Milei

Milei. José Vicente Pascual

Después de un siglo de expolio del Estado y de los recursos públicos por una casta política sustancialmente corrupta (la más corrupta de América, ya tiene mérito: recuerden el famoso exabrupto de Jorge Batle, presidente de Uruguay, en 2002 – click), la situación en Argentina es tan lamentable que muchos piensan que no puede ir a peor, porque peor imposible. No se sabe si la inflación está en el 130% o el 150%, total qué más dará a estas alturas. La moneda argentina de mayor valor no compra tres dólares. 18.000.000 de pobres, pero pobres al estilo suramericano, de los de sangre o muerte. La mitad de la población no tiene ingresos regulares y sobrevive buscándose la vida día a día. Entre aquellos que no tienen ingresos estables se cuentan los empleados en precario: a veces cobran una miseria y a veces no cobran nada. La gente que tiene algo de dinero no lo guarda en el banco porque no saben si mañana el banco estará cerrado y sus ahorros habrán sido succionados por el sistema extractivo de la mafia política. De la seguridad ciudadana y el orden público para qué hablar: Buenos Aires es, después de Caracas, el lugar más peligroso del mundo. En fin, etcétera.

Esa es la situación, y en este panorama desolador aparecen Javier Milei y su partido La Libertad Avanza. Ultraliberal, absolutamente disruptivo en su entorno político-social, Milei ha ganado las elecciones primarias con una promesa: dar la vuelta a la situación como se voltea el cubo de la fregona, sacar a los corruptos del poder legislativo y de la administración y acabar con el sistema proteccionista-clientelar del Estado (algo tan arraigado en Argentina, de aquellos peronistas estos kirchneristas), para sustituirlo por una sociedad despejada y a salvo del yugo estatal, donde el libre mercado, la libre competencia y la eficiencia profesional/empresarial marquen el pulso de un resurgir que hoy se ve lejano pero no imposible. El mensaje fuerte de Milei es sencillo: los políticos actuales, todos, son el problema y además de ser el problema monopolizan los mecanismos que activarían unas supuestas soluciones que, por supuesto, nunca llegarán. Con esta idea conductora, algo así como “Yo o la desesperación”, ha conseguido romper el círculo de ninguneo y descrédito en el que han intentado mantenerlo sus adversarios políticos. Hoy es la esperanza de Argentina. La única. Lo demás significa acudir a los de siempre para hagan lo de siempre, con los resultados de siempre. No hay que romperse mucho la cabeza para entender el laberinto: o Milei o los de siempre, los peronistas devenidos en el clan canallesco de Kirchner, los liberales centristas incapaces de ser otra cosa que políticos “chorros”, la izquierda panamericana del Foro de Sao Paulo que todo lo va a arreglar con ideología de género, más subvenciones a los casinillos amigos y más ordeño de la teta estatal, hasta que en vez de dinero dé arena. La conclusión también parece sencilla: o Milei o seguir hundidos en la miseria.

Por descontado, en España ya le han colocado la etiqueta de “extrema derecha”. Nuestro periódico oficial del globalismo bondadoso, La Vanguardia (no me refería a El País, no señores, La Vanguardia le está comiendo terreno a marchas forzadas), compara a Milei con Abascal aunque se parezcan lo mismo que una llave y un semáforo. Justo en la semana en que todos los medios hablaban de la “crisis” en Vox por la salida del liberal Espinosa de los Monteros, a decir de la prensa del régimen “purgado” por sus ideas en materia económica, justo en esa coyuntura, los de Godó no han tenido problema en reajustar sus exigencias en materia tan poco importante para ellos como la coherencia informativa; según La Vanguardia, Abascal y Milei son la misma cosa: derecha que juega con fuego. (Aquí un CLICK muy grande, la galería de infamias lo merece). Y por descontado, en España y en Argentina y en cualquier lugar del mundo donde haya un inquisidor neoprogre, la cantidad de barbaridades, estupideces y falsedades que se dirán y se han dicho sobre Milei resulta estremecedora; cuando la maquinaria del biempensar se pone en marcha y el ministerio mundial de la verdad azuza a sus propagandistas, no se libra ni el Papa de Roma. De Milei se ha afirmado que es un loco (así lo llaman en Argentina cariñosamente, “el loco MIlei”, también “el peluca Milei”), un trastornado con problemas de identidad sexual que siente atracción enfermiza por su hermana, la exquisita Karina Milei, conductora espiritual, por así decirlo, de La Libertad Avanza; se ha dicho que va a liberalizar la venta de órganos humanos, a incentivar la posesión de armas de fuego, a abolir la ley sobre el aborto, de plano, en cuanto llegue al poder; se ha dicho que va a privatizar la sanidad y la enseñanza para que la disfruten quienes puedan pagarlas, que va a vender Argentina a los Estados Unidos por el sencillo método de adoptar el dólar como moneda nacional, que va a extinguir cualquier ayuda social a los más desfavorecidos, a meter a los pobres en guetos y a los delincuentes en prisiones especiales, al estilo Bukele pero en plan bestia porque Argentina es un poco más grande que El Salvador. Por decir salvajadas, el ministro argentino de seguridad, el peronista Aníbal Fernández, ha dicho textualmente: «Si Milei hace lo que dice, va a tener muertos, va a tener sangre». Aquí ya aparece, como era de esperar, el matonismo sindicalero peronista de siempre, aquella euforia biológica que llenó la Argentina de sudor patriotero, masas que contaban los muertos en las manifestaciones proletarias como quien recuerda a antiguos compañeros de farra y que se hizo grande en la historia al mismo ritmo que crecía el cáncer de Evita. Con esa gente, cuidado.

Una cosa sí tienen en común Abascal y Milei: la izquierda los odia. Si por ellos fuese, los meterían en presidio y tirarían la llave al mar. Cancelados. Pero de momento no va a ser, y no sé por qué me da la impresión de que octubre, mes electoral decisivo en Argentina, va a traer más dolores todavía a esa izquierda iberoamericana especializada en empobrecer a los pobres y enriquecer a los que ya se han hecho millonarios con el negocio de la política; o sea, ellos mismos. Ese futuro aguarda: Milei o el caos.

Respecto a las convicciones liberales ultracapitalistas de Milei, en estos momentos de la historia no parece insensato convocarlas a probatura y concederles beneficio de, al menos, una oportunidad. A peor no pueden ir las cosas en el gigante austral. Si el gato caza ratones estará cumplida la intención; y si no funciona tampoco se va a estropear lo que no tiene arreglo..

Esperemos al otoño.

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