Matar a castro

Matar a castro. Samuel Vázquez

No sé si os acordáis, pero era una canción de Hombres G: Matar a Castro. No era, desde luego, la más conocida, porque el que escuchaba a Hombres G lo hacía para huir de los problemas, no para encontrarse con más; y la política, ya se sabe, son todo problemas. Uno se ponía los cascos para encontrarse con David, Rafa, Javi y Dani por lo del Voy a Pasármelo Bien y por Las Chicas Cocodrilo, no para que te dieran la murga, que para eso ya había muchos otros.

En la canción, es una niña la que se carga al dictador, precisamente porque nadie sospechaba de ella como una potencial amenaza. En la vida real, el dictador, como tantos, murió en la cama, y fue sucedido por personas de su clan familiar y su entorno, para convertir su régimen de absoluto terror en una dictadura eterna, de esas en la que sólo disfrutan los occidentales sin principios, pero con dólares, que van allí buscando jineteras y playas paradisiacas, y son atendidos en hospitales privados prohibidos para el pueblo cubano.

La canción nos lleva a una reflexión dura y difícil, pero necesaria: es mejor matar a un dictador, a sabiendas de que cualquier operación militar puede acabar en un derramamiento de sangre; o dejarle, como mal menor, perpetuarse en el poder y evitando el derramamiento a corto plazo, pero abriendo la veda para años de persecución, encarcelamiento, torturas, diáspora de familias enteras y asesinatos.

En la asociación que presido –Una Policía para el S.XXI-, defendemos que Saint Dennis se recupera en seis meses; eso sí, la fuerza policial con la que hay que entrar debe tener cobertura jurídica para los agentes y cabe la posibilidad, no remota, de que muera algún criminal del gueto en la operación, por lo que debes estar preparado para que la ciudad se levante en barricadas, como sucede cada vez que un delincuente muere a manos de la Policía y, por lo tanto, debes, a su vez, asumir que puedes perder la poltrona por los efectos de ese levantamiento popular (dirigido por los capos de los clanes criminales, a los que se les unen siempre elementos de extrema izquierda).

Los políticos sólo viven en el corto plazo, en el de las siguientes elecciones, no en el de las siguientes generaciones, por lo que nadie ha dado nunca la orden de entrar en Saint Dennis, como hay que entrar. Nosotros defendemos que esa entrada y esas pocas posibles muertes evitarán centenares de cadáveres en las siguientes décadas y miles de agresiones sexuales a mujeres, algunas niñas.

¿El mal menor a corto plazo para llegar limpio a las siguientes elecciones, o el asumir el coste de una operación así para salvar a las siguientes generaciones? Macron no tiene la respuesta; o peor, tiene la respuesta equivocada.

¿Es comparable una Zona No Go en una ciudad, con una dictadura en un país, al frente del cual se encuentra un comandante militar, jefe de los ejércitos?

Sólo Dios sabe cuánta gente habrá muerto asesinada en la dictadura de Maduro, que antes fue la de Chávez. Una diáspora de hombres, mujeres y niños que se cuentan por millones, personas que se tuvieron que ir con una maleta a un futuro incierto y el centro de torturas más grande de Hispanoamérica, el Helicoide, funcionando a pleno rendimiento.

¿No merece la pena intentar una intervención militar rápida apoyada por una coalición de países para eliminar al dictador y acabar con la dictadura? ¿Habrá muertos? Seguro que sí, pero, ¿hay alguna otra solución? Lamentablemente en estos escenarios no existe la solución buena, sólo la mala y la menos mala. ¿Cuál es la mala, la intervención militar con muertos o no hacer nada y que se perpetúe una dictadura que apesta a muerte?

Estos días mucha gente opina en redes sobre la Guerra de Ucrania; la manipulación del discurso, tratado en clave interna por los equipos de opinión sincronizada a sueldo del PP y el PSOE para dañar a VOX es tan obscena que apenas encuentras un debate con un mínimo de sensatez, a pesar de la cantidad de gente que, de repente, se ha empezado a preocupar por Ucrania.

La guerra lleva meses estancada, sin avances ni retrocesos, sólo muere gente, nada más.  Hace tres años, y antes de los cientos de miles de cadáveres que se cuentan ya, Europa debió ayudar de manera decidida y militar a los ucranianos invadidos por Rusia; en lugar de eso, nuestros pusilánimes políticos se pusieron de perfil y engañaron al pueblo de aquella nación diciéndoles que iban a implementar sanciones económicas históricas a los rusos, que ahogarían su economía y les harían perder la guerra. Esa estrategia no sólo no ha tenido el efecto deseado, sino que ha tenido el contrario, porque los malditos pactos verdes y las políticas de fanatismo climático hacen que le tengamos que comprar miles de millones en gas a Putin, que por cada euro que pierde en sanciones, gana cinco en ventas; dinero que le permite continuar la guerra.

Los líderes del bipartidismo criminal europeo, cada vez con menos popularidad en sus países, han encontrado en Trump la excusa perfecta para hacer un frente común que someta a nuestras sociedades al caos porque en el caos, la inmensa mayoría de los ciudadanos opta por el mal menor y no por el riesgo de cambiar de voto. Y ese caos, nos ha puesto incluso al borde la tercera guerra mundial, anunciando que podrían desplegar tropas sobre el terreno, lo que fue contestado por el ministro de la guerra de Putin, manifestando que, si alguien llevaba tropas allí, Rusia se consideraría atacada por ese alguien.

Ahora, tras tres años de guerra, se han puesto a convocar cumbres urgentes para tomar medidas. ¿Por qué no lo hicieron hace tres meses, y hace cuatro, y hace cinco? ¿Qué ha cambiado en el frente de guerra? Nada, simplemente están utilizando a Trump de chivo expiatorio para que en Europa no surjan nuevas Melonis que ponen en peligro su poder absoluto.

Trump ha llegado a un escenario que es el que es, y ha intentado llevar un proceso de paz de manera más o menos torpe, pero condicionado por el estado actual de las cosas. Europa hacía meses que se había olvidado de Ucrania, esta repentina preocupación es hasta obscena, porque cada día de olvido eran decenas de muertos. Quieren utilizar la aparición de Trump en el escenario global para recuperar intención de voto en sus países y seguir mandando, y la apuesta es tan clara que se han aliado todos: PP, PSOE y sus medios afines. Todos saben lo que se juegan.

Pero Trump no tiene ninguna culpa de lo que ha pasado en una guerra que empezó hace tres años y de la que nadie se preocupaba ya, de la misma manera que los aranceles de Trump, que aún ni siquiera han entrado en vigor, no sirven para justificar la ruina de nuestro campo, nuestra ganadería y nuestra pesca, agotados y asfixiados desde hace décadas por los aranceles de los burócratas europeos: de su ruina tampoco tiene la culpa Trump; y defender algo tan evidente, no hace a nadie partidario de los aranceles de Trump ni un peligroso proruso. Han fabricado un discurso para consumo interno y han pagado a cientos de medios para que lo impongan.

Cada escenario hay que valorarlo en su contexto espacial y temporal; nada tiene que ver Venezuela con Ucrania o esta con Saint Dennis, y las soluciones no pueden ser las mismas el día uno que el día mil, porque el problema ha evolucionado, degenerado o encallado. Leer en redes sociales a gente supuestamente amueblada intelectualmente apelar a la manida frase de Churchill o a Maquiavelo, da vergüenza ajena. Además, Maquiavelo es como Lorca, que todo el mundo lo cita y casi nadie lo ha leído. El hablar de no aceptar un mal menor en Ucrania para que no se imponga el mayor de los males tuvo sentido al principio de la guerra, cuando Rusia invadió aquellas tierras. Tres años después y con todo estancado, no puedes seguir apelando a Maquiavelo o Churchill a no ser que seas idiota. Aquí nadie ha intentado evitar una guerra y tampoco nadie ha rehuido lucharla con deshonor.

Más cansino aún es el que te pregunta (los hay por cientos porque cuando todos piensan lo mismo es porque ninguno piensa), que qué harías si Marruecos invadiera Ceuta. Pues yo ir a defenderla, seguramente el que pregunta se quedaría en casa despotricando en X. Y pedir ayuda a nuestros aliados, claro; eso sí, si después de tres años de guerra, abandonados y traicionados por esos aliados, y con más de cien mil jóvenes españoles muertos, alguien nos ofrece una salida, pues igual habría que valorarla.

Top