¿Qué entenderá Sánchez por federalismo?

¿Qué entenderá Sánchez por federalismo?. Jorge García Contell

Los medios de comunicación no han dejado de cantar las excelencias del acuerdo Sánchez-Aragonés para la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalidad de Cataluña. O, según las lealtades de cada consejo de administración, de maldecirlo y reprobarlo. En general, la prensa enfatiza las rúbricas financieras y tributarias que prevén la cesión del 100% de la recaudación fiscal a un organismo mixto bajo control autonómico, que necesariamente implicará reformar la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas. En la práctica, Cataluña abandonará el régimen común y se diseña para ella una versión sui generis del régimen foral vasconavarro y por tanto queda confirmada, bendecida y extendida la lógica aberrante micronacionalista que exige que los ricos retengan su riqueza y los pobres compartan su pobreza.

Si la asociación de Inspectores de Hacienda del Estado sostiene que el acuerdo suprime la potestad tributaria originaria del Estado, que es uno de los atributos típicos de la soberanía, el retroprogresismo gobernante sonreirá, se encogerá de hombros y guardará silencio. Si los máximos dirigentes socialistas de varias regiones afirman que se oficializa la desigualdad, el enamorado esposo de Begoña ladeará la testa y fruncirá el ceño. Si los economistas arguyen que la merma de aportación catalana al Fondo de Garantía de los Servicios Públicos Fundamentales perjudicará severamente al resto de España, los signatarios del acuerdo no osarán decirlo, pero sin duda pensarán que justamente ése era su propósito. En cualquier caso, un servidor no puede ocultar su perplejidad, pues los protagonistas de la entente en pro de la soberanía fiscal catalana -PSC/PSOE y ERC- son los mismos que ponen el grito en el cielo cuando los ejecutivos regionales de Andalucía, Madrid o Valencia reducen gravámenes tributarios. Son PSOE y ERC quienes, en tales casos, exigen «armonización» fiscal. Sánchez por su parte, como el estadista egregio que él cree ser, afirma que el preacuerdo con los secesionistas supone «dar un paso en la federalización del sistema autonómico». Menuda desfachatez.

Los opinadores, tertulianos y todólogos han enfatizado la faceta tributaria de la entente, aunque otras de sus caras pasan más desapercibidas:

  1. El documento, de veinticinco páginas, proclama en su primer párrafo que los firmantes ostentan «como principios esenciales el reconocimiento de Cataluña como nación» y comparten el objetivo de que «Cataluña gane soberanía».
  2. Posteriormente, envuelto entre perífrasis y metáforas, se insinúa el propósito de acordar un referéndum de autodeterminación.
  3. Consecuentemente con lo anterior, PSC y ERC afirman su voluntad de «reforzar los pilares del reconocimiento nacional de Cataluña, especialmente el modelo de escuela catalana, el fomento del uso social del catalán, y la acción exterior de la Generalidad».

Todo ello no supone más que la confirmación expresa de cuanto ya sabíamos: los firmantes del acuerdo refutan los artículos 1 y 2 del Título Preliminar de la Constitución, combaten la soberanía nacional que reside en el pueblo español y la fundamentación del orden político sobre la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Se proponen proseguir y reforzar la erradicación de la lengua común de los españoles en los usos oficiales y la estigmatización y marginación de sus hablantes, que por cierto son mayoría entre los catalanes. A cada uno lo suyo: al PSOE el reconocimiento público de su condición de enemigo de la continuidad histórica de España.

A pesar de la gravedad del asunto, descendamos siquiera por un instante desde las grandes categorías hasta la menudencia insignificante de Pedro Sánchez, para precisar algunos conceptos básicos y elementales que él, manifiestamente, confunde o desconoce. Afirma el prócer que la abominación firmada por los socialistas y sus compinches de ERC implica un avance hacia el federalismo, lo cual es bastante chocante por varias razones.

  1. La primera, porque lo desmienten los redactores y signatarios del acuerdo. Si su propósito proclamado es «ganar soberanía», nada hay más alejado de la teoría federal. Precisamente, las partes integrantes de un Estado federal renuncian a determinadas facultades que les son propias en favor de la común federación que constituyen. La soberanía, ad intra y ad extra, es la principal y paradigmática de tales atribuciones. ¿O tal vez el Sr. Sánchez considera imaginable que el estado de Michigan, por ejemplo, afirme que se propone adquirir soberanía en detrimento de los Estados Unidos?
  2. Las federaciones que en el mundo existen no reconocen el derecho a la autodeterminación de sus entes subestatales y en algunas de ellas, como Alemania sin ir más lejos, tales propuestas son taxativamente ilegales. En España, ese referéndum que ahora comienzan a planear socialistas y secesionistas está implícita, pero muy claramente, vetado por los artículos 2 y 92.1 de la Constitución.
  3. Si algo define el sistema federal y configura la praxis de los poderes públicos en el federalismo es, precisamente, la multilateralidad. Esto es: la afirmación simultánea de la igualdad de las partes federadas entre sí y la necesidad de actuar de común acuerdo entre ellas y con la Federación para decidir en materias de interés común. Es decir, lo más opuesto a los propósitos de PSC y ERC, que en la página 5 de su acuerdo (por si alguien albergase dudas) afirman que: «Es indispensable un nuevo sistema de financiación basado en una relación bilateral con el Estado y un incremento sustancial de la capacidad normativa y (…) de gestión que garantice la suficiencia financiera y la soberanía fiscal de la Generalidad».

No deseo extenderme más allá de lo imprescindible y entiendo que ya he cubierto el objetivo. Prolongar estas líneas fatigaría imperdonablemente a los lectores y concedería a Sánchez una relevancia de la que carece. A fin de cuentas, con buen criterio -sin que sirva de precedente- Patxi López preguntó públicamente a Pedro Sánchez, con ocasión de las primarias socialistas de 2017: «Pedro, ¿sabes lo que es una nación?». Y lo peor no es que lo ignore, sino que le trae sin cuidado

Top