La verdadera oposición

La verdadera oposición. José María Nieto Vigil

Este gobierno social comunista –que dicho sea de paso, tiene poco de social y, por el contrario, mucho de comunista- merece una verdadera y efectiva oposición. No se trata simplemente de la habitual y cansina guerra dialéctica librada en sede parlamentaria, que también, sino en mantener unos principios y unos valores desde los que plantear la batalla en cualquier ámbito. Es decir, hacer propuestas coherentes y leales con los ideales defendidos, demasiadas veces convertidos en papel mojado, y no mercadear con los electores a cambio de sus votos. La ambigüedad y el transformismo, según vayan las encuestas, no es el camino a seguir por aquellos que aspiren a ser una alternativa de poder. Los partidos veletas, acomplejados y gazmoños no disfrutan del respeto de propios y extraños, es más, merecen el desprecio y el rechazo más explícito posible.

El pueblo español, España en definitiva, merece tener una oposición dispuesta y entregada a la causa que la defienda. Tedio, aburrimiento, desinterés e indiferencia provocan muchos de los debates celebrados en nuestras cámaras de representantes. Nuestra Patria –con mayúscula- está necesitada y sedienta de acciones, no de palabras, más o menos ingeniosas, proclamadas a viva voz desde la tribuna de oradores. Y es precisamente en esto en lo que la formación de Santiago Abascal cobra una merecida distancia respecto a populares y Ciudadanos. Nadie podrá negarme esta afirmación y si alguien lo hiciera faltaría a la evidencia y la realidad del acontecer político nacional.

Vox ha estado siempre donde ha querido estar, sin hipotecas ni intereses personales al servicio de beneficios particulares. Les refrescaré la memoria, aunque sea brevemente por razón de espacio. ¿Quién ejerció la acusación popular que sentó a los irredentos independentistas catalanes en el banquillo de los acusados? ¿Qué partido de la Cámara del Congreso y del Senado presentó una moción de censura? ¿Qué me dicen del reciente comunicado del Tribunal Constitucional en relación a la declaración del estado de alarma? ¿Quién formalizó ese recurso? ¿No es Vox quién ha movilizado y sacado a la gente a la calle a protestar contra las tropelías de este monstruoso gobierno? ¿No han estado los dirigentes de Vox pisando la tierra del albero mientras otros, con cobardía, se han quedado mirando desde la barrera? ¿No ha recorrido Santiago Abascal el territorio electoral del adversario político con independencia del lugar del que se tratara? ¿Las campañas de Vox, mal que les pesen a los otros partidos “opositores”, no han sido claras, contundentes y directas? Baste recordar la sentencia pronunciada en relación a su cartel de los menas en la reciente batalla electoral de Madrid. Podría seguir citándoles innumerables ejemplos de la oposición, comprometida y valiente, que han protagonizado.

En el Parlamento, convertido en un circo por algunos “ilustres” diputados de la bancada socialista, independentista, bilduetarra, comunista del más variado pelaje, o nacionalista, el discurso de los parlamentarios de Vox ha sido decidido, firme y coherente. No les ha temblado el pulso ni han perdido la cara a la izquierda anti española, pese a su condición de inferioridad numérica pero de superioridad moral incuestionable. Así es, no le den más vueltas, hay quienes se dedican al melifluo pasteleo político, a la guerra floral y a los eslóganes fatuos y artificiales.

En el Diario de Sesiones de las Cámaras, en las hemerotecas y en las imágenes recogidas por los medios de comunicación, se han retratado todos, de una u otra manera. Los españoles sabemos quién es quién y qué intereses  les mueven a unos y a otros. Por favor, hagan un ejercicio de análisis crítico con la mínima objetividad para situar a cada uno de los protagonistas en el escenario de los hechos acaecidos. 

Los programas con los que concurren a las elecciones las diversas formaciones son importantes, faltaría más, pero la verdad es la relación directa que se establece entre lo que se dice y lo que se hace. El postureo y la teatralización grandilocuente, fuera de lugar en no pocas ocasiones, desautoriza y desdice a quienes pretenden convencer con la palabra de lo que no hacen con sus actos. Todo ello es banalidad, demagogia y mentira que adultera la verdad. Somos lo que hacemos, no lo que decimos. No se trata de aparentar, según la ocasión, de aquello en lo que no se cree ni se defiende, movidos por espurios y oscuros fines ajenos a los electores. No se engañen, abrán bien los ojos, agudicen el oído y sepan interpretar el lenguaje no verbal, que representa más del ochenta por ciento de la comunicación humana. Una imagen vale más que mil palabras, no les quepa la menor duda. 

Hecha esta aclaración, tan pertinente como oportuna, les invito a valorar a los líderes de la oposición según sus méritos, si es que los tienen, y según sus incoherencias, vacilaciones, cambios de estrategias y presencia entre el pueblo que les elige. No se dejen engañar por las falsas promesas mitineras, no consientan que les embauquen con cantos de sirenas, no acepten la apariencia si detenerse en la esencia. En España sobran los comediantes, los humoristas de chiste y chascarrillo, los charlatanes de feria y los pedantes engolados y engreídos. Por el contrario, para duelo y quebranto de los que amamos a nuestra Patria –con mayúscula-, escasean los dirigentes capaces, también capacitados, honorables y leales a sus votantes, a sus electores, en definitiva, al pueblo español. Programas de acuerdo a principios y valores sí, políticos arrojados y serviciales también, ambos son fundamentales, son importantísimos, puesto que en ellos delegamos nuestra soberanía para construir nuestro presente, y lo que es más relevante, la construcción de nuestro porvenir, el de las generaciones venideras. ¿Qué legado les queremos transmitir en herencia? ¿Qué patrimonio les vamos a entregar fruto de nuestras decisiones y de nuestro trabajo?

Miren ustedes, uno no puede defender aquello que no ama, que no conoce. Es imposible de todo punto. España es una empresa universal, un proyecto de ejecución permanente en el discurrir del tiempo, no es una quimera ni una falacia, tampoco un invento para atraer simpatías. España, y con ella los españoles, lo somos todo, en su unidad basada en la diversidad enriquecedora que aportan todas sus regiones, todos nuestros compatriotas. No se la puede ultrajar ni por acto de rebeldía, traición o desafección, ni tampoco por la indolencia, la indiferencia y la apatía de los neutros. España es nuestra Patria –con mayúscula-, nuestra ilusión y la causa de nuestros anhelos, también de nuestros desvelos y preocupaciones. Yo, a título personal, no estoy dispuesto a abandonarla indefensa ante los complejos de los patriotas de ocasión, menos aún de los que la quieren mancillar y despedazar. Esta grata tarea, ardua y complicada, es un trabajo que dura toda nuestra vida, basada siempre en un espíritu acendrado al servicio y sacrificio, a la entrega generosa sin tasa, sin reserva, profesándola un amor incondicional e incontestable. Queridos lectores no exagero si les digo que hoy me duele España, que me hace sufrir el maltrato que sufre y que padece. Españoles…¡¡¡Despertad!!!

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