El suicidio colectivo de los españoles

El suicidio colectivo de los españoles. Raul Morales Del Piñal de Castilla

Estamos sometidos a una sociedad que nos ha impuesto el rodillo del relativismo moral. Este viene a decir que no hay una moral cierta o acertada, que toda moral o inmoralidad tiene cabida y que todo es relativo. Es un concepto filosófico promovido por la izquierda moderna, que le permite cometer todo tipo de tropelías y al tiempo, convencer a la ciudadanía de turno del carácter buenista de las mismas. Como decía Gilbert Harman en 2015, uno de sus principales defensores, “Hay muchos valores morales o marcos de referencia morales y si algo es moralmente correcto o incorrecto, bueno o malo, justo o injusto, virtuoso o no, es siempre una cuestión relativa. Algo puede ser correcto o bueno o justo solo en relación con un marco moral, e incorrecto o malo o injusto en relación con otro. Nada es justo, bueno, injusto o virtuoso”.

Bajo este paradigma, por ejemplo, el gobierno de Sanchez puede justificar sus alianzas con filo terroristas y golpistas, excarcelar a asesinos, violadores, ladrones, corruptos, e incluso introducir en la sociedad la idea del derecho a la pederastia. Lo que pone los vellos de punta, es que estas afirmaciones no son soflamas mesiánicas populistas del facha de turno. No, estas son las leyes que se han promulgado en nuestro país en los últimos meses.

¿Por qué la población no está aterrada con lo que sucede? Muy sencillo, porque llevan años inculcándonos en relativismo moral en todos los aspectos de nuestra vida. Nos han convencido inoculando el veneno a nuestros hijos, por la peana se adora al santo, y de tanto oírlos repetir día tras día los mismos mantras, nos hemos acostumbrado. Tenemos que ser inclusivos, tenemos que ser respetuosos con todo aquello que nos chirría en los oídos, tenemos que aceptar y asumir las costumbres ancestrales de todas las culturas, nos tienen que parecer normales todas las sexualidades incluidas con los árboles, tenemos que respetar los 16 tipos de familia que nos impone la ley por absurdas que fueren y un sin Dios de nuevos cánones woke que debemos asumir sin despeinarnos.

Esto no hace otra cosa que macerar nuestras consciencias para validar que todas las ideas son legítimas, incluido el asesinato de los no nacidos o los enfermos, el intercambio de sexo entre adultos y niños o la exculpación de todos los delitos que le interesen a cualquier gobierno de izquierdas, en función de sus necesidades puntuales.

Permítanme que les diga que esto es el suicidio de cualquier sociedad. La pérdida absoluta de sus valores, de sus más intimas creencias, solo puede conducir al abismo. Pura decadencia al estilo romano y todos sabemos cómo acabo el imperium.

En este país, al menos durante algunos años, hubo una derecha que se oponía y enfrentaba directamente a este tipo de hediondeces morales. Pero el Sr. Rajoy, como buen gallego, prefirió no tomar partido cuando disfrutó de una mayoría absoluta que pudiera devolver cierta cordura a nuestra sociedad. Como defendía Sartre, no tomar decisiones es en sí mismo una decisión, y esta fue la del PP, decantarse por el avance del relativismo moral. De aquellos polvos estos lodos, el PP de entonces prefirió adaptarse a la nueva progresía moral y dejar a un lado sus principios fundacionales. O lo que es lo mismo, renunció a los valores que le daban sentido a su propuesta ideológica.

En estos años poco ha cambiado, su actual presidente impulsó durante su mandato regional una ley que prohíbe trabajar como empleados públicos a aquellos que no tengan acreditado oficialmente sus conocimientos de gallego, aplica leyes y normativas propias sobre género con todos sus perejiles y los pasos de peatones de Santiago de Compostela lucen la bandera multicolor. Como en la anterior etapa de gobierno pepero, ahora promete derogaciones que tras las urnas quedarán nuevamente en el olvido, como ya demostró durante su gobernanza en Galicia.

Todo esto nos lleva a algunos a disentir. ¡Oh, que gran escándalo defender en público que no todo vale! Que la inmoralidad es intrínsecamente ignominiosa y que las ideas no se pueden legitimar por el mero hecho de plantearse como tales. Esto es, en resumen, lo que a muchos nos hizo alejarnos del PP, la renuncia de los valores morales en mor de los grandes nichos de votos. No todos somos capaces de renunciar a nuestra moralidad, la heredada de nuestros padres y de la sociedad cristiana de nuestros antepasados. Quizás no este de moda tener escrúpulos, pero cada día somos más los que no queremos acomodarnos, los que pretendemos ser honorables y transmitírselo a nuestros hijos. Siempre hemos sido un gran país, por las personas que lo conformamos y un día seremos legión los que nos neguemos a transigir. Como le escuché por primera vez a mi admirada Reyes García, allá por 2019, “Superioridad moral, querido. Lo nuestro es superioridad moral”.

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