Decía Willy Brandt, presidente de Partido Socialdemócrata de Alemania y Canciller de la Alemania Occidental, que “Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen.”
Estas semanas hemos sido espectadores de una cantidad de acontecimientos que ponen de manifiesto la caverna tuberculosa en la que se está convirtiendo el PSOE del Presidente Pedro Sánchez.
El PSOE, lejos de fortalecer la independencia de las instituciones de nuestra democracia, lo único que pretende es ocuparlas. Garantizar la mayoría parlamentaria para dar estabilidad gubernamental hasta el final de la legislatura y poder gestionar los fondos europeos han podido más en las últimas decisiones del Gobierno que asumir el compromiso estadista que le hubiera correspondido al primer partido de nuestra Nación.
De nada ha servido la advertencia del Tribunal Supremo ya que no se da en este caso ninguna de las tres razones que prevé la ley -justicia, equidad y utilidad pública-, para la concesión de un indulto. Tampoco ha servido no ver indicio alguno de arrepentimiento que abra la puerta a la medida de gracia. Siendo claro el informe del alto tribunal cuando afirma que «la constatación del fracaso de los fines de prevención especial -disuadir al condenado de la comisión de delitos-, apreciable sin necesidad de mayores esfuerzos argumentales, obliga a rechazar el indulto solicitado a favor de los condenados».
En un momento histórico en el cual las instituciones de nuestra democracia están agotadas y han perdiendo credibilidad ante el ciudadano, en el que nuestra Política Exterior carece de respeto internacional, y siendo el poder judicial el único que algo defiende y garantiza los derechos de los ciudadanos y las exigencias de la democracia, el gobierno se permite el lujo de terminar de soterrar el último atisbo de independencia y prestigio que nos quedaba.
La última resolución del Consejo de Europa demuestra la debilidad de nuestra política exterior y pone de manifiesto la no existencia de una política exterior propia. Las presiones de los nacionalismo locales agudizan la crisis institucional encabezada por unos partidos que solo buscan sus propios intereses como agencias de colocación de acólitos. La partitocracia, el amiguismo y el nepotismo, han secuestrado la política en perjuicio de la democracia y de los intereses generales de España.
Querer disfrazar de interés general el interés particular, solo tiene una explicación: la cesión a las presiones internas separatistas que sufre el mismo PSOE, pagar el peaje que viene reclamando el Partido Socialista Catalán (PSC) desde la transición, que posicionó a Zapatero y a Sánchez en la Secretaria General del partido, y que no es otro que viajar hacia la reforma del Estado y la Constitución para convertirlo en un estado Plurinacional y Federal.
Disfrazar un indulto colectivo de individual es un fraude de Ley y buscar su “utilidad pública” para “fomentar la convivencia en Cataluña” es algo que hace sonrojar dada la naturaleza política de la decisión. Una decisión arbitraria, irracional e ilógica si se tiene presente que el fenómeno político es colectivo pero los indultos son individuales y los condenados no han mostrado arrepentimiento, algunos de ellos han manifestado públicamente que volverían a repetir las actuaciones por las que fueron condenados a altas penas de prisión por el delito de sedición, como fue el caso de Jordi Cuixart.
Los indultos abren la hoja de ruta de una izquierda que ha perdido el sentido de estado. Una izquierda que aborrece la idea de España en el mundo, y que al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los países no busca la internacionalización del socialismo por medio del fortalecimiento de las Naciones-Estado, sino que avanza hacia la descomposición de los mínimos canales de convivencia. Ha pasado la época en la que creímos que el socialismo sería garante de libertad, de democracia, de avances sociales y de protección laboral de los trabajadores.
El PSOE se ha convertido en el partido baluarte de la perdida de soberanía. Está dispuesto a volar los vínculos de solidaridad entre españoles consagrando la desigualdad de trato ante la ley para fragmentar y debilitar la sociedad española en busca del beneficio partidista. Hacia el exterior echándose en la manos de los grandes trust financieros progres que utilizan a los trabajadores para aumentar su cuenta de resultados, y hacia el interior, disolviéndose en el separatismo egoísta que pretende las desigualdades ante la ley de los ciudadanos peninsulares en función de la región donde habiten.
Queda poco espacio para la reacción, y más cuando vemos el espectáculo repugnante de empresarios y obispos jaleando al Gobierno para pillar cacho en el reparto de fondos europeos, el Ibex se frota las manos después de aplaudir las torpezas cortoplacistas de Sánchez y su séquito. La esperanza esta puesta en un levantamiento social, que por encima de ideología, asuma el patriotismo como pátina esencial en su piel y atormente a estos nuevos afrancesados con su determinación y compromiso.
No tiene sentido que en los 120 diputados socialistas del Congreso no exista un mínimo de dignidad y sentido de Estado. Alguien que quiera asumir con lealtad los principios inspiradores del PSOE de la transición… Mientras tanto queda para la historia la foto de grupo de estos ciento veinte hombres y mujeres cómplices de la injusticia y de la traición de un partido socialista que pasará a la historia como lapidador de la Nación Española.
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