II concurso de relatos: Paternidad

II concurso de relatos: Paternidad

Publicamos el cuadragésimo séptimo trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo” organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. La participación en dicho concurso terminó el pasado 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso

Título: Paternidad

Pseudónimo: El replicante


Querida hija:

La vida es un continuo ir y venir de momentos, situaciones y circunstancias que condicionan nuestra existencia. Lo que necesitamos es permanecer firmes y pedir ayuda en caso de vernos superados, sin ello suponer debilidad o cobardía. Sé que es fácil ponerlo por escrito en comparación con llevarlo a la práctica, y es por eso que me enorgullezco de ti. 

Tus circunstancias no han sido las mejores. Trabajo temporal, un divorcio, juicios, problemas de salud… Y aunque siempre hemos estado a tu lado, te embargaba esa sensación de soledad que afecta a las personas que no tienen un confidente íntimo con quien poder compartir los dolores y glorias cotidianos. Pero, como dice la expresión, Dios no cierra una puerta sin abrir una ventana, y la que abrió en tu caso consiguió airear los miasmas que te atormentaban. Conociste a otra persona de la que no esperabas que se convirtiese en tu nuevo compañero de camino, lo que suele ocurrir porque, ¿quién sabe de antemano esas cosas? Y si lo supiésemos, ¿seguiríamos adelante o nos paralizaríamos por el miedo ante el nuevo paisaje que se nos descubre? Siempre he defendido la aceptación de cierta imprevisibilidad en la vida, ¡qué te voy a contar que no sepas! 

Por todo lo anterior, cada día me aleccionas con la fuerza de voluntad con que arrostras la vida, hasta un nivel que para mí es un secreto, un palimpsesto que no he conseguido descifrar a pesar de mis años. Quizás ocurre porque son las experiencias, y no la edad, las que nos otorgan la sabiduría que nos asiste para mantenernos templados y fuertes en mitad de la tribulación. Yo no pasé por tantas complicaciones, por lo que a veces aquejo una pereza que me lleva a la inacción. Espero que puedas ayudarme en ese aspecto, porque el hecho de que con la edad sea más difícil cambiar de hábitos no implica que no se desee. El deseo es condición inherente a nuestro ser y no siempre nos tiene que llevar al sufrimiento si manejamos bien las expectativas. 

Mientras te escribo me viene a la cabeza que, en realidad, ya hiciste algo para que yo cambiase, aunque esa acción no fue premeditada por tu parte. Ocurrió el día de tu nacimiento. Sí, el de tu nacimiento, no cuando supe venías al mundo ni los días de embarazo de tu madre, que desaproveché para prepararme una paternidad que no me creí hasta que te vi, momento en el que el amor barrió al miedo y a la incertidumbre. Por amor la renuncia es mucho más fácil; casi que ni hace mella: tenía menos tiempo para mis anteriores aficiones, pero no me importaba porque mi mayor afición eras tú; no dormía tanto como antes, pero lo sacrificaba para que durmieses un poco más; tu madre y yo ya no salíamos tanto a los restaurantes, pero cenábamos todos los días con la persona que más queríamos. Y así, te cambiamos pañales, te dimos biberones, te mecíamos entre llanto y llanto, te vimos crecer y, un día, ya eras un torbellino de niña cuya sonrisa nos arrancaba del lamento y nos iluminaba las dudas en las que nos sumergíamos cada día. Gracias a ti pudimos dar un paso más en nuestras vidas y adentrarnos por parajes que nunca habíamos explorado. Fuiste una liberación.

Puedo parecerte un poco exagerado, pero dentro de unos meses me dirás. Estoy seguro de que sentirás algo muy parecido, porque en las zonas limitáneas de las etapas de la vida refulge breve la claridad de pensamiento, pues se observa con mejor perspectiva los aciertos y errores cometidos. Y no te envidio lo más mínimo por el camino que vas a emprender porque te acompañaremos. La única pena que me aflige es que puede que no te escriba una carta como esta para cuando tú también seas abuela. Pero no me arredro ante esa incerteza, pues mientras surque las idas y venidas de este mar, nos tendremos el uno al otro para peinar los vientos de la zozobra y llegar a buen puerto. 

Recuerda que te querremos siempre. Un beso.

Papá.

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