Rechazamos ir a una «guerra injusta» en Ucrania

Rechazamos ir a una "guerra injusta" en Ucrania. Jasiel Paris

La Europa de Emmanuel Macron, Keir Starmer y Ursula von der Leyen ha olvidado sus raíces, creyendo que con ello se libraba de lastres y rémoras del pasado, quitándose de encima la pesadez de los rituales, la rigidez de las costumbres y la carga de las responsabilidades familiares, nacionales o religiosas. En realidad hemos tirado a la basura las libertades que emanaban de nuestra civilización: el derecho a la resistencia y a la rebelión, el deber de desobedecer las leyes injustas e, incluso, la capacidad de dar muerte a los líderes políticos que se convierten en tiranos (el llamado «tiranicidio»).

Ahora Europa pretende compensar este vaciado de identidad apostando por una animada retórica belicista y de rearme, la rehabilitación del nacionalismo (en nombre de Ucrania) y del imperialismo (en nombre de la Unión Europea), así como la construcción de un enemigo exterior que nos de sentido (Rusia). Así, diferentes sectores europeos debaten incrementar el apoyo europeo a la guerra de Ucrania: más dinero, más armas y, quizás, tropas europeas. En esas están franceses, británicos, suecos…

Por el momento hablan de «una fuerza de paz» que llegaría a Ucrania «después del fin del conflicto», pero es sencillo que de ese plan pasen a otro más agresivo y directo. Con tal envío de tropas podríamos estar ante una «guerra injusta», según los viejos teólogos cristianos. La guerra es injusta, según sus definiciones, si en vez de lograr el fin de la violencia va a prolongarla. Eso es precisamente lo que llevamos haciendo tres años. Y es también el efecto que podría tener la propuesta europea, bien aumentando la tensión de la actual situación bélica, bien sentando las bases para un futuro conflicto por la injerencia occidental en la frontera rusa.

La guerra también es injusta si de ella se puede derivar una situación peor que la actual: provocar una escalada militar hacia la Tercera Guerra Mundial o impulsar la carrera de militarización regional hasta la disuasión nuclear. Seguramente los líderes europeos manejan en secreto estos gravísimos escenarios potenciales y por eso se abstienen del plan los países moderadamente belicistas (como Alemania o Italia), pero también algún país radicalmente belicista (como Polonia). Y ello es otro indicador de una guerra injusta: aquella que se libra sin posibilidades reales de victoria. Que alguien calcule la ridícula pequeñez numérica de las tropas europeas y de nuestros presupuestos de defensa (especialmente en ausencia de la contribución de EEUU), comparándolo con Rusia.

¿Otro motivo por el que la participación de militares europeos daría lugar a una guerra injusta? La guerra, para ser justa, ha de ser el último recurso. Antes de enviar soldados hay que recurrir a la diplomacia. Y Europa tiene un largo historial de saltársela: desde los acuerdos de Minsk en 2014 (que Merkel y Hollande nunca se tomaron en serio) hasta la propuesta de paz entre Rusia y Ucrania en 2022 (que fue boicoteada por Boris Johnson). Por lo tanto, antes de que Europa Occidental ponga «botas sobre el terreno», habría que explorar toda una gama de soluciones previas. Primero negociar garantías de seguridad que no impliquen despliegue de tropas. Luego proponer misiones de paz «tipo ONU» (descartando la intervención unilateral de unos pocos países hostiles a Rusia). Y así sucesivamente.

Pero quizás la principal característica de una guerra injusta es que no es defensiva. Se puede argumentar que Ucrania sí se está defendiendo de Rusia. Sí, aunque haya sido la iniciadora de la persecución de la minoría rusa. Sí, aunque a día de hoy ataque y ocupe territorio ruso más allá de la mera función defensiva. Pero no se puede decir lo mismo de los europeos. Nosotros no hemos sido atacados directamente por Rusia (más bien hemos sido los atacantes, a través de nuestro apoyo directo al ejército ucraniano en los últimos años). Nuestro envío de tropas no sería, por lo tanto, un acto defensivo sino un nuevo acto agresivo, por mucho que esgrimamos motivos de «defensa», «seguridad» y «paz».

Por último, el pensamiento católico afirma que una guerra justa ha de tener una causa justa. ¿Y cuáles son los motivos de la propuesta de envío de tropas europeas a Ucrania? Fortalecer a la Unión Europea en el plano internacional. Restaurar el poder francés dentro del contienente y el poder británico sobre el continente. Revalidar la legitimidad de algunos líderes europeos en horas bajas. Asegurarnos frente a EEUU una parte del botín ucraniano de combustibles y tierras raras.

Hay quien dice que las élites europeas tienen aquí una motivación relacionada con el pecado capital de la avaricia. Pero hay otra motivación mayor que se corresponde con otro pecado peor. Nuestros filósofos escribieron que la peor intención posible para la guerra injusta era… la soberbia. ¿Ejemplos de ella? Los europeos siendo gusanos militares y queriendo ser gigantes. La vanidad de querer rendir a Rusia después de haber fracasado en el intento en todos los frentes, desde la censura hasta las sanciones. El ego herido de la UE y los socios de la OTAN, que buscan humillar a Trump complicando la paz entre Ucrania y Rusia. Por no hablar de nuestra voluntad de inflamar el orgullo de Zelensky y los ultranacionalistas ucranianos, en lugar de templar las voluntades.

Hay una última característica de las guerras injustas en la lista de autores como Tomás de Aquino. Son guerras declaradas por autoridades falsas y tiránicas. Otro día hablaremos de la dudosa legitimidad para enviar tropas que tienen figuras que el pueblo no ha elegido, como Ursula von der Leyen en la UE o Mark Rutte en la OTAN. Y de lo que se hace con los tiranos que declaran guerras injustas…

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