Taxi driver

Los taxistas tienen mala fama. Salvo el taxista marroquí que tras el atentado yihadista en las Ramblas de Barcelona (17/08/17) trasladó a diez o doce mil ancianas a su domicilio sin cobrarles, tienen pésimo cartel. Sobre el gremio ha caído una reputación deplorable, como si todos quienes lo integran fuesen fachas revenidos, faris de nacimiento y vocación, cuñados sin redimir, machistas de sobaquina y horteras por necesidad.  De tal manera, no es de extrañar que si una feminista 3.0 ó 4.0 quiere desaguar su mensaje empoderante por las redes sociales —twitter es fantástico para eso—, recurra a la controversia real o imaginaria con algún taxista para dar sentido reivindicativo a sus ocurrencias, debates y sinsabores. Y eso fue lo que justamente hizo el pasado 13 de octubre una jugadora de fútbol española, internacional, alucinada y “en shock” —al menos eso dijo en su cuenta de la red social—, porque un taxista, tras preguntarle a qué se dedicaba en la vida y responder ella que era futbolista, le dijo que “las chicas no deberían jugar al fútbol”.

Que las redes sociales son la sopa de antes de ayer donde todos los memos del mundo recalientan sus delirios es tan sabido que no merece la pena entrar en más consideraciones. Lo chocante del caso, de éste y de muchos, es comprobar cómo personas mejor instruidas, mucho más expertas en el uso de los medios de comunicación y, presumiblemente, con más criterio y conocedoras de la diferencia entre una patraña amarillenta, un caso curioso y una noticia, aprovechen toda aquella cochambre mental para pavimentar sus posiciones ideológicas —o sea, sus intereses— y avivar debates alucinados sobre asuntos que no ocurrieron y polémicas que no existen. Digo esto último porque la guinda del aluvión de majaderías que siguieron al tweet de la futbolista la puso el comentario de una conocida presentadora de eventos deportivos, la cual, sin deshacerse antes los rulos, afirmó muy corajuda y muy venida arriba: “Cuando pasan estas cosas, piensa que tu sí estás cambiando el mundo”.

Vaya por Dios. Un servidor, en su ignorancia de las cosas trascendentes, pensaba que el mundo lo cambian las mujeres y los hombres que consiguen logros de importancia y luchan por causas necesarias. Pero no… Parece ser que el mundo se cambia de verdad practicando el noble deporte balompédico en vez del vóley playa, el jockey hierba, el tenis o la gimnasia rítmica, actividades que siempre se consideraron “más de chicas” que el llamado deporte rey. O sea que personalidades como Pelé, Maradona, Cristiano Ronaldo, Messi o Pedri deberían ser consideradas como los Dantón, Marat y Robespierre de la revolución de las costumbres, las ideas y la cultura; gente como Matías Prats padre, José María García, José Miguel de la Morena, Pedrerol y José Ángel Casas, como los Marx, Engels, Lenin y Mao de la teoría transformadora de la realidad; Juanma Castaño un Che Guevara que va de por libre y tanto Amaya Valdemoro como Marta Fernández unas Rosa Luxemburgo o Simone de Beauvoir desatadas. Ya puestos, si el mundo se cambia a puntapiés femeninos contra el cuero y todo lo que salga de ese fenómeno resulta progresista, feminista y guay, el Barça —sección femenina—, sería una especie de paraíso en la vanguardia de la lucha por la liberación, como una Unión Soviética dirigida por un Stalin simpático; y el Real Madrid —sección masculina—, una especie de Tercer Reich que tiene desolados y oprimidos a todos los insurrectos aspirantes a hegemonía en el planeta pelota.

Bueno, ya vale. La tontería —cuanto más clamorosa mejor—, sirve para dos cosas buenas: saber que no pensamos como los necios y practicar la virtud de ser pacientes; pero no conviene extenderse demasiado en hermenéuticas porque, como decía el sabio, “cuando una persona razonable discute sin final con un idiota, siempre llega el momento en que no se distingue al sensato del mentecato”. Dejemos ahí la anécdota, por tanto. Una más de las muchas salidas de pata de banca que acontecen en las redes sociales cada día. Dejemos a la futbolista internacional con su famoso taxista inventado —me la juego, fue una trola—; dejemos a los seguidores on-line de la chica con sus alientos de fervor. A los medios de comunicación “serios” —¡serios!— que se hicieron eco de la “información”, dejémoslos tranquilos en su tarea de adocenar y embrutecer a las masas. Dejémoslos a todos con su tontería y centrémonos en lo importante de este artículo: la inclusión de Pedri entre los grandes históricos del fútbol mundial es un sarcasmo. Por si no se habían dado cuenta.

Para más tontería, los chistes de Arévalo. Y las historias de taxistas.

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