Reseña de “El amante de Lady Chatterley”

Título: “El amante de Lady Chatterley”

Autor: D. H. Lawrence


 

David Herbert Richards Lawrence (Eastwood, Inglaterra; 11 de septiembre de 1885-Vence, Francia; 2 de marzo de 1930) fue un escritor inglés, autor de novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos, libros de viaje, pinturas, traducciones, y críticas literarias. Su literatura expone una extensa reflexión acerca de los efectos deshumanizadores de la modernidad y la industrialización, y aborda cuestiones relacionadas con la salud emocional, la vitalidad, la espontaneidad, la sexualidad humana y el instinto.

El amante de Lady Chatterley fue escrita en Florencia, publicándose la primera edición en 1928. El libro causó un gran escándalo, especialmente entre la puritana sociedad inglesa, por sus descripciones muy explícitas sobre sexualidad, y durante mucho tiempo se considero a Lawrence como un autor de obras pornográficas.

La obra relata los amores de Connie, Lady Chatterley, esposa de Clifford Chatterley, señor de Wragby, con Mellors, guardabosques de las tierras de su marido. Pero mucho más allá de un simple relato romántico o erótico, constituye una genial exposición de las ideas de Lawrence sobre el ser humano, la sexualidad y el impulso vital, y una condena generalizada a la modernidad y a la industrialización, representada por la minería, que está transformando las tierras de las Midlans.

La obra de Lawrence hay que enmarcarla en el vitalismo y el irracionalismo que emergen en Europa en el periodo de entreguerras. Hay un notable paralelismo entre las ideas que emergen o se dejan entrever en esta novela con el irracionalismo de Ludwing Klages. No es casualidad que la protagonista, en su juventud, hubiera estado en Alemania con su hermana, y que se hubiera movido en círculos próximos a los Wandervögel, movimiento juvenil de carácter vitalista que se había inspirado en gran parte en los escritos de Klages.

Clifford Chatterley es el representante de una clase dirigente que, a pesar de sus apelaciones a la tradición, está destruyendo la vieja Inglaterra, rural y señorial, con su modernización e industrialización. Wragby es todo un símbolo: las minas han destruido, no solamente el paisaje y en envenenado el aire, sino también han destruido a los habitantes, convertidos en mineros, cuya alma está tan ennegrecida como su cuerpo por el polvo de carbón. Unos y otros, señores y mineros, están poseídos por el afán de ganar dinero. Pero Clifford, además, es un impedido, que va en silla de ruedas por sus heridas en el guerra, y, a consecuencia de las mismas, es un impotente sexual, que no puede tener relaciones con su mujer ni hacerle un hijo.

Frente a unos y a otros aparece Mellors, un hombre desclasado, que ha estado en el ejercito y alcanzado el grado de teniente. Es un hombre culto, que se ha educado como un “caballero”, pero que es hijo de mineros. Al dejar el ejército vuelve a su tierra natal y se refugia en el bosque, en el poco que queda. No es muy difícil trazar un paralelismo entre la figura del guardabosques y la del emboscado de Jünger. Frente al castrado Clifford y a los ennegrecidos mineros, Mellors es el “hombre de verdad”, que no puede dejar de atraer, con una fuerza imparable, a Connie, la “mujer de verdad”.

Hay que señalar que esta novela no solo produjo escandalo entre la sociedad puritana, si no que también provocó las iras del incipiente movimiento feminista, y con razón. Más allá de las descripciones explicitas de las relaciones sexuales entre los protagonistas, hay una defensa absoluta de la polaridad hombre/mujer y de la penetración.

Lawrence está en las antípodas de cualquier forma de progresismo o de feminismo. Es cierto que se ríe de los prejuicios de clase de alta sociedad inglesa: Clifford está dispuesto a tolerar que su mujer tenga un amante, especialmente si puede hacerle un hijo que él haga pasar como suyo y hacerlo heredero de Wragby, pero se horroriza al saber que el amante es su criado, su guardabosques. Pero Hilda, la hermana de Connie, feminista y socialista, también hace gala de los mismo prejuicios de clase al enterarse que el amante de su hermana es un guardabosques, criado de su marido.

El bolchevismo no sale mejor parado. Clifford lo teme y lo odia: se imagina a los ennegrecidos mineros asaltado las minas a la fuerza e invadiendo su mansión. En contraste, Mellors se muestra indiferente, y, en una conversación con Connie afirma que, de hecho, ya están en el bolchevismo, pues la industrialización, la mecanización y la pasión por el dinero que inunda la sociedad inglesa son ya, de hecho, bolchevismo. El triunfo político de los bolcheviques no haría más que cambiar a los dirigentes, al castrado Clifford por los mineros ennegrecidos, pero las minas seguirían escarbando en las entrañas de Inglaterra, y emponzoñando los bosques en retirada con su polvo de carbón.

Una novela magnífica, tierna y humana, y, a la vez, un rechazo profundo a la Modernidad en todas sus manifestaciones.

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