Verdad indigesta

Verdad indigesta. Lomas Cendón

Es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido engañados. Mark Twain dio por hecho que solo podía engañar o convencer del engaño. No contempló posibilidades más jodidas. Lo verdaderamente difícil es asumir que el engaño nos resulta necesario para convencernos de ser alguien; quien sea, Mark Twain, Ibn Asad, Bad Bunny o Friedrich Nietzsche. Este último dijo que, si miras fijamente al abismo, este te devuelve la mirada; y es que en la medida en la que nos comprometemos con la verdad, más insustancial, evanescente y ridícula se muestra la identidad, individual o colectiva. Es fácil engañar a la gente porque la demanda del engaño sobrepasa a la oferta, aunque haya mercados en cada esquina. De ahí el triunfo de la industria de la mentira: no por una suerte de conspiración, no porque los gobernantes sean más inteligentes o audaces que los gobernados, sino porque la mentira es un bien egoísta de primera necesidad. Si no comes, te mueres de hambre. Si no te mientes, mueres de verdad. Te extingues. Te desintegras. Revientas.

El conocimiento es un proceso de aniquilación. Es la ignorancia la que construye; ella es la fuerza creadora de la ilusión. La sabiduría no se pliega a la conjugación del verbo tener; no se deja acompañar por posesivos; no es contable. Es cualitativa: es o no es. Y como no hay huevos para ser, nos conformamos con aparentarlo. Como no soportamos la verdad destructora, nos construimos con falsedades necesarias que parecen ser verdad, que funcionan a cierto nivel, y que además permiten que ese fulano del espejo siga haciendo el gilipollas por ahí. Por eso algún lumbreras dijo: yo soy un hombre hecho a sí mismo.Es cierto: soy médico, soy ecologista, soy juez, soy escritor, soy culé, soy rumbero, soy católico, soy liberal, soy ingeniero, soy homosexual, soy repartidor, soy concejal, soy animalista, soy físico cuántico, soy programador, soy virólogo, soy conservador, soy capitalista, soy astrónomo, soy creyente y, además, quiero seguir siéndolo. A cualquier precio. Si para ello me tengo que mentir, me miento. Si para ello tienes que engañarme, engáñame, pero que no se note demasiado.

A escala biográfica, esta adicción a lo falso empieza en la escuela. El sistema educativo no sirve para otra cosa que para producir yonquis de mentiras. Cada asignatura, con excepción tal vez de las Matemáticas, resulta ser una impostura necesaria para que en la edad adulta puedas fingir ser quien no eres. La Historia te dice que estamos en 2022, y que antes del año 0, existían tipos primitivos que creían en dioses, tomaban plantas alucinógenas, y sacrificaban doncellas y niños. Por suerte, la humanidad ha progresado y hoy en día somos demócratas posmodernos positivistas. Las Ciencias Naturales nos dicen que venimos de un mono venido a más, que se puso en pie después de que los dinosaurios se extinguieran por un meteorito; amén. La Geología nos asegura que la Tierra tiene manto y núcleo, a pesar de que nadie perforó más de 12 kilómetros de los 6000 de radio que aseveran que tiene. La Física nos dice que la mecánica newtoniana es válida, aunque el mundo subatómico vaya a su bola. La Astronomía ratifica que estamos en un sistema solar que se creó hace millones de años, de una estrella ególatra que quiere que todos giremos alrededor suyo, incluido Júpiter, que los supersticiosos griegos y romanos creían que era un dios barbudo, caprichoso, iracundo y pichabrava. Pero eso no era Ciencia, sino burda Mitología. Por eso ya nadie estudia griego o latín, porque no sirve para nada. Tampoco sirve de nada estudiar esta lengua, la verdad, de la que no se ponen de acuerdo ni tan si quiera en su nombre, si español o castellano. Mejor aprender todo en inglés, y después publicitar la escuela como bilingüe, para que los padres farden de modernos. En inglés habla el Foro de Davos, rapea Travis Scott, canta Ariana Grande, y fingen el orgasmo las actrices de Brazzers. También en inglés se publican los estudios científicos que nadie ha leído, con los que se obliga a niños sanos a que se inyecten metralla ganadera, y a que se cubran nariz y boca con una mascarilla. Hacen Educación Física respirando su propio dióxido de carbono, que en clase de Química les han dicho que es tóxico. En Educación Sexual les enseñan a plastificar su pene para acercarlo a una chica, y a atrofiarlo o cortarlo si desean transformarse en ella. La Biología nos habla de mitocondrias, citoplasmas y demás cosas raras, pero nada de la causa primera de la vida. Todo lo que piensas está en tu cerebro. Todo lo que sientes no dejan de ser bioquímicos corriendo por tu torrente sanguíneo. Tu amor por aquella mujer no pasa de ser un chute de endorfinas; tus sueños, ciertas sinapsis neuronales que se activan cuando duermes; y tu fe en Dios, un proceso mental descrito por la Psicología. 

En la medida en la que tragues todo esto serás un hombre o una mujer de provecho. ¡Pues buen provecho! ¡Con su pan se lo coma! Yo ya no trago y prefiero vivir en este mundo entre la arcada y el empacho de consciencia. ¡No soporto más vuestra coprofagia! Si no quieres asumirlo, seguiré escupiéndote estas verdades. Si no te gusta esto que lees, es porque vomito todo lo que escribo.     

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