Todo un melodrama mediático e icónico ha vuelto a pasar por delante de nuestras narices a través de los medios y las redes: talibanes sentados en una mesa presidencial antaño representación de la “democracia” afgana, niñas lanzadas por sus padres por las vallas del aeropuerto de Kabul, escenas dantescas de gentes cayendo de aviones a los que inútilmente se habían agarrado. Tal y como pasó con la caída de las torres gemelas, la invasión de Irak u otros momentos históricos recientes, las escenas de Kabul han quedado grabados en nuestras retinas. El discurso dominante ha intentado ocultar las verdades que se ocultan tras la desastrosa política occidental en Afganistán con una serie de mantras: les exigiremos que se salvaguarden los derechos humanos (humanas, humanes), hay que luchar por el futuro de las niñas y las mujeres, y una retahíla de frases copiadas y repetidas hasta la saciedad por los periodistas.
Todo para justificar un fracaso de “democratización” de un país “indemocratizable”. Peor aún, para ocultar las políticas secretas de estados Unidos y sus colaboradores occidentales en Afganistán. La posición “pacífica” de los talibanes prometiendo incluso moderación que hemos visto en sus actuales declaraciones, nos recuerda la entrada de los Jemeres rojos en la capital de Camboya, Phnom Penh. Pol Pot prometió paz y reconciliación, los Jemers repartían flores a la población y se abrazaban a sus viejos enemigos … antes de empezar uno de los mayores genocidios de la historia. Por eso, hay que alejarse, tomar retrospectiva y analizar realmente cuál es nuestra responsabilidad, en cuanto que occidentales en Afganistán. Porque una cosa es segura, democratizar, lo que es democratizar el país, más bien que no. Exponemos a continuación una serie se mentiras y silencios que se ciernen sobre este dramático país y la política Estadounidense.
1.- Mucho antes de los atentados a las torres gemelas ya estaba planificada la invasión
Un mantra que ha penetrado hasta nuestra corteza prefrontal del cerebro es que la causa de la invasión de Afganistán por tropas norteamericanas que arrastraron a sus aliados de la OTAN, fue a causa del atentado de las torres gemelas y el pentágono en 2001. Así nos lo han recordado estos días dirigentes mundiales como Macron, Biden o Merkel. En realidad, la guerra ya estaba decidida con antelación. Durante casi un año antes de los atentados, en Berlín se estaban celebrando reuniones secretas entre norteamericanos y británicos con representantes del gobierno talibán en Afganistán para llegar a acuerdos geopolíticos. Representantes de Rusia y Pakistán asistían como observadores. En julio de 2001, aquellas negociaciones fracasaron.
El ministro pakistaní de Exteriores, Naiz Naik (asesinado en atentado en 2009), mandó regresar a sus observadores y se puso a mover piezas en el tablero mundial. Ofreció a China el paso al Océano Índico a través de Pakistán por lo que se denomina la “nueva ruta de la seda”. Ante esta “traición de Pakistán”, Estados Unidos y Gran Bretaña empezaron a enviar tropas a Egipto -40.000 hombres- e Inglaterra envió casi toda su flota al mar de Omán. La intención era la ocupación de Afganistán para garantizarse las rutas con Asia y disuadir a Pakistán de sus alianzas con China. Los atentados del 11 de septiembre llegarían después con la excusa de luchar contra Al-Quaeda y capturar a Osama Bin Laden. Aunque nadie nos quiere recordar que Osama bin Laden, fue reclutado por la CIA en 1979, al comienzo mismo de la guerra yihadista de Afganistán contra la Unión Soviética. Por aquel entonces, Bin Laden tenía 22 años y fue entrenado en un campo de entrenamiento de guerrillas controlado por EEUU.
2- Osama Bin Laden y Al-Quaeda fueron los aliados de Estados Unidos
Ya en época de la presidencia de James Carter, el consejero de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski, viajó a Beirut para ponerse en contacto con el millonario anticomunista saudita Osama bin Laden y solicitarle que encabezara una campaña contra el gobierno prosoviético afgano. Washington escogió a Osama bin Laden por dos motivos.
En primer lugar, porque pertenecía a la Hermandad Musulmana, lo cual le permitiría reclutar combatientes. En segundo lugar, porque era uno de los herederos de la mayor compañía de obras públicas de todo el mundo árabe, lo cual le permitía disponer de los especialistas y los medios para transformar los ríos subterráneos del famoso macizo Hindu Kush en un laberinto de túneles para uso militar. Estos túneles, a la postre, demostraron su magnífica función estratégica. Años después, entre 1992 y 1994, veremos a Bin Laden, como consejero militar del presidente bosnio, Alija Izetbegovic. Su función era desestabilizar a la Serbia pro-rusa. Hoy ya nadie discute que el gran terrorista había trabajado para los Estados Unidos. En julio de 2001 (a dos meses de los atentados), al necesitar de atención médica constante, fue internado en el hospital norteamericano de Dubai. Noticia que fue publicada posteriormente por Le Figaro el 31 de octubre de 2001.
Según el “relato” oficial, Osama Ben Laden había estado detrás de los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenya) y en Dar-es-Salam (Tanzania). Pero ello contrasta que hasta 1999 –o sea, aún después de los atentados que le fueron atribuidos– con que Bin Laden seguía teniendo una oficina de relaciones públicas en Londres. Durante la búsqueda incansable del terrorista Osama Bin Laden, Estados Unidos proporcionó muchos mensajes de audio e incluso imágenes suyas. Sin embargo, los expertos del Instituto Dalle Molle de inteligencia perceptiva, en Suiza, expertos en identificación de personas, siempre se declararon rotundos: esos videos y grabaciones eran falsos. Era evidente que los servicios de inteligencia useños estaban despistando constantemente a la opinión pública.
3.- EEUU no es el paladín contra el terrorismo, sino un adiestrador de terroristas
Joe Biden, en su intervención sobre la caída de Kabul, afirmó literalmente que ”Estados Unidos no estaba en Afganistán para construir un Estado sino sólo para luchar contra el terrorismo”. No puede haber mentira más grande. La CIA creó campos de entrenamiento para Al-Qaeda en Pakistán. Desde 1982 hasta 1992, unos 35.000 yihadistas procedentes de 43 países islámicos fueron reclutados por los servicios de inteligencia norteamericanos para luchar en la jihad afgana contra la Unión Soviética. Un dato que no se conoce mucho es que los libros de texto para yihadistas fueron publicados por la Universidad de Nebraska. Estados Unidos gastó millones de dólares para suministrar libros de texto repletos de imágenes violentas y enseñanzas islámicas radicales a los escolares afganos.
Más recientemente, el mundo se sorprendió con la aparición del ISIS que casi derrumba a todo el Estado de Siria. El Estado Islámico (ISIS) era una “filial” de Al-Qaeda, creada por la inteligencia de Estados Unidos con el apoyo del MI6 Británico, el Mossad Israelí, los servicios de Inteligencia de Pakistán y la Presidencia General de Inteligencia de Arabia Saudita (GIP o Ri’āsat Al-Istikhbarat Al-‘Amah). Las brigadas de ISIS han estado apoyadas, armadas y financiadas por los EE.UU. y la OTAN contra el gobierno sirio de Bashar al Assad. Junto a la OTAN, Turquía participó en la recluta de mercenarios para el ISIS. Igualmente, en estos días, en Turquía se están reclutando y enviando mercenarios procedentes de Siria, para colaborar con los talibanes. Se calcula que ya ha enviado a más de 2.000. Tanto Israel como Estados Unidos han sabido utilizar el odio atávico entre suníes y chiitas, para enfrentarlos. Por ejemplo, Israel ha apoyado a las brigadas de ISIS y Al Nusrah de los Altos del Golán, en su lucha contra el gobierno de Al-Assad y las fuerzas chiítas de Hezbollah.
4.- Los talibanes no han conquistado Afganistán, simplemente les ha sido entregado
Según Biden, en su discurso: “los dirigentes políticos afganos abandonaron y huyeron del país. El ejército afgano se derrumbó, a veces sin tratar de luchar”. Pero la pregunta es, cómo huyeron. Muy simple, en aviones militares de países occidentales, por cierto cargados de maletas repletas de dinero. El ejército afgano contaba 300.000 hombres (Francia actualmente tiene menos soldados) que disponían de armamento y de material de guerra sofisticados. Toda la infantería afgana disponía de chalecos blindados y de equipamiento personal de visión nocturna. Pero 300.000 hombres se han disuelto como azúcar en el agua. Los talibanes, al contrario, no pasan de 75.000 combatientes, sin aviación, en sandalias y muchos esgrimiendo los viejos kalachnikov (eso sí, ahora llevan móviles de última generación). El cambio de régimen en Afganistán ya estaba decidido -y pactado entre talibanes y norteamericanos- cuando Donald Trump aún estaba en la Casa Blanca. Durante ese tiempo, el presidente turco, Erdogan, fue enviando soldados turcos de los que nadie habla. Durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán, Erdogan, ya era miembro de la Hermandad Musulmana y jefe de una milicia turca –la Milli Gorus-, que hoy se dedica a abrir mezquitas radicales en Alemania y Francia.
Igualmente, desde hace meses, los norteamericanos ya estaban sacando a sus ciudadanos del país. Se esperaba que la salida oficial fuera el 11 de septiembre, para hacerla coincidir con el aniversario de los atentados de las torres gemelas. Pero Biden adelantó la fecha y ha provocado el actual caos. Muchos de los desesperados que hemos visto en el aeropuerto de Kabul no son ciudadanos de a pie. Son agentes de la “Operación Omega”, iniciada bajo la presidencia de Barack Obama. Más concretamente son miembros de la «Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección Nacional de Seguridad (NDS) y se encargaban de torturar y asesinar afganos que se oponían a la ocupación occidental. Sus técnicas de tortura y terror no eran muy diferentes de la de los talibanes.
5.-Estados Unidos desea que su enemigo, China, entre en Afganistán
¿Cuál es la verdadera intención de Estados Unidos al marchar de Afganistán? No sólo evitar un agujero negro en los presupuestos anuales de su gobierno, sino algo mucho más complejo. Todo el mundo sabe que la verdadera riqueza de Afganistán está en sus minerales. Minerales buscadísimos pero que nadie ha podido explotar por la situación bélica permanente. Washington desea, igual que China, poder acceder a ellos. Pero para evitar competidores necesita que Afganistán continúe siendo una región inestable. Estados Unidos quiere que las empresas que acudan, aunque sean chinas, sólo lo puedan hacer bajo la protección norteamericana. Por eso Joe Biden, durante los meses anteriores al abandono de Kabul, ha instalado bases militares en los países vecinos, desplegado al menos 10.000 mercenarios y pactado con el ejército turco ya presente en la zona. La intención es crear una fuerza paramilitar que proteja a las empresas que vayan a entrar en el país.
Ya se sabe de las hipotéticas negociaciones “secretas” entre talibanes y representantes de la república Popular China. China se compromete a reconstruir el país a cambio de la explotación de los codiciados minerales. Pero China no está dispuesta a enviar tropas fuera de su país. Si a eso unimos que Estados Unidos va a intentar apoyar igualmente a la resistencia de algunas etnias pastún contra los talibanes, el país no alcanzará la deseada paz. Los servicios de inteligencia norteamericana esperan que sean sus mercenarios los que garanticen que China pueda entrar en Afganistán garantizando con sus mercenarios su labor. Eso les permitirá tener la sartén por el mango sin una sangría económica como hasta ahora. Todo ello se ofrecerá a China a cambio de que olvide su sueño (inmediato) de invadir Taiwan. Por experiencia, sabemos que estos diseños de los servicios de inteligencia al final se desmoronan y acaban saliendo al revés. En ese caso, Estados Unidos espera que China, una vez involucrada en Afganistán, encuentre su propio Vietnam y se deteriore así su hegemonía actual.