¿Qué se nos ha perdido en Ucrania?

¿Qué se nos ha perdido en Ucrania?. Mateo Requesens

Para aquellos que nos hemos criado en la época de la Guerra Fría es difícil desembarazarnos de los parámetros que enmarcaban aquel enfrentamiento indirecto entre las dos grandes superpotencias. Hasta el punto de que hay quienes creen que Putin es un representante del postcomunismo y que podemos trasladar los conceptos de disuasión, distensión o coexistencia pacífica de los bloques de antaño a la situación geoestratégica de hoy en día.  No han entendido nada sobre el nuevo orden mundial que se está configurando. El fin de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo un nuevo sistema geopolítico en el que las potencias europeas perdieron su protagonismo para establecerse un bilateralismo en la política internacional entre la URSS y EE.UU. Su rivalidad se extendió a lo largo de una serie de escenarios regionales en los que se enfrentaron a través de aliados interpuestos. El desencuentro de la China de Mao con los soviéticos no cambió esa situación de bilateralismo, como tampoco la postura de la Francia del General de Gaulle puede entenderse más allá de un inútil intento de multilateralismo. Claro está que al enfrentamiento entre los bloques occidental y soviético se le añadía otro elemento característico, el ideológico:  comunismo contra capitalismo. 

La situación geoestratégica actual por supuesto es heredera de la Guerra Fría, pero no deben confundirse sus contornos.  Ha desaparecido el enfrentamiento ideológico que caracterizó la Segunda Guerra Mundial entre fascismos, comunismo y liberalismo y el del totalitarismo y democracia liberal de la Guerra Fría, ni siquiera podemos argüir que existe un enfrentamiento entre sistemas políticos como el representado en las guerras napoleónicas. Pretender que China y Rusia son el bloque comunista renacido es absurdo (ninguna de las dos naciones rechaza el capitalismo como sistema económico) y entender que Estados Unidos es la cabeza de Occidente contra ese bloque es un anacronismo ridículo. Putin tiene bastante más que ver con el nacionalismo que con el comunismo y la actual China no aspira a exportar la revolución comunista por todo el orbe, a diferencia de la extinta Unión Soviética o del régimen maoísta. En cuanto a Estados Unidos, ha retomado su vieja aspiración hegemónica basada en el idealismo universalista de Woodrow Wilson o Franklin Delano Roosevelt. En este contexto, que tiene que ver con pugnas entre grandes potencias más propias de los tiempos de la Gran Guerra, se añade un elemento ideológico cual es la globalización o mundialismo, como sistema que se propugna desde Occidente, o mejor dicho, desde ciertas elites occidentales.     

Respecto a Ucrania, cada cual podrá simpatizar con uno u otro bando. Históricamente Kiev es la cuna de Rusia, es indiscutible. Que Ucrania se opuso a la Unión Soviética y sufrió en sus carnes el Holodomor, también. Podrán esgrimirse los pactos del final de la Guerra Fría por los que la OTAN no debía meter sus narices en la zona de influencia de Rusia o los de la C.E.I. que daban a Ucrania su soberanía.  Pactos de Minsk, el euromaidan, o lo que a cada cual le convenga sacar para dar la razón a unos u otros, ejercicios de hipocresía. No hay legalidad internacional que valga, disculpas que dan mucha risa si se piensa en Kósovo o Irak, y que cada potencia saca oportunamente de paseo para justificar la defensa de sus intereses, las más de las veces económicos. Los contrarios a la globalización simpatizarán con Putin por darle en los morros a Biden, sin pensar que por mucho que le haga el rendibú a la Iglesia Ortodoxa, no es ningún paladín internacional del tradicionalismo y solo defiende la Gran Madre Rusia, no una alternativa para Occidente. Los liberales estarán con este Occidente de europeos tiralevitas de los Estados Unidos y el mundialismo, sin pensar que su nuevo orden mundial nada tiene que ver con la libertad ni la propiedad privada.

Los chinos nos cuentan que esto es igual que lo de la invasión de Afganistán (se conoce que se equivocaron con Irak). Claro que sí, Ucrania cobijaba una organización terrorista que ha volado por los aires el Kotélnicheskaya Náberezhnaya (la famosa torre de apartamentos de la época estalinista) y asesinado a 3.000 rusos. Puestos a hacernos comulgar con ruedas de molino, desde el lado contrario nos dicen que Putin es Hitler reencarnado invadiendo Polonia. Pequeño detalle, a Alemania la sometieron por la fuerza de las armas y las potencias vencedoras en Versalles le arrebataron parte de sus territorios, incluido el corredor de Danzig, igualico que lo de Ucrania o Crimea, palabrita del niño Jesús.. de Praga. Claro que Putin nos cuenta que va a desnazificar Ucrania. Que lio, todos son nazis. Y podría seguir con maniqueísmos varios, que solo demuestran que de ambos lados todos tienen más jeta que espalda, aunque el que domina absolutamente nuestros medios de comunicación, tanto de derechas como de izquierdas, es el que señala a Rusia y blanquea a Estados Unidos.  

Lo triste es comprobar que Europa sigue sin pintar nada en el concierto internacional. Cuanto más siga Europa las directrices del mundialismo estadounidense, enfrentándose a Putin, más se empuja a Rusia a aliarse con imperialismo económico chino. Aún más triste comprobar como las sociedades europeas se tragan los riesgos a que sus oligarquías políticas les somete. A sabiendas que las sanciones económicas nos van a hacer tanto a más daño a los europeos que a los rusos, respaldan unas medidas que poco van a ayudar a los ucranianos y a nosotros puede que nos suma en una recesión, que, unida a la inflación, nos quitará una importante tajada de nivel de vida.  Conviene recordar que Rusia sólo tiene un endeudamiento del orden del 20 % del PIB, cifra envidiable por cualquier país europeo, además de contar con una enorme reserva de divisas y materias primas y que de usarse el sistema Swift como arma financiera, el tiro puede salir por la culata, si China y Rusia montan un sistema alternativo, que acabaría con el Banco Mundial, el FMI y la era de Bretton Woods con su imperio del dólar.  Y es que una cosa es atizarle a Siria o Libia, y otra muy diferente enfrentarse de tú a tú con otra potencia pareja. La OTAN bien podría haber lanzado un órdago y desplegado su fuerza área en Ucrania para salvaguardar su espacio aéreo hace una semana. No lo ha hecho, así que al igual que con la retirada de Afganistán, la idea que sacan los enemigos de Occidente es que mucho ruido y pocas nueces. De momento la partida la va ganando Putin. Durante la Guerra Fría ambas partes sabían jugar a la disuasión mutua, ahora nuestros líderes son los mercachifles de Bruselas y personajes como Biden, que piensan más en satisfacer los intereses de la Agenda 2030, con su estúpida política energética, que en satisfacer los intereses de sus naciones. Aquí encontramos lo único en que Putin es superior a ellos. 

En cuanto a España, tenemos desplegadas un par de fragatas, unos 80 blindados y unos cuantos aviones. Conviene recordar que la OTAN no protege ni Ceuta ni Melilla, así que buena oportunidad sería vender nuestro apoyo a cambio de algo, pero Pedro Sánchez, como Felipe González en su día, están a lo suyo, que no es lo nuestro. “Es preciso no perder de vista estos hechos. Las cosas son como son y no como nosotros quisiéramos que fueran. Se necesita trabajar con las realidades del mundo nuevo y no con quimeras”, le decía Franco al Presidente Lindon Jonhson cuando rechazó su petición de mandar tropas españolas a Vietnam. Hoy, como entonces en el sudeste asiático, a España no se le ha perdido nada en Ucrania, más allá de la ayuda humanitaria.   

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