El proceso de paz en Oriente Medio y la propuesta española

El proceso de paz en Oriente Medio y la propuesta española. José Ramírez del Río

El gobierno español ha realizado un intenso trabajo diplomático para recabar ayuda para su propuesta de los dos estados, uno israelí y otro palestino, como manera de solucionar el conflicto. El resultado ha sido extraordinariamente parco: sólo Noruega -país en el que se llevaron a cabo los acuerdos de Oslo (Oslo I, 1993 y Oslo 2, 1995), y que en cierta medida se encontraba moralmente forzado por esta razón, e Irlanda, país que ya había reconocido a Palestina en 1980 y que se desdijo posteriormente. La herencia del pasado colonial inglés en Irlanda y en Oriente Medio evidentemente pesa en este reconocimiento.

Como suele suceder con Pedro Sánchez, se trata de otro descubrimiento de la pólvora en el peor momento posible. La Autoridad Nacional Palestina fue el proyecto que buscaba, en una fase final, la creación de un estado palestino junto a otro israelí; el estado de Israel ofrecía devolver parte de los territorios conquistados en sus guerras contra sus vecinos árabes a cambio del reconocimiento de su derecho a existir en sus fronteras, del combate contra el terrorismo por parte de los palestinos y de una convivencia pacífica. Este tipo de negociación ya se había llevado a cabo con Egipto, al que devolvieron la península del Sinai (Acuerdos de Camp David, 1979) y con Jordania (al que devolvieron unos territorios muy menores).

Las negociaciones entre Israel y los palestinos han basculado siempre en torno a dos problemas principales: los territorios que debe ceder Israel a la Autoridad Nacional Palestina y el derecho de los palestinos desplazados desde 1948 y 1967 a volver a sus lugares de origen.

El territorio es ya en sí mismo un asunto muy sensible, debe tenerse en cuenta que el territorio de Cisjordania es la antigua Judea, el territorio más íntimamente ligado a la Historia de Israel, mientras los lugares más poblados por los israelíes hoy día se encuentran en las franjas cercanas al Mediterráneo. Para un gobierno israelí, ceder la tumba de Abrahám en Hebrón no es sencillo, aunque haya unos 600 judíos viviendo entre 150.000 palestinos (que denominan a esa ciudad Jalil). Con todo, en las negociaciones de Taba estuvieron cerca de llegar a un acuerdo sobre el 97% del territorio, que incluía partes de Jerusalén. En lo que no hubo acuerdo de ninguna clase fue en el “derecho al retorno” de los refugiados palestinos, básicamente porque no podía haberlo. Se trata de una población de varios millones de personas, descendientes en su mayor parte de los refugiados de 1948 y 1967, a volver al territorio que quedará, tras el acuerdo, en manos israelíes. La posibilidad de tener que convivir con esos millones de desplazados haría imposible la vida de los israelíes, y cambiaría de manera radical la demografía de ese país, que dejaría de ser una nación judía. Para la Autoridad Nacional Palestina, por el otro lado, se trata de una reclamación irrenunciable, ya que en caso de firmar un acuerdo de paz que dejara fuera a los desplazados, en cuanto terminaran la guerra con Israel comenzarían una guerra civil entre palestinos. Se trata de una situación sumamente difícil, ¿qué sucedería si hubiera diez millones de alemanes en campos de refugiados junto a las fronteras entre Alemania y Polonia desde 1945? La solución al problema de los refugiados, y su absorción por los países en los que residen en la actualidad es un requisito previo a cualquier plan de paz que contemple el principio de los dos estados.

Sin embargo, a estas alturas ¿es esa solución viable?

Se trataba obviamente de la solución propuesta durante décadas, pero posiblemente Israel ha dejado ya de creer que sea viable. La devolución de territorios a la ANP no resolvió los problemas de seguridad en Israel, los atentados han seguido y los israelíes llevan décadas en las que un aumento de seguridad viene siempre de la mano del cierre de relaciones con los palestinos, de su segregación con muros y de su sustitución por inmigrantes asiáticos y hispanoamericanos. El reconocimiento de Israel por parte de la ANP se ha visto acompañado del hundimiento de popularidad de Mahmud Abbas y del partido al-Fatah, frente al crecimiento de Hamas (acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámico) que ni se plantea, aún hoy, aceptar ese acuerdo. Por tanto, si no vas a conseguir aquello que se suponía era la razón de ceder territorios ¿para qué seguir con ese proceso de paz? Más aún, si se les concede ahora, tras los monstruosos atentados del 7O, se produciría una recompensa a los terroristas, que es algo que Israel tiene claro que no va a permitir.

Es necesario avanzar en la absorción de los refugiados palestinos por parte de los países limítrofes (Jordania, Egipto, Líbano y Jordania), apoyados económicamente por EEUU, UE y países árabes del Golfo. Israel necesita un interlocutor creíble en Palestina, si no lo hay, posiblemente volverá al proyecto de entregar Gaza a Egipto y Cisjordania a Jordania. Y volveremos a la casilla de salida treinta años después. En este entorno, la propuesta del gobierno español es un error de gran calado, que nos deja fuera de cualquier mediación para el futuro, y que nos enemista con uno de los países más importantes en información, en contraterrorismo y de mayor relevancia internacional. Es obvio que no se debe a una mera ligereza del gobierno de Pedro Sánchez, posiblemente se busque mantener abierta la posibilidad de los dos estados, pero las consecuencias de esto no pueden ser minusvaloradas para nuestra seguridad nacional, y van muy en contra de nuestros intereses. En el futuro, habrá que trabajar mucho para recuperar la posición de España en el campo de las relaciones internacionales, en estos momentos sólo la actividad de Santiago Abascal parece abrir esa posibilidad para el futuro.

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