- No todos los hombres son hermanos
Si imposible de realizar era el mandamiento de la unidad proletaria internacional -mundial («proletario de todas las naciones, uníos»)- más imposible aún, por no decir ridículo, era el lema de «La liga de los Justos»: «Todos los hombres son hermanos». Marx cambió este lema, de influencia romántico-anarcoide, porque pensaba que había hombres que por nada del mundo desearía que fuesen sus hermanos; y así, junto a Engels, adoptó el conocido lema de «proletarios de todas las naciones, uníos», cuyo autor, no fue Karl Marx sino Karl Schapper.
Si se me permite contar una anécdota, hace ya unos años un profesor de filosofía, de la Universidad de Sevilla, para más señas, durante una discusión que tuve con él en clase, me dijo, sin que aparentemente se le cayese la cara de vergüenza, que «sobre los siete mares de la Tierra todos los hombres son hermanos». ¡Pues no, señor mío, ni los proletarios de todas las naciones se unieron ni van a unirse para hacer «nosequé» revolución mundial, ni sobre los siete mares de la Tierra todos los hombres son hermanos! Mi hermano es el hijo de mi madre y de mi padre. Y mis «hermanos» son sólo mis amigos más íntimos. Así es la realidad. Respecto a esto digo lo mismo que Marx: por nada del mundo me gustaría que ciertos hombres fuesen mis hermanos.
Tener como referencias la hermandad de todos los hombres es quedarse sin referencias políticas realmente operativas: son referencias que no son referencias, son pseudorreferencias, es decir, ensoñaciones de castillos en el aire. Y son utopías porque «el aclamado “amor universal” de los hombres es en la mejor de las hipótesis una declaración de nobles intenciones; en la peor, una técnica de evasión del campo de las responsabilidades concretas» (Domenico Losurdo, Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra, Traducción de Antonio Antón Fernández, El Viejo Topo, Roma 2008, pág. 263).
Aunque más que ante el pensamiento utópico estamos ante el pensamiento infantil: el pensamiento Alicia. Y aliciesco era el pensamiento de ese profesor, por mucha lógica que diese en la universidad. Tanta lógica para argumentar tan mal o para argumentar con sublimes tonterías. Así estaba por entonces el patio universitario, ahora ya ni les digo.
Volviendo a lo nuestro, en 1875 Marx criticó al programa de Gotha (por el que se unificó la lassalleana Asociación General de Trabajadores de Alemania y el marxista Partido Obrero de Alemania de Karl Liebknecht y August Bebel) sus aspiraciones de la «fraternización internacional de los pueblos» (Karl Marx, Crítica del programa de Gotha, Traducción de Gustau Muñoz i Veiga, Gredos, Madrid 2012, pág. 655), que los lassalleanos del programa tomaron de la Liga por la Paz y la Libertad.
Con esta fórmula intentaban hacer pasar la fraternidad de los pueblos con la fraternidad de las clases obreras. «La bismarckiana Norddeutschen [órgano oficial del gobierno de Bismarck] tenía toda la razón cuando, para satisfacción de su amo, anunciaba que el partido obrero alemán había adjurado del internacionalismo en el nuevo programa» (Marx, 2012b: 665, corchetes míos).
Marx era perfectamente consciente de que el comunismo sólo se alcanzaría con la insurrección armada, la guerra civil y el conflicto internacional, y no de manera espontánea de modo pacífico, fraternalmente; pues todo ese panfilismo le parecía -y con razón- absurdo, ilusorio y fraudulento. Sin embargo -como hemos visto- Marx y Engels pensaban, y también lo llegó a pensar Lenin, que una vez terminada la dialéctica de clases tras el definitivo triunfo del proletariado sobre la burguesía también se pondría fin a la dialéctica de Estados, y eso es del todo utópico porque la realidad es muy terca en su empeño en ser real (y no fantástica), y sobre todo la realidad política y geopolítica.
En un mitin celebrado en Londres el 29 de noviembre de 1847 Marx afirmó: «Existe, por cierto, cierta clase de fraternidad entre las clases burguesas de todas las naciones. Es la fraternidad de los opresores contra los oprimidos, de los explotadores contra los explotados. Así como la clase burguesa de un país se halla hermanada y unida contra los proletarios de ese mismo país, a pesar de la competencia y de la lucha de los integrantes de la burguesía entre sí, así los burgueses de todos los países están hermanados y unidos contra los proletarios de todos los países, a pesar de combatirse y competir mutuamente en el mercado mundial. Para que los pueblos puedan unificarse realmente, sus intereses deben ser comunes. Para que sus intereses puedan ser comunes, es menester abolir las actuales relaciones de propiedad, pues éstas condicionan la explotación de los pueblos entre sí; la abolición de las actuales relaciones de propiedad es interés exclusivo de la clase obrera. También es la única que posee los medios para ello. La victoria del proletariado sobre la burguesía es, al mismo tiempo, la victoria sobre los conflictos nacionales e industriales que enfrentan hostilmente entre sí, hoy en día, a los diversos pueblos. Por eso, el triunfo del proletariado sobre la burguesía es, al mismo tiempo, la señal para la liberación de todas las naciones oprimidas» (Karl Marx, «Discurso sobre Polonia», en Los nacionalismos contra el proletariado, Edición de Emilio Madrid Expósito, Ediciones Espartaco Internacional, Pronunciado en el mitin internacional celebrado en Londres el 29 de noviembre de 1847 en ocasión del 17º aniversario del alzamiento polaco de 1830, 2008, pág. 41).
Y así lo decían Marx y Engels en el Manifiesto comunista: «En la medida en que es abolida la explotación de un individuo por otro, queda abolida la explotación de una nación por otra. Con la desaparición de la contraposición de las clases en el seno del interior de las naciones desaparece la posición hostil de las naciones entre sí» (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del partido comunista, Gredos, Traducción de Jacobo Muñoz Veiga, Madrid 2012, pág. 601).
Y en 1849 decía Engels: «La próxima guerra mundial hará desaparecer de la tierra no sólo clases y dinastías reaccionarias sino también pueblos enteros reaccionarios» (Friedrich Engels, «Papel del paneslavismo en la política rusa de anexión», en Los nacionalismos contra el proletariado, Edición de Emilio Madrid Expósito, Ediciones Espartaco Internacional, 2008, pág. 59).
Treinta años después continuaba afirmando Engels: «El socialismo conseguirá infaliblemente lo que no consiguió la democracia burguesa de 1848 -precisamente porque fue burguesa y no proletaria-, a saber: dar a las masas trabajadoras una voluntad de contenido correspondiente a su situación de clase. Y esto significa la ruptura del militarismo y, con él, la de todos los ejércitos permanentes, desde dentro» (Friedrich Engels, Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, Traducción de Manuel Sacristán Luzón, Editorial Grijalbo, México D. F. 1968, pág. 164).
Todas estas palabras de «el General» recuerdan mucho a la profecía pacifista de Isaías (2.4), la cual reza: «Y [Yahvé] juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra».
Esta ingenuidad pacifista se expresó también en el programa de Erfurt de 1891 del Partido Socialdemócrata Alemán que redactó Kautsky: «La representación popular es la única fuerza para decidir sobre la guerra y la paz. Solución de los conflictos internacionales por medio del arbitraje» (véase Friedrich Engels, Crítica del programa de Erfurt, Traducción de R. A., Editorial Ayuso, Madrid 1975, pág. 64). Asimismo también se quería la «Supresión de la pena de muerte» (pág. 65).
Algo así pensaba Lenin en 1915, en plana Gran Guerra: «No hay ni puede haber otro medio que la guerra para comprobar la verdadera potencia de un Estado capitalista. La guerra no está en contradicción con los fundamentos de la propiedad privada, sino que es el desarrollo directo e inevitable de tales fundamentos. Bajo el capitalismo es imposible el crecimiento económico parejo de cada empresa y de cada Estado. Bajo el capitalismo, para restablecer de cuando en cuando el equilibrio roto, no hay otro medio posible más que las crisis en la industria y las guerras en la política» (Vladir Ilich Lenin, «Las consignas de los Estados Unidos de Europa», Biblioteca de Textos Marxistas, Marxists Internet Archive, http://www.marx2mao.com/M2M%28SP%29/Lenin%28SP%29/USE15s.html, 1 de enero de 2001).
Y dos años después en sus Tesis de abril al referirse a «la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista», afirmando además que «sin derrocar el capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no impuesta por la violencia» (Tesis 1).
Sin embargo, la unidad proletaria internacional se mostró tan falsa como la hermandad de la humanidad. Como asimismo también es falso, frente a lo que afirmaba Marx en 1847, afirmar que «los burgueses de todos los países están hermanados y unidos contra los proletarios de todos los países, a pesar de combatirse y competir mutuamente en el mercado mundial». Precisamente esa competencia en el mercado mundial fue lo que hizo posible la guerra mundial. Y ésta puso a cada uno en su sitio.