niegan tal adscripción, que el propio José Antonio Primo de Rivera, en algunos de sus discursos, afirmo, de forma categórica que “nuestro movimiento jamás se ha proclamado fascista”. Pero también es cierto que, antes de la fundación de Falange, había participado en la creación de un grupúsculo denominado Movimiento Español Sindicalista- Fascismo Español, así como también había participado con un artículo en la edición única de la publicación “El Fascio. Haz Hispano”. Tampoco podemos olvidar que uno de los principales ideólogos del nacional-sindicalismo, Ramiro Ledesma Ramos, que rompería posteriormente con Primo de Rivera, se proclamaba fascista sin ningún complejo.

Antes de ahondar en estas supuestas contradicciones debemos preguntarnos que entendemos con el término “fascista” (más allá de su utilización como insulto deshumanizador, propio de la posmodernidad), y que significaba este término en la década de los treinta del siglo pasado.

El término “fascista” procede del movimiento que toma el poder en Italia en la década de los veinte bajo el liderazgo de Benito Mussolini, al frente de un partido denominada Partido Nacional Fascista, que procedía de una escisión del Partido Socialista Italiano. Este partido, junto con la Unión Británico de Fascistas de Mosley fueron los únicos movimientos fascistas que se autodenominaron fascistas a sí mismos.

En España no tardan en surgir imitadores, especialmente entre los sectores de la derecha monárquica autoritaria no carlista. Un clásico es el Partido Nacionalista de Albiñana, que adopta las formas exteriores (camisa negra, saludo romano), pero que no es más que un movimiento puramente reaccionario, muy alejado de los planteamientos vitalistas y futuristas del fascio italiano. El hecho de que Mussolini respetara la monarquía (que acabaría traicionándolo) daba alas a estos monárquicos, a los que Ledesma llama “fascistizados”.

El deseo de autenticidad, de búsqueda del “Ser de España”, lleva a José Antonio Primo de Rivera a rechazar el adjetivo “fascista” ¿Cómo vamos a buscar la autenticidad hispana si nos inspiramos en un movimiento que no es español? Pero es precisamente este deseo de autenticidad, y no de mera imitación, es lo que confiere a Falange el carácter de ser la versión española del fascismo, pero con unas características propias de lo Hispano que lo distinguen del fascismo italiano y, sobre todo, del nacional-socialismo alemán.

Y aquí entramos en el meollo de la cuestión ¿Qué tienen en común este conjunto de partidos y movimientos que nacen en la Europa de entreguerras (y también en Hispanoamérica) para que se les pueda calificar con el término genérico de “fascistas”?

A nuestro modo de ver hay dos elementos fundamentales. El primero sería un intento de regresar a la autenticidad nacional, a la esencia o “ser” de sus respectivas comunidades nacionales. El segundo sería un intento de reorganizar la capa conjuntiva de sus respectivos estados con formas alternativas a la democracia liberal, apelando al corporativismo o a una organización sindical del Estado, normalmente coronado por un “partido único” (término contradictorio) cuyo poder real, en los estados donde estos movimientos alcanzaron el poder, varió de forma notable. Todos los movimientos fascistas, llegaran a no al poder, se manifestaron en oposición dialéctica tanto al liberalismo como al comunismo, pero no siempre contra la Modernidad.

Queremos centrarnos sobre todo en el primero de estos elementos. La búsqueda de la esencia o el “ser” de la comunidad nacional puede llevar a lugares muy distintos. En España lleva a buscar los orígenes en el siglo XV, cuando nace la nación histórica española, en forma de Monarquía compuesta o Imperio Hispánico, mucho antes del nacimiento de la Modernidad. Este Imperio Hispánico lucho, y fue derrotado, por las manifestaciones políticas que ya anunciaban la Modernidad: el protestantismo, las monarquías absolutas y los estanos nacionales, derrota que se formalizó en el tratado de Westfalia.

En Alemania o en Italia, naciones donde los movimientos fascistas llegaron al poder, la búsqueda de este “ser” o esencia de la comunidad nacional lleva a orillas muy distintas. Naciones relativamente recientes, unificadas en el siglo XIX, en Italia de la mano del liberalismo radical de Garibaldi aliado con el liberalismo más moderado de la casa de Saboya. En Alemania de la mano del militarismo prusiano, aliado con los nacionalistas liberales partidarios de la teoría del “volksgeit” o “espíritu del pueblo”.

La búsqueda de esta autenticidad lleva a Falange a distinguirse del fascismo italiano y, sobre todo, del nacional-socialismo alemán. Pero precisamente este deseo de autenticidad convierte a Falange en la genuina representación del fascismo español, entendiendo por “fascismo” un término genérico y no específico.

Las características propias de la Nación Histórica española, muy distinta a la italiana y, sobre todo, a la alemana imprimen pues unas características a Falange que la distinguen de otros movimientos parecidos, pero que incorporan muchos elementos de la Modernidad. Así, por ejemplo, el racismo que forma la columna vertebral del nacional-socialismo alemán, es un elemento absolutamente moderno, que nace de la conjunción de la teoría protestante de la predestinación y del darwinismo social, es absolutamente incompatible con la cosmovisión hispánica.

Alexandr Dugin ha señalado a los fascismos como “Tercera Teoría Política” de la Modernidad. Esto es rigurosamente cierto para el nacional-socialismo alemán, y parcialmente cierto en el fascismo italiano, donde coexisten elementos modernos y antimodernos, pero no lo es en el caso español. Las raíces del “ser” de España se encuentran en una Nación Histórica que se configura en forma de Imperio constructor, no solamente antes de la Modernidad, sino que combate activamente contra la misma.

La Revolución Conservadora, con todos sus matices, es un movimiento antimoderno, no por querer regresar a la premodernidad (lo cual sería pura reacción), sino por querer superar la Modernidad, recuperando valores que son eternos y dentro de una concepción cíclica, o mejor, esférica, del tiempo. La mayoría de los integrantes de este movimiento mantuvieron relaciones equívocas, cuando no de oposición, al nacional-socialismo, y el principal motivo hay que buscarlo en los elementos modernos que impregnaban este movimiento político.

En España vemos que un revolucionario conservador como D’Ors no solamente se integró en Falange sin ningún tipo de reserva, sino que tuvo una notable influencia en la génesis de la misma. De hecho, mucho antes de la fundación de Falange, D’Ors ya mantenía relación con diversos grupos que ivan a participar en la génesis del nacional-sindicalismo, como es el caso de la Escuela Romana del Pirineo, grupo ubicado en Bilbao que editaba la revista Hermes.

D’Ors y la Escuela Romana del Pirineo

Se ha dicho muchas veces que las dos ciudades que representan el epicentro de Falange Española fueron Madrid y Valladolid. Sin embargo, algunos autores han situado a Bilbao como otro punto fundamental para la génesis del movimiento falangista[1]. En esta ciudad surge un grupo de escritores e intelectuales que se agrupa en torno a la revista Hermes, que se publica entre 1917 y 1922, y que se llaman a si mismos, de forma un tanto ampulosa “Escuela Romana del Pirineo”. Algunos de los integrantes de este grupo serán figuras fundamentales en la génesis y desarrollo de Falange, aunque hay que señalar que predominan los literatos frente a los teóricos. Allí encontramos a figuras tan significativas como Rafael Sanchez Mazas, Jacinto Miquelarena y Pedro Mourlane Michelena, juntamente al malogrado poeta Ramón de Basterra.

El grupo se gestó en la tertulia del famoso Lyon d’Or de Bilbao, presidida por Pedro Eguillor, y presenta interesantes paralelismos con el Noucentisme, abanderado por D’Ors en Cataluña, paralelismo que queda confirmado por las buenas relaciones que se establecieron rápidamente entre nuestro hombre y el grupo bilbaíno.

Agrupado en torno a la citada revista Hermes y a la tertulia de Lyon d’Or, encontramos al núcleo duro del grupo, formado por los ya citados Sanchez Mazas, Miquelarena y Mourlane Michelena, juntamente con Ramon de Basterra, Pedro Eguillor, Esteban Calle, José Maria Salaverria, Fernando de la Quadra Salcedo y Joaquín de Zuazagoitia.

Hay un paralelismo interesante entre la línea editorial de Hermes y las glosas noucentistas de D’Ors[2]. Una reivindicación de lo urbano frente a lo rural y una inclinación por aquellos valores que, partiendo del localismo, se inclinaran hacia lo universal. Aunque hay ciertos matices diferenciales: D’Ors parte de la catalanidad para proyectarla hacia el mundo mediterráneo, mientras que Hermes parte de la realidad bilbaína para proyectarla hacia la Hispanidad. Pero tanto en caso como en otro hay una afirmación de “modernidad” (entendida únicamente como “actualidad”) frente a este ruralismo neorromántico que, en el caso vasco esta representado por el nacionalismo vasco y, en menor medida, por el carlismo, y en el caso catalán por el catalanismo tradicionalista de un Torres y Bages.

Otro punto importante de coincidencia está en la idea de Europa, entendida como Imperio. En la obra de Ramon de Basterra[3], que consideraba como maestros a Ortega, a Maeztu y al propio D’Ors, hay una afirmación decidida por los valores de romanidad, catolicidad y clasicismo, en la misma línea que podemos encontrar en D’Ors, y que se manifiesta de forma nítida, ya en su etapa catalana, en el epílogo de La Ben Plantada.

D’Ors va a reencontrarse posteriormente, en la militancia falangista, con algunas de las figuras más destacables de Hermes.

D’Ors en Pamplona

La Guerra Civil sorprende a D’Ors en Paris. Vuelto a España, sienta plaza en Pamplona, donde empieza a publicar su Glosario en el diario “Arriba España”, dirigido por el sacerdote Fermín Izurdiaga. También colabora en la revista “Jerarquía”[4]. En torno a D’Ors se formó una tertulia de jóvenes falangistas, entre los que destacaron el propio Rafael Garcia Serrano y Angel Maria Pascual. En la novela de Garcia Serrano Eugenio o la proclamación de la primavera son muy evidentes las influencias orsianas.

Es en Pamplona donde D’Ors realizó su ingreso en Falange, con toda la liturgia que caracterizó su estilo: imitando el ingreso en la Orden de la Caballería medieval, pasó la noche anterior “velando armas” en la Iglesia de San Andrés de Pamplona[5].

El ingreso de D’Ors en Falange no tiene nada que ver con muchas adhesiones oportunistas. Es cierto que no es un “camisa vieja”, pues su afiliación se ha producido iniciada la Guerra Civil, pero todo el desarrollo de sus ideas metapolíticas le llevan hasta esta formación. La síntesis entre su idea Imperial de España (que había intentado aplicar antes a Cataluña), su proyección imperial hacia Europa, su catolicismo político y su interés por un sindicalismo organizado por profesiones solo podía tener cabida en el movimiento creado por José Antonio Primo de Rivera. De hecho, sus relaciones con el fundador venían ya de mucho antes, tal como veremos a continuación.

 Eugenio D’Ors y José Antonio

En los escasos estudios realizados sobre los fundamentos filosóficos del movimiento falangista no se ha prestado mucho interés a la influencia de Eugenio D’Ors, en contraste con la importancia atribuida a las influencias de Ortega y Gasset. Sin negar estas últimas, que existieron, hay que señalar que Ortega jamás militó en Falange y que, a pesar de su adhesión al régimen de Franco, nunca abandonó su liberalismo de corte aristocrático. D’Ors, en cambio, vistió la camisa azul, y nunca renegó de sus ideales falangistas, ni cuando las jerarquías del régimen le dejaron de lado. En esto se distinguió de otros, como Pedro Laín o Antonio Tovar, que al ser ninguneados por el régimen se pasaron a la “oposición democrática”.

Así, por ejemplo, en el libro de Salvador de Brocà, Falange y filosofía[6], prácticamente no hay alusiones a D’Ors. Únicamente se alude, de pasada, a una conferencia de Pilar Primo de Rivera, pronunciada el 4 de julio de 1973 en el Club Mundo, donde al enumerar a los autores que influenciaron “a los españoles de su tiempo” (léase, los falangistas), cita a D’Ors, junto a Marañón, Ortega y Gasset, Menéndez Pidal y Valle-Inclán[7].

También aparece D’Ors, pero muy de pasada, en La corte literaria de José Antonio. La primera generación cultural de la Falange, al referirse a la ya mencionada “Escuela Romana de Pirineo” y a la revista Hermes[8]. Pero en ningún momento se destaca la influencia ideológica y de “estilo” de nuestro hombre en la génesis del falangismo.

Adriano Gomez Molins, en el prólogo al libro José Antonio, testimonio, si que hace una mención inequívoca a las influencias orsianas. Por su parte, Ramón Graells Bofill, en un artículo publicado en la revista Fuerza Nueva en 1977, afirmaba que “José Antonio sentiría siempre por D’Ors una pasión meridiana”[9].

Las relaciones de amistad entre D’Ors y José Antonio son muy anteriores a la afiliación falangista de D’Ors, y se remontan a los años 1932-33, tal como afirma D’Ors en el Nuevo Glosario, con el título “Recuerdos de José Antonio”[10].

En estas conversaciones entre nuestro hombre y el fundador de Falange fluyeron muchas de las ideas que ivan a dar forma al movimiento. El clasicismo y el consiguiente rechazo al romanticismo y a Rousseau (“Un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rousseau”), el patriotismo crítico (“Amamos a España porque no nos gusta”), el rechazo al nacionalismo (“El nacionalismo es el individualismo de los pueblos”), el sindicalismo (“Concebimos a España, en lo económico, como un gigantesco sindicato de productores”), etc.

Las influencias ideológicas de D’Ors fueron, a nuestro entender, fundamentales en la configuración ideológica de un movimiento político que, a pesar de sus parecidos con otros movimientos de la época, tuvo un hecho diferencial importante que deriva de la búsqueda de la autenticidad de una nación histórica como la española, forjada en el siglo XV y que luchó contra la Modernidad naciente, frente a otras naciones (Italia, Alemania) que se forjaron en el siglo XIX de la mano del nacionalismo liberal radical.

Otra cosa es que las circunstancias históricas abortaran este movimiento. El asesinato de sus líderes, su dilución en un movimiento patriótico contrarrevolucionario, el famoso Decreto de Unificación (necesario por otra parte para la unidad del bando nacional), la confusión del falangismo con el régimen de Franco, la involución de este régimen hacia una especie de tecnocracia despolitizada, etc.

Hoy en día, cualquier intento de renacimiento de Falange como movimiento político está condenado al fracaso. Otra cosa es que muchas de estas ideas, convenientemente actualizadas, puedan ser recicladas en un movimiento Hispanista, como Cuarta Teoría Política, superadora de la Modernidad y de su putrefacción posmoderna, pero esto sería otro tema[11].

D’Ors y el franquismo

En los primeros años del régimen vemos a D’Ors ocupar diversos cargos intermedios en la jerarquía franquista. En 1938 es nombrado director del Instituto de España, creado por una Orden de 6 de enero, cuya misión era coordinar a las distintas academias y ser un auténtico “Senado de la Cultura”, y el mismo año era nombrado miembro de la Real Academia Española. Sin embargo, la creación, en noviembre de 1939, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de la mano de José Maria Albareda y José Ibáñez Martin, dejo prácticamente a este instituto de funciones propias. Por otro lado, en enero de 1938, fue también nombrado director general de Bellas artes. Este cargo, menos simbólico y más real, le permitió realizar alguna actividad importante, como la recuperación de importantes obras de arte españolas que habían sido depositadas en Suiza por el gobierno de la República.

Al ser sustituido Pedro Sainz Rodriguez por José Ibáñez Martín en el Ministerio de Educación, D’Ors será cesado de su cargo de director general de Bellas artes, el 25 de agosto de 1939. Podemos decir que aquí termina la “carrera política de D’Ors”. En 1953, un año antes de su muerte, siendo ministro de Educación Joaquín Ruiz Giménez y Rector de la Universidad de Madrid Pedro Laín Entralgo, D’Ors es nombrado Catedrático Extraordinario de Ciencia de la Cultura en esta universidad. Con su salud muy deteriorada, solamente podrá impartir unas pocas lecciones.

Fuera del aparato estatal, D’Ors siguió promocionando empresas culturales diversas. En 1946 participó en la reanudación de publicaciones en catalán, con la reedición de Gualba, la de les mil veus y La Ben Plantada. En 1942 fundó la Academia Breve de Crítica de arte, como institución privada dedicada a la promoción y divulgación de obras artísticas, especialmente de pintura.

A pesar de su postergación oficial, D’Ors nunca renegó de sus ideas falangistas ni coqueteó con la oposición.


[1] Carbajosa, M. y Carbajosa, P. (2003) La corte literaria de José Antonio. La primera generación cultural de la Falange. Barcelona, Ed. Crítica, p. 1.

[2] Fuentes Cordera, M. Eugenio D’Ors y la génesis del discurso del nacionalismo falangista. Girona, Universitat de Girona.

[3] Carbajosa y Carbajosa, obra citada, p. 12.

[4] Parra Celaya, M. (2003) José Antonio y Eugenio D’Ors. Falangismo y catalanidad. Madrid, Plataforma 2003, p. 93.

[5] Obra citada, p. 93.

[6] De Brocà, S. (1976) Falange y filosofía. Tarragona, UNIEUROP

[7] Obra citada, p. 250.

[8] Carbajosa y Carbajosa, obra citada, p. 2.

[9] Parra Celaya, obra citada, pp. 101-102.

[10] D’Ors, E. (1938) Nuevo Glosario, en Arriba España, Pamplona.

[11] Alsina Calvés, J. (2019) El Hispanismo como Cuarta Teoría Política. Tarragona, Ediciones Fides.

Top