Discapacidad de género

Discapacidad de género. Mateo Requesens

La Convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad, hecha en Nueva York el 13 de diciembre de 2006, en su artículo 12 proclama que las personas con discapacidad tienen capacidad jurídica en igualdad de condiciones con las demás en todos los aspectos de la vida. Una afirmación que supone otro ejercicio más de esa ideológica mágica de la ONU, que prescinde de la realidad biológica del ser humano, para proclamar un igualitarismo irracional. El pasado mes de junio esta ideica, fruto de una sobredosis de “Alguien voló sobre el nido del cuco”, ha guiado la reforma de nuestra legislación civil y procesal para introducir el apoyo a las personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica, una nueva legislación que solo trae más burocracia y quebraderos de cabeza a los familiares de las personas que padecen algún tipo de enfermedad incapacitante. La nueva legislación entiende que las personas con discapacidad ya no pueden ser incapacitadas judicialmente porque resulta que los incapaces conservan capacidad de entender y querer y no necesitan tutores, solo personas que los apoyen. Quienes tenga un familiar con un grave padecimiento invalidante comprenderán lo estúpida que es la nueva normativa y lo alejada que está de la realidad. Evidentemente una persona parapléjica goza de plena capacidad jurídica y solo necesitará apoyo, pero un anciano con demencia senil severa, carece de cualquier capacidad para gobernar su persona y bienes. 

En 2018, el PSOE  ya propuso una reforma del art. 49 de la Constitución para adaptarlo a la citada Convención sobre derechos de las personas discapacitadas: “los poderes públicos realizarán las políticas necesarias para garantizar la plena autonomía personal e inclusión social de las personas con discapacidad. Estas políticas representarán su libertad de elección y preferencias, y serán adoptadas con la participación de las organizaciones representativas de personas con discapacidad. Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y niñas con discapacidad”. Nunca es mal momento para meter la ideológica de género  para cargarse la igualdad y discriminar a los varones. 

Pero esta semana los socialistas han rizado el rizo. Resulta que el Vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan Gallardo, le dijo a una procuradora del PSOE, disminuida física, que la iba a tratar en el debate político como a cualquier otra persona. Se supone que de eso es de lo que trata la igualdad. Pero al igual que la Calviño acusó a VOX de estar a favor de repartir armas a raíz de la matanza de Uvalde (Texas), los medios de  izquierdas se han dedicado a dar leña al Vicepresidente de VOX por no se sabe qué ofensa a las personas discapacitadas.  Poco importa que Juan Gallardo lleve tiempo colaborando en la Fundación Querer, dedicada a la atención de niños discapacitados. 

Al PP, socio de gobierno de VOX en Castilla y León,  le ha faltado tiempo para pedir disculpas, no quiere tener de morros a la izquierda, sus terminales mediáticos, las feministas y sus asociaciones apesebradas. El Presidente Mañueco, ha pedido humildemente perdón, demostrando que en el PP siguen sin entender de qué va esto de la batalla cultural. O quizá sea que quienes no acaban de entender de qué va el PP, sean sus votantes, lo comprobaremos en las elecciones las andaluzas. 

Feijoo ha  declarado que la intervención de Gallardo le ha causado sorpresa. Lo que no nos sorprende es no ver en torno a la polémica artificialmente creada reflexión alguna sobre la barbaridad que supone articular el aborto como un derecho y considerar que una malformación del feto justifica que se impida nacer a un ser humano. Cuestión a la que el Vicepresidente de VOX también se refirió. Personas como la Procuradora Sra. Noelia Frutos, que vayan  a padecer una malformación, tienen bastante más difícil nacer ahora que en sus tiempos, porque hoy pueden ser “trituradas”, como dijo Juan Gallarado, en el vientre materno sin examen de conciencia alguno. «Ni caridad ni paternalismo, a las mujeres con y sin discapacidad se nos trata con respeto», ha dicho la socialista. En efecto, la discapacidad no te hace ni mejor ni peor persona, tampoco ser varón o hembra, son tus acciones las que te califican.  Malo es esconderse detrás de una silla de ruedas o detrás de la condición de mujer para hacerse la víctima, pero peor aún es esa ideológica de género que convierte a los hombres en ciudadanos de segunda y trata a las mujeres como discapaces que precisan de la tutela del Estado para tener capacidad jurídica en igualdad de condiciones con los demás. 

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