No les quiero engañar, así que desde esta primera línea ya les advierto que escribo esto como ciudadano perteneciente a un proyecto político llamado VOX. Si no quiere seguir leyendo, allá usted. No obstante, también les digo que no voy a decir nada que no lleve diciendo años, porque yo no soy político —aunque lleve unos meses en estos menesteres—; soy madero, y presido una asociación prescriptora de ciencia policial que lleva una década avisando de la nueva realidad criminal que hoy se cierne sobre nosotros.
Yo entré en política sólo con un objetivo: cambiar el modelo policial. Y lo hice por mis hijos, porque tengo los suficientes conocimientos de sociología criminal para saber en qué mundo les va a tocar vivir si los españoles no despiertan y deciden quitarle de una maldita vez el poder al bipartidismo. Háganme caso, si algo sabemos los que hemos hecho modelo comparado, es que los procesos de inmigración ilegal desbordados en el espacio y el tiempo han trasformado la vida de millones de seres humanos en Occidente, destrozado ciudades y rendido países enteros. Pero sabemos algo más, la explosión criminal de un territorio se produce con la segunda y tercera generación, y eso, que ya ha vivido Francia, aún no lo ha vivido España.
Y a este escenario de degradación hemos llegado de la mano de dos partidos, pero de un solo proyecto: el socialista. El PSOE lleva gobernando España 40 años. Cuando ha ganado las elecciones ha gobernado, y también lo ha hecho cuando las ha perdido, porque ha logrado imponer una hegemonía cultural que ha sido asumida de manera sumisa por el PP en todo tiempo y lugar.
Pongamos como ejemplo los tres grandes ejes ideológicos planteados por la izquierda en el siglo XXI, que mueven a nivel europeo miles de millones de euros, y ocupan a miles de cargos: el clima, la ideología de género y la inmigración ilegal. A los tres se ha sometido el Partido Popular con servil obediencia, hasta el punto de que da igual qué partido gane los comicios, las estrategias de la Agenda 2030 se imponen sí o sí. No hay territorio donde mande el PP que no tenga áreas y presupuestos millonarios dedicados a esas tres líneas de actuación. Recordemos las “líneas rojas” de la presidenta extremeña, María Guardiola, para diferenciarse de VOX, o el ya mítico chascarrillo del “corazón asín de ancho” para acoger menas del presidente de Andalucía, Moreno Bonilla.
Se han repartido a seres humanos como lotes a cambio de dinero, generando un efecto llamada que ha convertido el Mediterráneo en un gigantesco cementerio. Han despilfarrado millones en propaganda ideológica de género mientras dejaban abandonadas a su suerte las verdaderas víctimas y nos han engañado una y otra vez con el fanatismo climático, hasta el punto de que el alcalde de Madrid ganó unas elecciones prometiendo eliminar Madrid Central, y acabó superando a Carmena en fanatismo y multas. Conclusión: la izquierda lleva gobernado España cuatro décadas, con distintas siglas.
Como quiera que esos dos partidos no siempre pueden gobernar solos debido a nuestro sistema electoral, se han procurado ambos la permanencia en el poder a base de ir vendiendo España a trozos a todos aquellos que la odian. Así, Aznar hablaba catalán en la intimidad cuando necesitaba a Pujol para gobernar, y Sánchez es capaz de mandar emisarios (hoy fontaneros) a rendir pleitesía a un prófugo de la justicia para seguir en la poltrona.
El PSOE, además, mucho más inteligente que el PP, utilizó un movimiento de indignación ciudadana para crear otro de disidencia controlada que le sirviera de muleta, y los que cogieron la batuta de aquel 15M donde se gritaba “PSOE, PP, la misma mierda es”, pactaron con la mierda en cuanto esta les ofreció sillones, carteras, coches oficiales y escoltas; es decir, estatus y poder, dinero y fama, que era lo que querían.
Miles de horas de televisión se les dieron a aquellos profesores universitarios feministas, que resultaron ser seres oscuros con conductas, como mínimo, antisociales con respecto a las mujeres, y ya veremos si criminales…
Es fácil entender por qué VOX es diferente, a nosotros nadie nos da esas miles de horas, ni en los medios de izquierdas ni en los de derechas. Más bien utilizan esas miles de horas para denostarnos y deshumanizarnos, en los medios de izquierdas y en los de derechas.
Estos días los españoles asisten atónitos a un espectáculo dantesco de corrupción, fango y mierda, pero el gobierno nos dice, con razón, que el primer partido de la oposición también está hasta arriba de corrupción, fango y mierda, y los votantes de unos justifican su papeleta en la urna porque los otros también roban, en un bucle siniestro que condena a nuestros hijos a un mundo que no se merecen. El resumen es que los dos partidos se necesitan para seguir destrozándonos la vida otros cuarenta años, mientras ellos aseguran su retiro en dominicana y los puestos de sus familiares en empresas que dependen del poder.
Y sí, ya sé que me vendréis con el cuento de que Abascal no ha hecho otra cosa que estar en política toda su vida; sí, pero allí donde estar en política implicaba una diana sobre tu cabeza y una sentencia de muerte con muchos candidatos para firmarla. Allí donde nadie quería hacer política si no era a favor de los que tenían las pistolas. Y efectivamente, podría haber seguido muy tranquilo y sin riesgo en el PP, pero optó por jugársela, otra vez, y apostar a una carta que hoy es de probado éxito, pero que cuando nació era una aventura de esas en las que tienes poco que ganar y casi todo que perder.
Ahora la estrategia de esas dos grandes empresas disfrazadas de partidos políticos que son el PP y el PSOE, es sencilla: el adoctrinamiento de años unido al gigantesco sistema que ha operado como agencia de colocación durante décadas les permite asegurase unos cuantos millones de votos hagan lo que hagan, roben lo que roben. A partir de ahí, y a sabiendas que los suyos van a ir a las urnas sí o sí, la segunda parte del plan es que los que no son suyos, no vayan, para que su impunidad sea eterna.
Invisibilizan en sus medios, que son casi todos, al tercer partido más grande de España, manipulan constantemente su mensaje, visibilizan a cuartas opciones radicales para poder darse la razón a sí mismos con aquello de “que viene el fascismo”, ponen bajo los focos de manera constante a todos los que han abandonado por una cuestión u otra VOX, que mientras están dentro son peligrosos ultras, y en cuanto se salen, talentosos liberales. Fomentan y amplían el discurso del “todos son iguales”, que dejará en casa y sin votar a los que no son suyos, y que con la turra de que no son los partidos, es el sistema y las cuatro frases de Trevijano, mantiene a miles de personas esperando desde el sofá una revolución que nunca llega, ni va a llegar, pero que sí les permite a ellos llegar hasta las próxima cita en las urnas y seguir mandando otros cuatro años, y otros cuatro, y otros cuatro; en alternancia, porque son dos, pero son lo mismo.
Cualquiera con dos dedos de frente ha entendido ya que esto sólo se dinamita con Melonis y Mileis, desde dentro, para reconstruir todo lo que han destruido y levantar todo lo que han derribado. Lo único que te impide ahora mismo votar a VOX es el miedo a que te llamen facha. Pierde ese miedo porque está en juego el mundo que le vas dejar a tus hijos, y encima te lo van a llamar igual mientras observas como todo se derrumba; y tú, votando a bolsos de vicepresidenta.