Cuarenta días por la vida

Si ya resulta fácil acostumbrarse al horror cuando nos lo muestran diariamente los medios de comunicación, mucho más fácil resulta cuando el horror que sabemos que existe no se nos muestra nunca; entonces incluso la gente de bien acaba viviendo como si ese horror no siguiera causando estragos en la oscuridad. Ha pasado muchas veces en la historia: desde el horror vivido por los esclavos que vivían atados en las inmundas minas de Laurion en el Ática, hasta el masivamente perpetrado en los campos de concentración de nacionalsocialistas y comunistas en el siglo XX.

Un horror que hoy sabe ocultarse muy bien es el aborto, y lo hace de muy diferentes e inteligentes formas: presentándose como una ley más que debe ser respetada; disfrazando su fealdad con un lenguaje eufemístico (feto, en vez de bebé o ser humano concebido; interrupción voluntaria del embarazo, en vez de aborto; derecho a una vida digna, en vez de eugenesia; y un feo etc); estigmatizando con el sambenito de machista o fascista al disidente que esgrime argumentos contrarios; disfrazando de medicina y asepsia un acto que no es ni médico ni aséptico; deshumanizando al ser humano concebido, para poder matarlo, del mismo modo que los esclavistas deshumanizaban al esclavo para poder explotarlo; y, sobre todo, escondiendo tres cosas a cual más feas: el síndrome post aborto que tortura a muchísimas mujeres que han abortado; las razones eugenésicas e injustificables y muchas veces machistas que llevan a muchas mujeres a abortar; los horribles métodos que hay para abortar; y, sobre todo, el hecho de que el aborto es en muchísimas ocasiones una manera que tiene el hombre de ejercer una violencia extrema contra la mujer. En efecto, cuando el hombre quiere seguir con la facilidad de seguir copulando alegremente pero sin las responsabilidades de la paternidad, aboca a la mujer al aborto, con la bendición del Estado y, lo que es peor, de gran parte de la sociedad.

Por eso, la gente de bien ha de aplaudir y admirar a ese grupo de valientes que hacen visible ese horror tan escondido con algo tan sencillo, inocente y sublime como ponerse a rezar frente a los abortorios, en esta iniciativa intrépida y cargada de toda la razón y de la belleza de sus argumentos llamada Cuarenta Días por la Vida; con cada uno de sus padrenuestros y avemarías zarandean nuestras conciencias envenenadas por esta ideología antinatalista que los que ya han tenido la suerte de nacer ejercen contra los que han venido a la existencia para nacer también. Estos valientes nos recuerdan que siempre ha sido una canallada aplaudir que a otros les hagan la canallada que a nosotros no nos hicieron. Los defensores del ser humano más desvalido se alzan contra la muerte, a la distancia que la ley les permite, y lo hacen sin gritos ni amenazas, sin señalar ni acusar a nadie, sino rezando y ofreciendo a las mujeres la ayuda que ni su familia ni el Estado ni por supuesto el abortorio le ofrecen.. Mientras existan personas como ellas, no caerán meteoritos en Sodoma y en Gomorra.

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