Reseña de “Cuatro perros verdes”

Título: “Cuatro perros verdes”

Autor: Pío Moa

Editorial: Editorial Actas, 2020. 350 págs

De Pío Moa puede decirse que es el historiador español más influyente hoy, pues a él se debe principalmente la ley de memoria histórica. Es decir: la imposibilidad de rebatirle en debate intelectual libre ha forzado al poder a imponer esa ley, concebida para perseguir totalitariamente a quienes discrepen de una insostenible historia que pretenden oficializar los partidos. Menos conocida, en cambio, es su faceta de novelista, en la que lleva publicadas tres obras: El erótico crimen del Ateneo (disponible solo en libro electrónico) Sonaron gritos y golpes a la puerta, y esta recién salida Cuatro perros verdes.

Tal como lo ha explicado el autor, esta última sería la segunda de una trilogía que debería reflejar la evolución de España desde la guerra civil. Así, Sonaron gritos se desarrolla entre 1936 y 1946, y es forzosamente una novela de guerra; la actual sería una novela de paz, pues transcurre en una sola jornada de 1967; y la tercera, si llega a publicarse, tendría por escenario la España actual, que el autor identifica con una corrupción no solo ni principalmente económica. 

Lo primero que hay que decir de Moa como novelista es que no tiene nada de típico ni de tópico. Lo cual en principio no quiere decir gran cosa sobre su calidad, pues, como sabemos, hay obras originales solo por lo estrafalarias. Desde luego no entra en la corriente novelística actual en España ni sigue ninguna moda. Y tampoco puede decirse que sean novelas políticas o históricas, a pesar de que el entorno de los argumentos lo sea, inevitablemente. Sus personajes tienen vida propia al margen de sus opiniones políticas, que tampoco están acentuadas en casi ninguno. 

El título viene del dicho «más raro que un perro verde», con que obsequia el tabernero a cuatro estudiantes por desayunar discutiendo y bromeando o disparatando sobre el sentido de la vida, en vez de hablar «de chicas o de fútbol», como todos los jóvenes. Después del desayuno se dispersan hacia sus estudios, pero aquella discusión mañanera va a provocar en los cuatro, cada uno por su parte, una jornada extraña, en la que interviene el eco de un atentado terrorista, una primera experiencia amorosa, un recuerdo traumático de un viejo amor y un sórdido asesinato de autor no descubierto, en ambiente gay, y que uno de los cuatro atribuye a un viejo amigo suyo. 

Toda la acción, y ciertas lucubraciones obsesivas, pues la discusión continúa en la mente de dos de los personajes, dándose argumentos a sí mismos, se desenvuelven en un doble ámbito: el de la inquietud política en la universidad de aquel tiempo, con el Sindicato Democrático de Estudiantes; y entre la salida y la puesta del sol, el cual adquiere un extraño protagonismo, casi como un personaje más. El problema del sentido de la vida campea entre tanto como el enigma de la esfinge a lo largo de todo el relato. 

Aparentemente, como segunda parte de una trilogía, Cuatro perros verdes parece estar muy alejada, en todos los sentidos, de la primera, tanto en la duración del relato como en la concepción literaria, pero no es del todo así: de pronto entran en escena el hijo del protagonista de Sonaron gritos..., convertido en líder comunista estudiantil, ejemplo de la discontinuidad y oposición de dos generaciones; y otro extraño personaje, al que bautizan como «el fantasma» o «el ruso» porque dice haber sufrido dos fusilamientos en tiempos de la División Azul. De esta manera se establece una ilación entre las dos novelas, cuyas diferencias, por lo demás, sorprenden necesariamente al lector de la primera. 

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