Los felices años 20 en España

Los felices años 20 en España. Juan Antonio Elipe

Si nos movemos específicamente hacia la noción aristotélica de felicidad, encontraremos un argumento claro: la felicidad es un concepto sin el cual no se puede entender la esencia de los hombres. Ya en (300AC) Aristóteles planteó que la felicidad es el único bien que los hombres buscan en sí mismo y que su conquista significa el fin último del ser humano (Ética a Nicómaco). De allí que la verdadera felicidad sea una virtud capaz de ser alcanzada mediante acciones. Nadie busca la felicidad para perseguir otras virtudes o algo distinto que no sea la felicidad en sí misma. La sociedad en su conjunto y la nación en su historia, siempre han tenido períodos prósperos que pueden ser catalogados “felices”. Entre nosotros y después de avatares políticos de calado, los españoles, iniciamos los felices años 20 y esto ocurrió….

El 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, declaró el estado de guerra y exigió del Rey Alfonso XIII la dimisión del gobierno recabando para sí plenos poderes.  El Rey conocía los planes de rebelión con tiempo suficiente para haberla intentado parar, cosa que, desde luego, no hizo. La aceptación por parte del monarca de los hechos consumados, su negativa a destituir a Primo de Rivera y su posterior llamada del general a Madrid, así como el hecho de que conociera de antemano la intentona, como lo sabía todo el mundo, le valieron a Alfonso XIII el calificativo de colaborador con la Dictadura. Ciertamente no hubo contactos entre ambos personajes antes del 13 de septiembre; y por lo que se refiere a los deseos del Rey de dar un cambio de rumbo a la política española, puede hacernos ver la intención del monarca de estar en todo momento con la España real, esto es, con la opinión de los españoles de la calle y en general, con el hastío de la política corrupta y elitista de finales de la Restauración. Como decía Joaquín Costa “el cirujano de hierro” se hacía políticamente más necesario y socialmente más querido que nunca, el Rey no sería quien lo impidiera.

Primo de Rivera no formó un gobierno al uso, sino un directorio militar, constituido por nueve generales, que asumían plenos poderes. Se decretó la ley marcial y quedaron en suspenso los derechos constitucionales y los políticos profesionales fueron destituidos de sus cargos. El régimen de Primo de Rivera estaba destinado a revitalizar el sistema político de la época. Se ha dicho que el error del General fue pensar que bastaba cambiar a los hombres y no al sistema, cuando era éste el que se encontraba en ruina. Creyó Primo de Rivera que bastaba “un puñado de hombres honrados” para que todo se transformara. La culpa de los males de España sería sólo de una clase social oligárquica y caciquil preocupada de medrar, y no de perseguir el bien de todos. Ortega y Gasset interpretaba como opinión común que: “la nación debe guardar gratitud hacia esos magnánimos generales que, generosamente, desinteresadamente, han realizado la aspiración de veinte millones de españoles, sin que a éstos les cueste esfuerzo alguno”. Ciertamente la situación política española era poco menos que desesperada; la solución militar se dejaba intuir en el ambiente.

Cinco propósitos iniciales movieron al directorio:

1 – Mantener el orden interior.

2 – Administración honesta. Erradicación del caciquismo.

3 – Atención al problema social.

4 – Resolución del problema regionalista.

5 – Acabar con el problema de África.

En su primera nota pública, llamada manifiesto al país y al ejército, Primo de Rivera expresa la finalidad e intenciones de su nuevo gobierno:

“Salvar a España de los profesionales de la política, sanearla, exigir responsabilidades penales, sentar las bases de un nuevo patriotismo y volver a la normalidad constitucional cuando las condiciones sean favorables”.

La llegada al gobierno de Primo de Rivera significa la muerte del turnismo político, y por tanto la posibilidad de poner fin a las estériles polémicas sobre diversos temas como, por ejemplo, la educación en España. La política educativa primorriverista se caracterizaba por poner la enseñanza al servicio de los ideales considerados inquebrantables, esto es, el patriotismo como fin, la defensa del catolicismo, un renovado espíritu de ciudadanía y la vuelta a la antigua tradición hispánica. La política educativa, está por tanto orientada a la consecución de dichos objetivos: la reforma universitaria busca la revitalización de nuestras universidades a través de las célebres instituciones de los Colegios Mayores que dinamizaron la vida universitaria; la celebración del “Día del Libro Español”, coincidiendo con el aniversario de Cervantes.

El régimen de Primo de Rivera comenzó una etapa sin tregua hasta alcanzar la cifra de 4.500 nuevas escuelas de primaria, reformó la enseñanza secundaria con la creación de 110 institutos de enseñanza media e intentó reformar la enseñanza universitaria. Con dicha actividad el analfabetismo se reduce en un 9% en la década de los años veinte; la población escolarizada aumenta cerca de un 6% a pesar de la importante explosión demográfica; el incremento del número de escuelas, sin duda fue uno de los mayores logros de la dictadura. La Ley de Instrucción Pública de 1857 se desarrolla por Primo de Rivera y se completa con la creación de una Ordenanza de Escuelas Públicas Elementales Obligatorias en España, las llamadas en los pueblos “escuela de niños” y “escuela de niñas”. Los Ayuntamientos debían adquirir los terrenos suficientes para la creación de las escuelas y éstas debían tener una cabida para un mínimo cada una de 60 alumnos.

Pese a las políticas públicas llevadas a cabo en la enseñanza, los centros privados también florecieron en toda España. Los años veinte y concretamente el periodo primorriverista, serán años de esplendor y defensa de la enseñanza privada, con una progresiva implantación en todas las provincias del territorio nacional. El régimen primorriverista concede al Estado un papel exclusivamente de tutela, ya que la enseñanza es una función de toda la sociedad y ésta es su máxima responsable, no el Estado. Así mismo, se crea la Inspección Nacional de Enseñanza al objeto de que se cumplan las disposiciones emanadas por el Ministerio de Educación. Se responsabiliza a los Rectores, directores de centros públicos y privados e inspectores de vigilar cuidadosamente la posible difusión de propagandas y doctrinas antipatrióticas y antisociales por parte de maestros y profesores. Merecen especial atención las propuestas respecto a la solución del llamado “problema regional”, se hacía alusión a la lucha por erradicar el uso público, también en la escuela, de cualquier otra lengua distinta al español, si bien se permitirían las lenguas maternas en la intimidad como expresión de la riqueza cultural española, pero nunca como pretexto para atentar contra la unidad de la patria. La erradicación de otras lenguas distintas del español del ámbito escolar será una de las preocupaciones fundamentales de la política educativa del Ministerio.

Los felices años veinte se caracterizaron por la prosperidad y la tranquilidad que produce un ambiente de divertimento y alegría generalizada como ocurrió en España y en Europa. Responde este período histórico a una reacción de la civilización occidental tras los malos años de la guerra y la difícil recuperación económica posterior.

Al objeto de racionalizar la enseñanza reglada en España Primo de Rivera insto a su Ministerio de Instrucción Pública para que unificase toda la enseñanza primaria en ciclos de desarrollo académico e implantó un bachillerato unificado con texto único en toda España. En cuanto al acceso al sistema educativo se amplía el período escolar obligatorio a la edad de 14 años, declarando gratuita y obligatoria la asistencia a la escuela, y se exige un informe médico acreditativo de que el niño no padece enfermedad contagiosa. En esta época se regulan las clases nocturnas de adultos y reduce la jornada vespertina a dos horas para aquellos maestros que impartan enseñanza por las noches también a los adultos.

Respecto del bachillerato la reforma primorriverista se decanta por la bifurcación de éste por la creación de dos bachilleres: ciencias y letras.

En relación con la reforma universitaria en los inicios de la dictadura de Primo de Rivera se contaba en España con diez universidades y 15.000 estudiantes, el curso académico 1929/30 la cifra de estudiantes universitarios había ascendido a 33.557 estudiantes y doce universidades.     Se crea en la universidad el sistema de becas y la exención total de tasas para los alumnos que obtengan la calificación final de matrícula de honor.

Teniendo en cuenta los hechos relatados en este trabajo, se debe llegar al menos a dos conclusiones:

1.- Desde el Regeneracionismo ha existido un verdadero interés por estructurar la política educativa en España.

2.- La dictadura de Miguel Primo de Rivera consiguió hacer real todos aquellos valores educativos anteriores bajo los principios de una educación pública, gratuita e igual para todos los españoles; la inversión en educación fue constante creando los medios materiales y humanos para conseguir una educación de calidad en España. Con esfuerzo, inversión y selección se consiguió un sistema educativo sin parangón en aquellos felices años 20 españoles.

 

Top