Entre la derecha liberal y la derecha socialista

Entre la derecha liberal y la derecha socialista

Como partido de aluvión o atrapalotodo, generado hace poco tiempo histórico (en diciembre de 2013), y al que han llegado muchos afiliados en tan poco tiempo a la vez que se convertía en tercera fuerza electoral en España, Vox vive la misma problemática que vivió Podemos, aunque con distintas características. Mientras Podemos es un partido de izquierda indefinida fundamentalista, donde convergen sujetos que vienen del comunismo, de la socialdemocracia, del ecologismo, del separatismo catalán, vasco, gallego, andaluz, canario, etc., en Vox el consenso sobre la unidad de España es unánime, aunque existen en su seno dos sensibilidades distintas a la hora de entender la organización administrativa del Estado. En su programa electoral, Vox se decanta por un equilibrio inestable entre la centralización de competencias en materia educativa y sanitaria y la descentralización administrativa autonómica, provincial y municipal para, en teoría, “atender mejor a las necesidades de los españoles en su localidad más cercana”, y una gestión económica que “no teme al federalismo” (como analicé en mi “Crítica del programa de Vox”, publicado en el no 2 de La Razón Comunista), solidaria de los planteamientos económicos de la Escuela Austriaca en algunos casos, la cual jamás se ha caracterizado por la defensa de unidades políticas centralistas. Esto es lo que determina que Vox sea un partido con dos almas, dos familias ideológicas que los insultos lanzados desde fuera de este partido como “fascistas” o “extrema derecha” no permiten determinar de manera clara.

El término que, a mi juicio, mejor define la ideología de Vox es el de liberal-conservador. Surgido de una escisión del Partido Popular crítica con la deriva autonomista del PP, que ha vivido una explosión electoral después del intento de golpe de Estado secesionista del 1 de octubre de 2017 en Cataluña, Vox defiende la unidad de España, la supresión de las Comunidades Autónomas y la recuperación de España en materia de política exterior como pilares fundamentales, así como la independencia del Poder Judicial respecto del Ejecutivo y del Legislativo y una moral pública conservadora “pro-vida” y “pro-familia tradicional”. Ahora bien, el calificativo de “nacional- católico” que alguno les ha endilgado no se corresponde con la defensa de la reducción drástica de los impuestos a las rentas altas o la disminución del gasto público, sobre todo en materia de administración autonómica, que Vox defiende. Precisamente, la fiscalidad del franquismo no era muy liberal en términos de la Escuela Austriaca. La reforma tributaria de 1957 promovió un retoque progresivo del impuesto sobre las rentas del capital para una mayor redistribución de la riqueza generada, incluyendo un cupo global que siguiera modelos tributarios del siglo XIX, sin subir las cuotas de pago. Esta reforma se limitó a elevar algunos mínimos exentos en la contribución territorial rústica, en los derechos reales y en el impuesto sobre el trabajo personal, pero los cupos tributarios por agrupaciones profesionales de contribuyentes no tienen que ver nada con la minimización de las tributaciones que se defienden desde la Escuela Austriaca.

Todo lo explicado en el párrafo anterior no implica decir que el sector proteccionista de Vox sea criptofranquista, aunque tampoco se niega la afinidad de algunos de sus miembros para con la dictadura de Franco. Pero sí determina que una parte importante, aunque minoritaria en la dirección de Vox, apuesta por una economía más intervencionista que austriaca para que se pueda cumplir su programa. Pero para que esa parte intervencionista en Vox pueda ser apaciguada, la dirección del Partido ha incorporado a su ideología elementos morales conservadores que puedan ser incompatibles con la perspectiva liberal-austriaca de algunos de sus miembros o de posibles votantes.

De esta manera, podríamos encontrar dos familias ideológicas que, a la larga, se muestren incompatibles e irreconciliables en Vox, y que solo su crecimiento electoral y su ascenso al poder podría impedir un choque ideológico mayor. De ahí que la familia propiamente de derecha liberal de Vox, encabezada por el portavoz en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, y la familia propiamente de derecha socialista, o proteccionista, encabezada por el Vicepresidente Jorge Buxadé, con pasado en Falange Española de las JONS, tengan que ser equilibradas por el Secretario General, Javier Ortega Smith, y por la figura de unidad, el Presidente Santiago Abascal.

Ambas familias son de derecha porque todavía pretenden mantener instituciones del Antiguo Régimen, como la monarquía o los cupos vasco-navarros, así como un cierto reconocimiento del altar, por vía religiosa católica, a nivel legislativo y social. Ahora bien, la derecha liberal de Vox busca reducir el gasto público estatal en materia sanitaria y educativa, lo que choca con la recuperación de competencias en estas cuestiones. Y es abiertamente atlantista (otanista), contraria a la intervención rusa en Ucrania y europeísta, si bien pasando por una Europa de Estados-nación que sigan la declaración de Reikiavik. Mientras, la derecha socialista en Vox no es que busque nacionalizar y socializar los medios de producción en manos de la clase obrera española, sino, más bien, realizar una suerte de “revolución desde arriba” que evite la revolución desde abajo, reindustrialice España, y aplique, aunque sea levemente, algo de la justicia social que tanto defendió la Iglesia Católica en diversas familias políticas del siglo pasado, desde el franquismo hasta la democracia cristiana. Esta derecha socialista no es contraria al Estado de bienestar, pero sí a la deriva indefinida que sufre la socialdemocracia y que, viscosamente, impregna las democracias liberales de mercado pletórico capitalista. Por ello, el liberal- conservadurismo acaba siendo un consenso de mínimos en Vox que, eso sí, tira más al liberalismo que a una aplicación laica de la Doctrina Social de la Iglesia, que es lo que pretende la derecha socialista del Partido.

Vox, con su facción proteccionista-socialista, y con sus críticas a la inmigración, cumple la función de cortafuegos a partidos verdaderamente neofascistas en España, que ya tuvo Alianza Popular y el PP antes de la renovación realizada por Aznar. Ahora bien, el voto patriota no liberal en España sigue domesticado, sea este de “izquierdas” o de “derecha”. Y solo podrá tener una oportunidad en cuanto Vox encalle, si es que esto ocurre, como encalló Podemos. Ocurriría de otra manera, siendo contenidos por el PP, que ahora se presenta, con Feijó, como una opción moderada y centrista, más liberal, en el sistema político español. El futuro de Vox depende, en gran medida, del equilibrio que, dentro del liberal-conservadurismo, tengan estas dos familias. Lo que está claro es que el momento histórico de la derecha socialista ya pasó con el final del franquismo. Mientras que el liberalismo sufre su propio proceso de estancamiento ideológico, cuyas derivaciones serían para tratar en otro artículo.

Top