Reseña de “Apuntes de un disidente”

Reseña de “Apuntes de un disidente”. Carlos Marín-Blázquez

Título: “Apuntes de un disidente

Autor: Jesús Palomar

Editorial: Independently published, 2020, 148 págs.


EN LAS ENTRAÑAS DEL LEVIATÁN

En una sociedad que ha extraviado el sentido común, quien se obstina en la sensatez se sitúa de manera inevitable al margen. No es un mal emplazamiento si eso le ayuda a tomar la distancia necesaria para evaluar con objetividad el panorama. Superados el estupor inicial, acaso la indignación y quién sabe si hasta el perentorio impulso de proponer soluciones, este observador de la trastornada realidad que se despliega ante sus ojos comprende que para justificar su disidencia no existe tarea más necesaria que la de sacar a la luz las causas que han desembocado en semejante estado de cosas. Para ello, conviene ponerse a la faena pertrechado de un buen puñado de lecturas con las que ir desbrozando el camino que conduce hasta el centro del absurdo. De lo contrario, se corre el riesgo de tomar la dirección equivocada o, en el peor de los casos, de desistir del empeño víctima del hastío que produce el combate con una criatura que no se deja someter.

La serie de artículos que Jesús Palomar ha reunido bajo el título de Apuntes de un disidente se atiene al propósito enunciado en las líneas anteriores. Agrupados en cuatro bloques (La libertad amenazada, El bucle catalán, Estado de partidos y Educación y enseñanza), a través de ellos el autor profundiza en la raíz de los problemas que a lo largo de las últimas décadas han socavado nuestras libertades y degradado de un modo creciente la convivencia. La postura adoptada es la del analista que, con una inteligencia no exenta de ironía y generosas dosis de civismo combativo, identifica los males que afligen a la nación, diagnostica sus causas y se aventura a sugerir la inminencia del fatal desenlace a menos que al paciente se le apliquen, con carácter de urgencia, ciertas remedios indispensables.

La dificultad reside –y Jesús Palomar demuestra estar al tanto de ello- en que se trata de problemas que, en la mayor parte de los casos, desbordan ampliamente el marco de la nación. Si bien es cierto que el despropósito catalán hemos de etiquetarlo como una patología prácticamente inédita en nuestro entorno más cercano, el resto de asuntos encuentran su correspondiente réplica fuera del ámbito español. Así, en el primer bloque se aborda la deriva totalitaria hacia la que vemos deslizarse a gran parte de las democracias occidentales como resultado de la imposición de nuevos modos de censura que buscan legitimarse a través de la exaltación de una serie de constructos ideológicos. Para imponerlos, los actores del nuevo orden recurren a la manipulación del lenguaje y al manejo de los aparatos de control de masas (educación, medios de comunicación, internet, etc) hasta unos niveles obscenos. Técnicas de filiación totalitaria perfeccionadas por los gurús gubernamentales y amplificadas por la omnipresencia de los medios tecnológicos.        

De manera análoga, las conclusiones del epígrafe que agrupa los artículos en los que el autor disecciona el llamado “Estado de partidos” pueden muy bien extrapolarse –con los matices que se quiera- a una gran cantidad de países europeos en los que rige un parecido marco político. Un marco que, en la práctica, convierte a los partidos políticos (no lo olvidemos: entidades privadas) en administradores y casi dueños absolutos no sólo de la esfera de lo público, sino de buena parte de lo que todavía acostumbramos a identificar como dominio de lo privado, convirtiendo la indistinción entre ambos entornos de la vida social en un cáncer que mina la salud del sistema.

Además, la política de subvenciones a los partidos los degrada a meras  agencias de colocación y profesionaliza una actividad a la que debería accederse en virtud de una vocación distinta del simple interés mezquino por disfrutar  de una serie de  prebendas. Y no sólo eso, sino que como la tendencia natural del Poder es a expandirse indefinidamente, la carencia real de contrapesos (la famosa separación de poderes propugnada por Montesquieu es ya poco más que una broma retórica) unida a la ausencia de filtros que garanticen unos mínimos niveles de preparación en quienes asumen las responsabilidades del mando, está propiciando que personajes con nulas facultades para ejercer el gobierno acaben dirigiendo los destinos de su país. La democracia, por esta vía, y a pesar de todos los formalismos legales de que se la quiera adornar, entra en una gravísima crisis de representación. Sirva este clarividente fragmento del libro para ilustrar lo que intento decir: “El sistema de partidos, combinado con el desprecio a Montesquieu, malformación política presente desde la Transición, actúa como un filtro inverso que deja fuera del poder a los mejores. Los políticos se convierten en una clase privilegiada desligada de una sociedad civil cada vez más alienada, explotada y desorientada”. 

Mencionaba al principio la necesidad de proveerse de una nómina de buenas lecturas para acometer con éxito la tarea que Jesús Palomar se impone en este libro. A propósito de ello, el lector encontrará diseminados a lo largo de estas páginas algunos de los nombres que han dado forma a lo mejor del pensamiento político y sociológico occidental en el plazo de aproximadamente los últimos cien años: René Girard, Michael Walzer, Eric Voegelin, Hannah Arendt, Bertrand de Jouvenel o Dalmacio Negro son algunos de los autores sobre los que el autor sostiene la arquitectura intelectual de su libro, lo que dota al edificio resultante de unos cimientos bien sólidos. Aun así, los textos quedan al alcance del lector no especializado, y creo que éste es uno de los méritos más reseñables del autor. Jesús Palomar ha compuesto un libro riguroso al mismo tiempo que ameno y clarificador, escrito con fluidez, y muy necesario en estos tiempos de corrección política y lamentable uniformización del pensamiento. Quienes se acerquen a él agradecerán la balsámica frescura de unas páginas que nos reconcilian con lo mejor de ese espíritu crítico, imprescindible para una vida en libertad, que la corriente de poder preponderante en nuesta época pretende asfixiar sin tapujos. En palabras soberbias del autor: “El síntoma de las épocas oscuras es que la más elemental verdad resulta revolucionaria”.                   

He aquí pues, en el sentido más noble del término, un libro revolucionario.

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