Las perspectivas no eran del todo malas cuando llegué a aquella ciudad holandesa, diría yo. Ahora, que ha pasado el tiempo, afirmaría que solo hablamos de dos caídas a los infiernos. Porque de eso se trata. La primera fue para el Madrid aquella noche de 1988; la otra, para este tipo que les escribe cuando todo, una vez más, ocurrió en Eindhoven, casi cuarenta años después.
Los Planetas y el apocalipsis zombie
En la barra del Carmelo solo sirven vinos y cervezas. Bolsas de patatas fritas y latas de aceitunas rellenas de anchoa, como mucho. A veces voy. Son días especiales por desesperados. Por qué no. Encojo los hombros, me atuso el pelo, calzo las adidas gazelle, los pantacas ajustados, cruzo la puerta de mi bloque de las afueras, pillo la vespa y me acerco solo a Carmelo porque es que está en el Centro. Solo porque a veces hay que hacerlo.
Ola de calor
Queremos creer que somos la última trinchera donde lo woke no entra, una irreductible aldea nada global, un pensamiento que no es único porque no nos sale de las narices.
Yo no hablo inglés ¿o es que usted sí?
Yo nunca fui buen estudiante así que tomé la seria determinación de repetir COU dos veces. Por si las moscas. Latín pendiente de 2º de BUP, matemáticas de 3º e inglés de 1º. Conformé una idea, una idea de vivir alrededor de eso….
La Rockdelux, Vetusta Morla y la subordinación cultural
La cosa es que rodábamos hace unos días Goyo y yo en lo alto de una camioneta asiática pick-up color caramelo con una vespa desvencijada en el remolque, dando botes por las calles de Córdoba tal y como si fuésemos en aquel autobús yippie de Ken Kesey camino de un mecánico mesiánico que nos aguardaba en las cocheras unifamiliares del barrio de Santa Rosa.
Yo sí estuve en una manifa negacionista
Maldita sea. Tuve que coger el 7 bien temprano, a la carrera, agarrado a un café en vaso de cartón que se derramaba sobre la acera de la Avenida de Barcelona atestada a esa hora de la mañana de mis-nietos corto de leche en vaso de caña, carajillos, ladrillo visto y belmontes. El olor a churros llegaba hasta el viejo cuartel de Lepanto.
El último veraneo del señor García
Esa medusa pirada y medio muerta languidece a cien metros en la orilla de la playa de La Cala del Moral cuando leo en el periódico local que la última de las agendas globales prevé vacunar niños. El café con leche en caña se tambalea y –demonios, esta vez sí- no es por esa tía atractiva en bikini de la mesa de enfrente que no me quita ojo.